jueves. 25.04.2024

Inflación y salarios

Los analistas más serios afirman que la culpa de la inflación en nuestro país no ha sido, precisamente, de los salarios. Porque si alguien ha dado ejemplo de prudencia han sido los interlocutores sociales �empresas y sindicatos- a la hora de negociar las condiciones de la negociación colectiva.
Los analistas más serios afirman que la culpa de la inflación en nuestro país no ha sido, precisamente, de los salarios. Porque si alguien ha dado ejemplo de prudencia han sido los interlocutores sociales �empresas y sindicatos- a la hora de negociar las condiciones de la negociación colectiva. Sorprende por ello que haya voces en el Gobierno que reivindiquen moderación salarial cuando hasta ahora esa moderación ha sido el elemento que ha definido las alzas salariales.

Desde hace muchos años, los acuerdos de negociación colectiva entre patronales y sindicatos no han sido noticia. Y no lo han sido porque en la vieja regla de la información, es noticia aquello que se sale de lo normal, lo que supone una ruptura. Y resulta que los salarios no han roto �desde hace años, ya digo- lo que es normal: negociar en torno a la inflación.

En consecuencia, la falta de conflicto, el acuerdo razonable entre unos y otros, la negociación serena no ha merecido más que un pie de foto en los medios de comunicación.

No sólo no se han pactado subidas por encima del alza de los precios, sino que se han aplicado en los nuevos contratos salarios muy por debajo de la media salarial del país. El Gobierno reconoce por un lado que la subida de precios viene dada fundamentalmente por el precio del petróleo, mientras, a la vez, hay voces, dentro de ese mismo Gobierno y de algunas autoridades monetarias, que reclaman una mayor moderación salarial. ¿A qué se refieren?

Habría que preguntarse qué entienden por moderación de las retribuciones de los trabajadores, cuando se admite que esa misma moderación no la ha habido en otros factores. Y cuando, por otro lado, una disminución de la capacidad adquisitiva terminará por bajar el consumo, la producción y, en definitiva, la buena marcha de la economía.

Déjese a los agentes sociales libertad plena para negociar sus condiciones. Hasta ahora han sido los únicos que pueden presumir de haber estado pegados al terreno, de haberse movido con prudencia y serenidad en los límites marcados no por ninguna autoridad económica y financiera, sino por su propia sensatez y por su conocimiento real de la marcha de la economía. A lo mejor eso es lo que falta.

Habría que pedir a estos prohombres, a quienes reclaman medidas de dureza, leer a los poetas. Claudio Rodríguez, sin ir más lejos cuando escribía:

Y es que hay duras verdades de un continuo
crecer, hay esperanzas que no logran

sobrepasar el tiempo y convertirlo
en seca fuente de llanura, como
hay terrenos que no filtran el limo.



Si hay dureza que sea de verdades. Pero de esas que sirven para crecer.

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