sábado. 20.04.2024

Imágenes del horror

Las imágenes difundidas por televisión mostraban toda la fuerza que sólo tienen las imágenes. En estas páginas puede verse al soldado que apunta al joven, atado y con los ojos vendados, y el sonido del disparo. La joven que recogía el acto mueve la cámara, posiblemente asustada, y se puede ver al joven herido en tierra.
Las imágenes difundidas por televisión mostraban toda la fuerza que sólo tienen las imágenes. En estas páginas puede verse al soldado que apunta al joven, atado y con los ojos vendados, y el sonido del disparo. La joven que recogía el acto mueve la cámara, posiblemente asustada, y se puede ver al joven herido en tierra.

Hace unos días otras imágenes recogían a un joven secuestrado por EE UU en Guantánamo y sus gritos pidiendo que parara la tortura. Son muestras, pequeñas y terribles muestras, del horror con que el ser humano trata a otros seres humanos. Con Neruda habría que decir aquello de que a veces me canso de ser hombre.

Son esos momentos en los que toda la crueldad adquiere la figura de un soldado, de un agente de la CIA ensañándose contra un hombre, una mujer, indefensos, inermes ante el otro. También en estas páginas de Nueva Tribuna se alarma ante la posibilidad de que varias personas sean lapidadas. Son ocho mujeres y un hombre que pueden ser ejecutados en breve. No hace mucho un hombre murió así, a pesar de las protestas de la comunidad internacional.

No se invaden naciones por ello. Y las medidas contra actos de tal barbarie quedan olvidados a los pocos días. Es la expresión más brutal del hombre. ¿Quién tiene derecho a quitar la vida a otro ser humano? ¿Quién dio al hombre el poder de arrebatar la vida? Unos recurren a un Dios torvo y cruel que, según su religión, da a los hombres tan execrable poder, otros recurren a un Estado, a un sistema que se cree civilizado mientras es capaz de arrebatar lo único que el hombre tiene en propiedad: ese derecho a respirar, a estar vivo.

La pena de muerte, sea por lapidación, por inyección letal, ahorcamiento o silla eléctrica, sigue vigente en países modernos. Y sus dirigentes hablan y participan en foros sobre derechos humanos, opinan y justifican lo injustificable: la muerte. Matar es el acto más cruel de un ser humano, es lo que le aproxima a las bestias, lo que les arranca el alma.

Tenemos teléfonos móviles, ordenadores que nos ofrecen en tiempo real lo que ocurre en el confín más lejano del mundo. Y el hombre sigue disparando contra un muchacho con los ojos vendados, sigue torturando a un chaval de 15 años, sigue matando a pedradas a hombres y mujeres en el nombre sagrado de su Dios.

En la guerra de Vietnam la imagen de aquel coronel disparando a sangre fría contra un prisionero conmovió al mundo. Lo más triste es que tanto dolor, tantas imágenes de sufrimiento han encallecido el alma de la sociedad y cada vez nos conmueven menos escenas semejantes. Es el precio de una sociedad globalizada en la que se mezclan el crimen ficticio de Mentes Criminales o del CSI con las de un muchacho que cae al suelo a consecuencia de un disparo.

No sabemos, al final, cuál de las dos imágenes es más cierta o más real. Y, tal vez, un poco más conmovidos, terminamos de pelar la manzana y comemos el postre mientras murmuramos, como mucho: “¡Qué barbaridad!”.

De Blas de Otero, acabemos con estos versos:
Escribo
en defensa del reino

del hombre y su justicia. Pido
la paz
y la palabra. He dicho

�silencio�,
�sombra�,
�vacío�

etcétera.

Digo
�del hombre y su justicia�,

�océano pacífico�,
lo que me dejan.

Pido
la paz y la palabra.


Ojalá que ese reino del hombre por el que clamaba Blas de Otero sea un reino de paz y de clemencia, de humanidad.

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