viernes. 19.04.2024

Hacia la conquista de la centralidad

La ajustada victoria de Rubalcaba en el 38 Congreso del PSOE, es una señal inequívoca de la situación en la que se encuentra ese partido y, a la vez, pone de manifiesto los retos que tiene por delante el nuevo Secretario General.

La ajustada victoria de Rubalcaba en el 38 Congreso del PSOE, es una señal inequívoca de la situación en la que se encuentra ese partido y, a la vez, pone de manifiesto los retos que tiene por delante el nuevo Secretario General.

Rubalcaba, un líder político inteligente, capacitado, gran orador, y con un gran conocimiento de la estructura del Estado y también de su partido, competía con Carme Chacón, la reserva espiritual del zapaterismo más mediocre que pretendía, con gran desparpajo y notables dosis de populismo y mercadotecnia, presentarse como la nueva salvadora y la impulsora de un cambio –vacío de contenido como podemos observar en cualquiera de sus estridentes discursos-. Con estos condicionantes, evidentes a simple vista, Rubalcaba solo pudo ganar por 22 votos. Este estrecho margen pone de manifiesto, simplemente, el tipo de partido que había dejado Zapatero. Un socialismo que se define por la táctica de la circunstancia frente a la estrategia que contiene un proyecto de transformación de la sociedad (presente desde Pablo Iglesias), donde prima el eslogan y la consigna frente a la elaboración de ideas, pero que también olvida la importancia de la formación ideológica de sus cuadros frente al dirigismo de los secretarios regionales y provinciales y el arribismo incontenido de muchos cuadros locales. Un partido, en definitiva, cerrado en sí mismo, y concebido más como una plataforma de promoción particular, que un proyecto colectivo. Muestra de todo esto es, por ejemplo, el bajísimo número de militantes, poco más de 250.000, cifra muy inferior a lo alcanzado por ejemplo durante la II República, pero también sensiblemente baja en comparación con los militantes que presenta el PP (cerca de un millón).

Es colosal el desafío que tiene ante sí, Rubalcaba. En cualquier caso, son excelentes las credenciales del Secretario General para posibilitar un auténtico rearme ideológico. El objetivo del PSOE, no debiera pasar a corto plazo, por la reconquista del poder, sino en forjar una referencia ideológica para los progresistas. Y eso pasa por cambios como la estructura del partido, la organización de sus federaciones, la democratización de los mecanismos de elección, la relación y la tarea de los militantes, la conexión con la sociedad civil, etc.

Tal vez, el principal reto, es que el PSOE sea entendido por la mayoría de los ciudadanos como el eje de las políticas de transformación en este país. Actualmente, no es así. El ciudadano – antiguo votante socialista - percibe que el Estado del bienestar lo defiende mejor Izquierda Unida, y también, que la igualdad de los ciudadanos y de los territorios, está más asegurada votando a un partido como UPYD. Todo eso es lo que tiene que cambiar Rubalcaba. En definitiva, su principal misión como líder del PSOE (más allá de que el partido puede elegir en su día a un candidato electoral), es conquistar la centralidad. Tarea que no solo pasa por el Estado, sino que tiene que empezar en las autonomías y en los ayuntamientos. En el caso de las autonomías, (Madrid, Castilla y León, Valencia o Murcia), el socialismo se ha convertido, a efectos políticos, en una fuerza ya no fuera de la centralidad, sino marginal, completamente irrelevante. Estos ejemplos constituyen verdaderas vías de agua de un barco en pleno naufragio.

Pero esta es también una tarea que ha de realizarse en toda la socialdemocracia europea y supone analizar y construir un relato futuro sobre la existencia social, sobre las manifestaciones de las experiencias de los sectores desfavorecidos, y eso conllevará - según lo expresado por Hobsbawm en Entrevista sobre el siglo XXI-, reflexionar sobre la globalización; proceso inevitable que está produciendo un elevado grado de segregación social. Las élites siguen desarrollando su trayectoria mediante la adquisición de más recursos científico-técnicos y de nuevos recursos de autoridad y control en este caso, globales (capital financiero). El PSOE debe estar a favor de la regulación de los nuevos escenarios financieros de una mayor complejidad, incertidumbre e interdependencia. El eje deben ser las instituciones públicas que han de cumplir un papel catalizador de los cambios. También el Estado ha de desempeñar un papel dinamizador-inversor-generador de inclusión, oportunidades y regulador de las redes. Ha de paliar de alguna manera que las instituciones se regulen y gobiernen por criterios y coyunturas imperativas generando apatía y destruyendo perspectivas de futuro que traten de aprovechar las oportunidades comunes.

Para recuperar la centralidad, se necesita una agenda de responsabilidad, un PSOE que contenga una solida idea de transformación. En definitiva, seguir siendo el garante de la movilidad social para un escenario que de facto, aunque no de iure, ya es global.

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