martes. 23.04.2024

Hablar con el hombre de la calle

Estas cosas van como van. Es decir, que aquí lo de una huelga del transporte trae malos recuerdos, aunque sólo sea porque algunos tenemos la memoria de esas huelgas que acabaron con el régimen democrático chileno. No digo que las cosas sean dist5intas. Dios me libre. Pero lo cierto es que asusta un poco lo de una huelga del transporte.He de confesar que no tengo datos. Y, en consecuencia, me resulta muy difícil tomar postura.
Estas cosas van como van. Es decir, que aquí lo de una huelga del transporte trae malos recuerdos, aunque sólo sea porque algunos tenemos la memoria de esas huelgas que acabaron con el régimen democrático chileno. No digo que las cosas sean dist5intas. Dios me libre. Pero lo cierto es que asusta un poco lo de una huelga del transporte.

He de confesar que no tengo datos. Y, en consecuencia, me resulta muy difícil tomar postura. Pero lo cierto es que a uno, a vuela pluma, tampoco le parece tan raro que los transportistas protesten. Ni tan raro le perece que los consumidores protesten, ni que protesten los taxistas.

Hay una angustia en el hombre de la calle. Lo hemos escrito muchas veces. Y tampoco está tan claro cómo pueden hacer llegar su malestar las buenas gentes a quienes son los responsables de esta situación. Así que habrá que admitir que ellos, esos que viven el día a día del euribor, de la subida de los combustibles, del alza de los precio, terminen buscando fórmulas de protesta que pueden ir desde la manifestación a la huelga.

Hablo con el taxista que me lleva de un lado a otro. Hablo con el pequeño comerciante. Hablo con quien intenta salir, día a día, de su angustia diaria. No entienden nada. No se sienten culpables de la situación actual. Me dicen: “He pagado mis impuestos. He trabajado. He intentando que esto funcione bien. He creído lo que me decían. He confiado en las palabras que me dijeron”.

Ahora se sienten abandonados. Incluso, engañados. Y no saben qué hacer. Pero sienten que la situación empeora. “Y nosotros no hemos hecho nada”, aseguran. “Vivimos como vivíamos. Y ahora nos dicen que hemos gastado demasiado, que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. ¿Usted cree?.

No. Uno no cree nada. Uno, al final, cree que la gente de la calle vive al margen del euribor, de los tipos del BCE, de los factores de riesgo y confianza que marcan y determinan el precio del dinero, el precio definitivo de la vida.

No sé si a nuestros gobernantes les preocupa la huelga de transportes. No sé si les preocupa lo que dice los taxistas. Deberían escucharles. Ellos son el vínculo con la sociedad real. Son quienes, queramos o no, detectan el malestar de un pueblo.

Y que conste que esto no es Chile. Pero si yo fuera ellos, les escucharía. As,í aquí no hay quien viva.

Lo escribió Carlos Bousoño:

Algo en mi sangre espera todavía.

Algo en mi sangre en que tu voz aún suena.

Pero no. Inútilmente yo te llamo.

Aquella voz que te llamaba es ésta.


Es un grito de esperanza esperar todavía.

Hablar con el hombre de la calle
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