miércoles. 24.04.2024

Guardar las formas es esencial en democracia

Quienes sí creemos en las bondades de una democracia parlamentaria, experimentamos hoy una lógica preocupación...

Democracia se alimenta con más Democracia

“¿Acaso la democracia de la que disfrutamos no es real? ¿Qué quiere decir entonces “real”? ¿Es que la democracia es algo más que las reglas que la constituyen y que garantizan la igualdad política de todos los ciudadanos y la celebración periódica de elecciones?”. Traigo a colación esta cita de un artículo de Ignacio Sánchez-Cuenca a la vista del triste espectáculo con el que el Gobierno del Partido Popular ha querido cerrar el curso parlamentario, sometiendo a votación, sin posibilidad de debate, un paquete de medidas heterogéneas, de cierto o dudoso calado, a través de un sospechoso método de urgencia que ha puesto en pie de guerra al conjunto de la oposición, sin matices.

La existencia de una confortable y legítima mayoría absoluta debiera haber sido suficiente para que el Partido Popular hubiera planificado el calendario, buscado algún apoyo que no escenificara su prepotente soledad, y hubiera avalado con una pizca de credibilidad su programa de “regeneración democrática”. No sólo no ha sido así, sino que hoy se ha vuelto a dar munición sobrada a quienes cuestionan abiertamente la democracia representativa, ven al Congreso como un residuo de la palabrería inútil y preparan su asalto sin la necesidad de un golpe de fuerza. Albarda sobre albarda, tras la espontánea declaración del señor Posada, todo un presidente de la Cámara, calificando de chapucero el método utilizado para aprobar la ley de abdicación de Juan Carlos I. Y cuando el recuerdo del método usado para cambiar el artículo 135 de la Constitución gravita pesadamente sobre el debate entre candidatos a la Secretaría General del PSOE.

Quienes sí creemos en las bondades de una democracia parlamentaria, experimentamos hoy una lógica preocupación al contemplar cómo se extiende y contamina el pensamiento de una vieja doctrina, insidiosa y eficaz en tiempos de crisis, que caricaturiza la representatividad delegada tras un proceso electoral. La amenaza no proviene ya, exclusivamente, de quienes consideraron siempre a los partidos como el principio y fin de todos los males de España, en el conjunto de “nuestros demonios familiares”, sino de aquellos que advierten la fragilidad del Sistema y, sintonizando con un malestar difuso pero cierto, pretenden sustituirlo al margen de los cauces constitucionales existentes. Responder con una apelación a la letra de la Ley o de los reglamentos, mientras se fomenta su descrédito en la práctica, constituye un delito político de la máxima gravedad, que será castigado en las próximas convocatorias electorales. La Democracia se alimenta con más Democracia. Y cada oportunidad existente para trasladar a los ciudadanos la mejor imagen de limpieza en los procesos, cualesquiera que sean, tendría que aprovecharse al máximo, sin que las maniobras cortoplacistas enturbien los esfuerzos regeneradores y desalienten a quienes conservan aún algunas esperanzas de mejora, que no de destrucción.

Las preguntas de Ignacio Sánchez-Cuenca resuenan hoy por todos los foros… No son nuevas, pero están adquiriendo una dramática actualidad cuando no se conservan ni las formas y se modifican las reglas de juego a la mitad del partido -la elección de alcaldes al gusto Rajoy- según convenga a quien las dicta. Por no hablar de la sospecha de la parcialidad de los árbitros. Pero, ojo, que ni aún así Brasil pudo evitar caer humillado en campo propio.

Guardar las formas es esencial en democracia