viernes. 29.03.2024

Gentes de bien frente a los mercados

Describe Günter Grass, durante su estancia en la India, las montañas en las que se apila la leña, cerca del templo de Kali en Calcuta, para la incineración de cadáveres en las piras funerarias. Reflexiona Günter Grass “Ramas desnudas, troncos claros, como desarrollados. Sobre platos metálicos se pesa la madera. Sólo los cadáveres ricos reciben madera suficiente.

Describe Günter Grass, durante su estancia en la India, las montañas en las que se apila la leña, cerca del templo de Kali en Calcuta, para la incineración de cadáveres en las piras funerarias.

Reflexiona Günter Grass “Ramas desnudas, troncos claros, como desarrollados. Sobre platos metálicos se pesa la madera. Sólo los cadáveres ricos reciben madera suficiente. La economía de mercado libre, o la muerte como factor de coste, como en todas partes”.

Es lo que tiene la globalización. La vida y la muerte se convierten en negocio, mercado, factor de coste. Y los seres humanos recibimos tanta madera como podemos permitirnos, para alimentar el fuego de nuestra vida, o el de nuestra incineración.

Para los globalizados mercados sólo somos mercancías, factor de coste. Valemos nada, poca cosa, casi nada. En palabras de Galeano, menos que la bala que nos mata. Siguiendo a Cortázar, Cronopios a merced de los Famas.

Unos cuantos reductos se oponen a sus designios. Esta Europa del Estado Social, donde las personas valen algo, por el simple hecho de nacer. Donde tienen derechos y deberes, libertad, libertades, es uno de ellos.

Esta crisis parece cada vez más la tormenta perfecta, la tormenta de diseño, para echar a pique a la frágil Europa. Desmontar la sanidad pública, gratuita, universal. Desmontar la educación pública. Demostrar los servicios sociales. Desguazar el derecho al trabajo y los derechos sociales que lo acompañan, la protección por desempleo, los salarios sociales, las pensiones.

Causa pavor comprobar la facilidad con la que nuestros gobernantes se entregan a esta animosa tarea de desmontar el Estado Social, con la misma obcecación con la que Fernando VII aplastaba liberales, entre el aplauso de unos no menos obcecados tertulianos y “expertos” cuyo mayor mérito consiste en no haber previsto la que se nos venía encima, ni tener idea alguna de cuándo acabará esta pesadilla.

El voto de los pueblos no cotiza en la bolsa, pero los especuladores de la bolsa temen el voto en las urnas. No sólo su voto en las urnas. Su voto en las calles, en las manifestaciones, en las huelgas, en cada movilización.

Por eso intentar dividir a los pueblos, jugar con su miedo. Hacernos sentir individuos con miedo. Hacernos sentir individuos atenazados por el miedo, incapaces de compartir ese miedo para conjurarlo.

Lo intentan. A menudo lo consiguen. Consiguen fracturarnos, dividirnos, enfrentarnos. Nos hacen creer que somos distintos, únicos, mejores. Que merecemos un poco más de leña para calentar nuestro hogar o para hacer arder nuestra última pira funeraria.

El mayor empeño de la gente de bien, hoy en día, consiste en unir a los pueblos, a los individuos, a los grupos en los que nos organizamos, para defender lo que es de todos, lo que nos hace iguales, aunque diversos y plurales. Lo que nos hace libres para elegir la vida y salir a defenderla cada día necesitamos a esas gentes.

Gentes de bien frente a los mercados
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