sábado. 20.04.2024

G-ochos�s

Se acaban de reunir los “g-ochos”, los líderes de las mayores potencias económicas mundiales y como cada vez que se reúnen, han decidido arreglar el mundo. En esta ocasión han dispuesto que ha llegado la hora de poner coto al cambio climático, trazando como objetivo recortar a la mitad las emisiones de CO2 en el 2050.
Se acaban de reunir los “g-ochos”, los líderes de las mayores potencias económicas mundiales y como cada vez que se reúnen, han decidido arreglar el mundo. En esta ocasión han dispuesto que ha llegado la hora de poner coto al cambio climático, trazando como objetivo recortar a la mitad las emisiones de CO2 en el 2050. Hay que aclarar, que se refieren a las emisiones actuales, no a las de 1990, base sobre la que se estableció el acuerdo de Kioto, por lo que en realidad ese recorte sería bastante menos del 40 % ( solamente entre 2000 y 2004 se han incrementado en casi un 10 % las emisiones globales de gases de efecto invernadero).

Claro, como ellos son siempre los buenos de la película, le endosan la responsabilidad a los chinos y a los indios, que han cogido la mala costumbre de querer desarrollarse, con crecimientos del 10 % anual del PIB y que emiten gases como motos. Y encima el “Gran Rostro Pálido” advierte, con tono cargado de responsabilidad, que frenar el cambio climático es cosa de “todos” (o sea de los otros), porque sus gases, los de EEUU, aunque emiten hasta 24 toneladas por persona y año (4 veces más que China y 14 veces más que India), se ve que huelen a rosas.

Según estos tipos, el cambio climático es reversible, o sea que puede enfriarse el planeta, como cuando le bajas el fuego a la olla en la que cueces los garbanzos (en África Subsahariana están cambiando las ollas vacías por pateras). Parecen ignorar los informes del IPCC de la ONU, que afirman que si ahora tenemos 379 partes por millón (ppm) de CO2 en nuestra atmósfera, para mediados de siglo, si seguimos con el “botafumeiro” actual, tendremos 600 ppm y la temperatura media global habrá aumentado en más de 4 o C , lo que desatará una reacción en cadena, con una aceleración mayor aún del calentamiento, produciéndose cambios irreversibles de efectos catastróficos, tal como han descrito ya hace varios años, científicos tan prestigiosos como Kump y Lovelock.

Es decir, que al ritmo que nos marcan los “g-ochos” para 2050 la cosa estará que arde, aunque a ellos y al que esto escribe, les pillará ya más bien calvos. Quizás por eso acuerdan estas cosas y encima tenemos que aguantar que nuestro ínclito Barroso diga que ha habido un “notable progreso”. Hombre quizás sea así, si el termómetro que mide el progreso se lo ponen a Bush en esa boquita de piñón, por la que salen a diario tantas sutilezas. Tras un paso rápido por el asunto del petróleo (“¡pero qué caro está todo, oiga, que nos lo bajen de precio!”), han terminado recalando en África (donde ya se comen los zapatos como Charlot en “La quimera del oro”). Por fin los africanos van a poder comer, aunque para que se pongan más en sazón (que también emiten flatulencias), tendrán que aguardar a 2010 y para abrir boca les regalarán unas mosquiteras, para que mientras tanto no se los coman a ellos los mosquitos.

Todo un dechado de caridad evangélico � vaticanista, que han escenificado sentando, no a uno, ni a dos, sino a veintidós pobres a su mesa y les han demostrado lo que es comer de verdad, aún antes de arreglar la crisis alimentaria: ¡diecinueve platos! Por eso entendemos que la Merkel se haya declarado “muy satisfecha” (¡toma, no!) y que para George, la cumbre de los “g-ochos” haya sido "muy productiva" porque "las principales economías del mundo deben sentarse a la mesa, y eso es lo que hemos logrado".

  • No confundir este morfema de acuñación propia, con la voz homófona que se usa en León y Asturias para denominar a un animal de gran aprovechamiento alimenticio.

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