viernes. 19.04.2024

Funcionarios públicos

Es verdad que cuando no hay, no hay. Por más vueltas que se le dé. Así que la nota interna en la que el vicepresidente económico daba instrucciones sobre las retribuciones salariales de los funcionarios debería interpretarse en ese contexto y como un ejemplo de austeridad en la función pública.Pero no es tan sencillo. Bien está el rigor en el gasto público.
Es verdad que cuando no hay, no hay. Por más vueltas que se le dé. Así que la nota interna en la que el vicepresidente económico daba instrucciones sobre las retribuciones salariales de los funcionarios debería interpretarse en ese contexto y como un ejemplo de austeridad en la función pública.

Pero no es tan sencillo. Bien está el rigor en el gasto público. Pero de ahí, a poner a los funcionarios en el punto de mira del gasto hay un abismo. Hay un viejo dicho que tiene la sabiduría de todos �o casi todos- los dichos populares. Es aquel que dice: “El hambre pasa por la puerta del funcionario, pero no entra en su casa”.

Y es cierto que en tiempos de crisis el funcionario tiene, al menos, garantizados sus ingresos. Otra cosa es que esos ingresos sean suficientes y dignos. Y no lo son. Es comprensible que el vicepresidente pida moderación salarial. Dejando al margen que en este país la moderación salarial es la única moderación demostrable, habría que preguntarse si es lógico pedirlo cuando el salario medio de un funcionario es de 1.400 euros Y más. Hay miles de funcionarios que se mueven en torno a los 1.000 euros, por arriba y por abajo, y, además, han visto congelados sus salarios en cualquier situación de crisis.

En torno a los funcionarios corren miles de leyendas. Desde las que aseguran que no trabajan �y los hay- hasta las que aseguran que tienen un salario por encima de la media �lo que no es cierto-. El hambre pasa por su puerta, pero no entra. Y también es verdad que tienen su sueldo �poco o mucho- garantizado. Sin embargo no puede cargarse sobre sus espaldas el peso de la desaceleración económica. Como cualquier trabajador tienen derecho a unas revisiones en torno a las cifras de inflación.

Actuar sobre el gasto público, y más concretamente sobre las retribuciones salariales de este colectivo, es, dicho sea con otra expresión popular, el chocolate del loro. Y todos sabemos que retirar del gasto el chocolate del loro es, al final, inútil y poco efectivo.

A nadie se le oculta �o al menos deberíamos saber- que los sueldos de los funcionarios son distintos y cambiantes. Y que no gana lo mismo el funcionario de la Generalitat, dicho sea sin animo de señalar, que el empleado público de cualquier organismo central. No hay homogeneidad entre unos y otros funcionarios. Y, a lo mejor, habría que empezar por ahí.

Y aunque sólo sea como comentario a vuela pluma conviene tener en cuenta algunos hechos que no dejan de ser preocupantes. En las últimas semanas se han recibido a través de SMS y correos electrónicos convocatorias a una supuesta huelga general que nadie firma, pero que crean un ambiente enrarecido y peligroso.

Es la cacerolada electrónica. Algo que sólo puede llevarnos al desastre y la protesta indiscriminada. No ha habido respuestas ante esta convocatoria. Pero, a mí al menos, me parece muy peligrosa por cuanto es una reacción de difícil cuantificación y más difícil control. ¿Quién quiere aprovecharse de esto?

¿Qué hacer?¿Qué hará? Preguntas
a un azar que ya tiene
las suertes repartidas.


Esperemos que, en contra de lo que escribía José Agustín Goytisolo, la suerte no esté ya repartida.

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