jueves. 18.04.2024

Falacias y mentiras en Oriente Medio

NUEVATRIBUNA.ES - 5.9.2010Según el diccionario, las falacias son el hábito de emplear falsedades para confundir a la gente. No es de extrañar, pues, que los políticos sean adictos a ellas. Pero no sólo la clase política vive y sobrevive gracias a este narcótico imprescindible para ejercer el control y el poder sobre el ciudadano.
NUEVATRIBUNA.ES - 5.9.2010

Según el diccionario, las falacias son el hábito de emplear falsedades para confundir a la gente. No es de extrañar, pues, que los políticos sean adictos a ellas. Pero no sólo la clase política vive y sobrevive gracias a este narcótico imprescindible para ejercer el control y el poder sobre el ciudadano. Los medios de comunicación y también la opinión pública, en su gran mayoría, son esclavos de este viejo deporte universal. Por eso, no es de extrañar que sobre el conflicto de Oriente Medio no se informe, sino que se difundan una sarta de medias verdades y falacias con tal de sesgar la opinión e infundir en el ciudadano una opinión inexacta.

Desde mi punto de vista, no hay ningún otro conflicto violento que genere tanta intoxicación y tanta manipulación informativa como el que se dirime en Oriente Medio. El penúltimo capítulo no es ajeno a tal principio. Israelíes y palestinos negocian por enésima vez la salida pacífica al conflicto que les viene enfrentando casi desde hace un siglo por el dominio de la misma tierra y la manipulación sigue en pie, puntual a la cita. La clase política y mediática del mundo occidental no cesa de propagar a los cuatro vientos las buenas intenciones y la buena nueva de la esperanza del fin del conflicto. Sin embargo, me van a permitir expresar mis toneladas de escepticismo que tengo al respecto, sustentadas, quizás, en demasiados años de fracasos, en problemas insondables entre ambos gobiernos y en tantos intereses ocultos.

Es por ello, tal vez, por lo que todos los procesos de paz en Oriente Medio estén marcados por un profundo desasosiego, por un sempiterno debate entre buenos y malos, entre víctimas y opresores, entre conquistados y conquistadores. Debate que, por desgracia, continúa vigente en estos tiempos en los que a pesar de que las nuevas tecnologías han abierto las puertas a la fluidez de la cultura y al conocimiento universal, el buenismo de cierta izquierda progre y de cierta derecha han condenado casi a la inanición al pueblo judío, achacándole todos los males. Y ahí radica en parte, quizás, mi profundo pesimismo. El sectarismo y el antisemitismo por bandera.

Casi todos los presidentes norteamericanos, cada uno a su manera, han soñado con pasar a la historia arreglando el conflicto palestino-israelí. Todos son conscientes de la importancia que tendría en la historia universal y en su carrera en particular. Todos lo intentaron en nombre de la paz, sin que ninguno haya llegado a rematar sus esfuerzos con el éxito. Posiblemente, quien más cerca estuvo fue Bill Clinton, pero sus intentos cayeron en saco roto como consecuencia de la segunda Intifada, es decir, de la rebelión de los palestinos de Cisjordania y la Franja de Gaza contra Israel. Corría el año 2000 y el Gobierno israelí liderado por Ehud Barak ofreció a los palestinos la práctica totalidad de sus exigencias a cambio de la paz, inclusive con la falta de apoyo de su propio pueblo. Pero Yasir Arafat la rechazó y articuló su última fechoría: una guerra que sesgó la vida de miles de personas.

Como todos sus antecesores en la Casa Blanca, Barack Hussein Obama, también está dispuesto a intentarlo aunque, a mi juicio, coartado por el mundo musulmán, cuyo acercamiento al invento de la alianza de las civilizaciones le lleva a determinar que el apoyo estadounidense al estado democrático israelí es un hándicap para alcanzar tal fin. En todo caso, el compromiso de Obama al involucrarse en el conflicto abre, sin duda, una encrucijada a la esperanza. Ergo, estamos ante una oportunidad de volver a creer que la ventana no se vuelva a cerrar de cuajo, como ha venido sucediendo en las anteriores ocasiones. Pero, no nos engañemos. Palestina no es el enemigo de Israel y viceversa. El enemigo de ambos pueblos, al igual que el de Occidente, es el mismo: el salafismo más radical que se está colando por nuestras ventanas, con total impunidad. Sin embargo, tengo la sensación que no estamos haciendo todo lo posible para evitarlo. Espero equivocarme.

Javier Montilla - Periodista y escritor

Blog: jmontilla.blogspot.com

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