martes. 16.04.2024

Europa pide que se vayan

No hay otras medidas que las coercitivas. No hay medidas humanitarias. La Unión Europea cede ante el miedo. La Unión Europea olvida. Italianos, españoles, alemanes, polacos� repartidos por todo el mundo. Creando barrios enteros en otros países. Llenando barcos que buscaban en otros ámbitos la vida y el futuro que se les negaba en su tierra.Italia los considera delincuentes.
No hay otras medidas que las coercitivas. No hay medidas humanitarias. La Unión Europea cede ante el miedo. La Unión Europea olvida. Italianos, españoles, alemanes, polacos� repartidos por todo el mundo. Creando barrios enteros en otros países. Llenando barcos que buscaban en otros ámbitos la vida y el futuro que se les negaba en su tierra.

Italia los considera delincuentes. Ayer los italianos entraban en América, aportaban su cultura gastronómica, su lengua, el poso de una vieja Europa envejecida y hambrienta. Los irlandeses huían en oleadas y sus descendientes llegaban a gobernar el país más poderoso del mundo.

Hoy Italia los condena a la cárcel por los mismos hechos por los que otros países les acogían ayer con los brazos abiertos. Argentina, Uruguay, Estados Unidos, Chile tienen entre sus ciudadanos gentes que lucen con orgullo sus apellidos italiano, polacos, españoles.

Todo ha sido barrido por el viento del miedo. Lo que un día fue ya no será. Hay que poner puertas al campo, dice la UE. Hay que poner barreras al hambre. Las mismas barreras que se saltaron italianos, españoles, polacos, rusos en tiempos de desesperación.

Que la inmigración es un problema nadie lo puede negar. Lo es. Es verdad que con la inmigración entra la delincuencia. Una determinada delincuencia. ¿Y qué? ¿Criminalizamos a todos los inmigrantes? ¿O seremos capaces de separar el trigo de la paja? ¿El crimen está sólo en los que entran? ¿Qué lleva al crimen?

No se ha preocupado la UE, ni ningún otro país del mundo civilizado, en analizar por qué y qué genera la inmigración. Se ha explotado a lo que llamamos tercer mundo hasta la extenuación. Su riqueza ha engordado bancos y familias. Salía el oro de la fruta, el oro de la mina como ríos de sangre hacia los países ricos.

Cuando se agotó la sangre de las minas, de la fruta, de los bosques, se exportó mano de obra. La civilizada Europa primero exportó esclavos, luego trabajadores baratos. Y ahora dicen que la inmigración es mala. Era buena ayer, cuando limpiaban nuestros retretes y atendían a nuestros ancianos. Era buena cuando construían viviendas, cuando hacían los trabajos que nadie queríamos hacer.

Era bueno un mundo sin fronteras cuando, como decía Pablo Neruda, nos repartíamos la riqueza de la tierrea:


“Cuando sonó la trompeta, estuvo
todo preparado en la tierra,

y Jehová repartió el mundo
a Coca-Cola Inc., Anaconda,
Ford Motors, y otras entidades:
la Compañía Frutera Inc.

se reservó lo más jugoso,
la costa central de mi tierra,

la dulce cintura de América.

Bautizó de nuevo sus tierras
como “Repúblicas Bananas”

y sobre los muertos dormidos,
sobre los héroes inquietos
que conquistaron la grandeza,

la libertad y las banderas,
estableció la ópera bufa:
enajeno los albedríos,
regaló coronas de César,

desenvainó la envidia, atrajo
la dictadura de las moscas”

Todavía Jehová reparte el mundo entre los ricos..

Europa pide que se vayan
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