viernes. 19.04.2024

Europa necesita a Hollande

Al parecer, en el Palacio de la Moncloa cruzan los dedos para que Hollande gane definitivamente las elecciones presidenciales francesas, a costa del correligionario conservador Sarkozy. Es lógico.

Al parecer, en el Palacio de la Moncloa cruzan los dedos para que Hollande gane definitivamente las elecciones presidenciales francesas, a costa del correligionario conservador Sarkozy. Es lógico. Un triunfo socialista en Francia contribuiría a resolver el bloqueo político e institucional de la Unión, sometida hoy al dictado de los intereses alemanes, con la complicidad de un presidente galo obsesionado durante demasiado tiempo por salvaguardar la “grandeur” de la triple A crediticia. El cambio francés daría lugar a un punto de inflexión en las prioridades del gobierno económico de Europa, y los primeros beneficiados serían los países con mayores dificultades, entre ellos España. De Hollande se esperan tres grandes rectificaciones respecto a la estrategia de “Merkozy”. En primer lugar, un cambio en los objetivos y los contenidos del Pacto Fiscal Europeo. El control del déficit pasaría de objetivo único y urgente a objetivo importante y de ejecución flexible. Y junto al control del déficit se establecería la meta del crecimiento y el empleo. Puede que la austeridad draconiana convenga a la economía alemana, pero cada día más analistas confirman sus consecuencias suicidas para las economías en recesión y con altos niveles de desempleo. Europa necesita un plan de estímulo a la demanda, con fuertes inversiones productivas y con ambiciosas reformas competitivas.

La segunda transformación que se espera de Hollande tiene que ver con el papel a jugar por el Banco Central Europeo en la salida de la crisis. El BCE no puede seguir siendo el perro guardián de la inflación alemana, ni puede mantenerse al margen ante los ataques brutales de los mercados financieros sobre las deudas soberanas. Para remontar la crisis, reactivar la economía y crear puestos de trabajo, Europa necesita una política monetaria expansiva. Y para recuperar estabilidad y confianza, las deudas estatales deben ser respaldadas por la institución a la cual hemos cedido nuestros derechos de soberanía, con todas las cautelas que sean precisas, claro está. Pero resulta inaceptable que el presidente del BCE permanezca impasible mientras los tiburones de las finanzas especulativas causan destrozos en algunas economías nacionales.

Las primas de riesgo disparadas permiten el regodeo alemán, pero condenan el presente y el futuro de millones de europeos. Si el Reino Unido, con más deuda pública que España, tiene un banco central que le respalda, ¿por qué nosotros no? No fue para esto para lo que entramos en la Unión. Es más, este problema se está convirtiendo en una fábrica potente de eurocríticos en una sociedad que, hasta hace bien poco, presumía de una simpatía consolidada hacia la integración europea.

La inflexión monetaria llevaría aparejada también la inflexión fiscal, con la ansiada armonización impositiva, la penalización de las estrategias del ‘dumping’ fiscal, y la implantación definitiva del impuesto europeo sobre las transacciones financieras, que contribuiría a financiar los programas de inversión productiva y de cohesión social.

Y el tercer cambio, también definitivo, está relacionado precisamente con los derechos sociales y laborales de los europeos. Cada día resulta más evidente que las fuerzas conservadoras están utilizando la coartada de la crisis, y la temerosa disposición de las poblaciones al sacrificio, para imponer su programa máximo. Al socaire de la “austeridad”, en toda Europa, y muy especialmente en España, se abarata el despido, se faculta para rebajar salarios, se recortan prestaciones, se aplican “copagos”… Un gobierno francés firmemente comprometido con la defensa del modelo social europeo supondrá un muro de contención muy relevante frente la ofensiva del retroceso social.

Además, la presidencia de Hollande serviría para poner fin definitivamente al coqueteo periódico y peligroso del Elíseo con la clientela política de los Le Pen. Los agobios electorales de Sarkozy, y su afán por cubrir el flanco derecho, le llevaron a cuestionar incluso los acuerdos de Schengen y a poner en riesgo una de las libertades básicas para la Unión Europea, la libertad de circulación. El compromiso socialista con los derechos democráticos de ciudadanía será firme frente a las veleidades neofascistas.

Beneficios pues para Europa y para España. Y beneficios muy especialmente para la socialdemocracia europea, que tendrá en la gestión de los socialistas franceses una referencia potente y útil para demostrar que hay un camino alternativo a la izquierda, para superar la crisis y afrontar el futuro con esperanza.

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