viernes. 19.04.2024

Europa: en busca del alma perdida

NUEVATRIBUNA.ES - 28.5.2009 A escasos días de unas decisivas elecciones al Parlamento europeo, los resultados del Eurobarómetro de primavera han hecho saltar todas las alarmas: solo el 34% de los ciudadanos han manifestado que probablemente votarán el próximo 7 de junio. El sondeo, basado en una muestra de 27.218 personas de toda Europa, muestra el creciente desapego de los ciudadanos por los asuntos europeos.
NUEVATRIBUNA.ES - 28.5.2009

A escasos días de unas decisivas elecciones al Parlamento europeo, los resultados del Eurobarómetro de primavera han hecho saltar todas las alarmas: solo el 34% de los ciudadanos han manifestado que probablemente votarán el próximo 7 de junio. El sondeo, basado en una muestra de 27.218 personas de toda Europa, muestra el creciente desapego de los ciudadanos por los asuntos europeos. Europa pierde pulso en un momento en que la Unión Europea y sus instituciones necesitan ser los principales abanderados en la respuesta a la crisis económica y social actual, con la complicidad, el apoyo y la participación activa de los ciudadanos. Las causas de esta situación son complejas y profundas.

La idea de Europa pierde fuelle, parece que ha perdido su alma, fruto de su propio éxito tras más de 60 años de paz, de reconciliación, de estabilidad y de prosperidad. Aquel relato emocional de la segunda mitad del siglo XX y a la que España se incorporó en el último cuarto de siglo, ha quedado superado por nuevos problemas tales como el cambio climático y el nuevo el reto energético, la necesidad de construir un nuevo desarrollo económico basado en la sociedad del conocimiento, la compleja gestión de la inmigración, la precariedad o la falta de empleo, el terrorismo internacional…etc. Los éxitos del pasado no garantizan los éxitos del futuro, por lo que los ideales movilizadores de la idea de Europa tienen que renovarse. Europa debe ofrecernos un nuevo relato, con nuevos objetivos, nuevos propósitos, nuevos procedimientos…, y algunas cosas más.

En un momento de incertidumbre como el que vivimos, es necesario más que nunca, una nueva ética de la construcción europea que se haga cargo del estado de ánimo de la gente. Una estrategia de comunicación política donde el mensaje sea también emocional: participemos para ponernos a la cabeza de la respuesta europea a la salida de la crisis. Una tarea titánica, cuasi imposible pensarán algunos. Pero la “no acción” aparece como la única “no opción” posible. El reto es pues, reforzar el vínculo de credibilidad entre los europeos y la política, siendo capaces de reconciliar de nuevo destino y convicciones. Y para ello debemos explotar todo el potencial de relaciones entre tecnología y política. Reelaborar una estrategia de comunicación política y hacer posible una verdadera Europa 2.0.

Si la política es comunicación, entonces la política europea debe estar basada también en una buena estrategia de comunicación europea. Los medios siempre son limitados, y hace falta explotar al máximo la creatividad política para conseguir ampliar los canales de comunicación y participación entre instituciones y ciudadanos. La comunicación es al fin y al cabo una conversación, por lo que tenemos que facilitar la emergencia de una gran conversación a nivel europeo. El escritor Arthur C. Clarke solía decir que los efectos de las innovaciones tecnológicas suelen ser exageradas a corto plazo pero subestimadas a largo plazo. Todos hablamos del potencial de las nuevas tecnologías, pero pocos somos los capaces de atrevernos a implementar todo su potencial para dialogar e interactuar con los ciudadanos europeos. Por miedo, desconfianza o desconocimiento, somos excesivamente conservadores. Aplicamos modos políticos del siglo XX aunque disponemos de tecnologías del siglo XXI. Las instituciones europeas consignan importantes recursos humanos y financieros a comunicación, pero con resultados más bien modestos. Sólo la Dirección General de Comunicación de la Comisión Europea destina alrededor de 86 millones de euros y emplea a 665 personas según datos de 2007. Una estrategia de comunicación e información principalmente unidireccional que parece no tener el impacto deseado.

La realidad es que existe ya una imparable eclosión de una audiencia interactiva y proactiva, donde las redes sociales de todo tipo son el mejor ejemplo. Con ellas, los ciudadanos nos muestran que están dispuestos a utilizar los nuevos canales de participación, pero la pregunta es: ¿estamos dispuestos desde las instituciones a compartir el proceso deliberativo con ellos, a permitir caminar hacia formas de toma de decisiones verdaderamente comunitaria?

Thierry Mallet ha denominado “el quinto poder” a la nueva legión de usuarios compuesta por diferentes clases sociales y segmentos edades interconectadas a través de los nuevos medios. La aparición de la “Generación P” -la generación de la participación-, compuesta por millones de personas conectadas a través de las nuevas tecnologías de la comunicación y de los micro-medios, abre interesantes posibilidades para “conectar” e interactuar con los ciudadanos de diferentes sectores sociales y profesionales. Pero para poder entender las redes sociales, para saber cómo se mueve la gente y por qué, hay que meterse dentro. Y eso significa también aceptar que esas interacciones múltiples no son siempre ordenadas, siendo necesario igualmente, un trabajo en paralelo de ordenación, de gestión, de elaboración.

El impacto de las redes sociales y los micro medios han venido a revolucionar la forma en que los ciudadanos buscan y consumen información. Weblogs, Podcasts, Videocasts, Wikis o las RSS – Really Simple Syndication –, están revolucionando la tradicional relación y jerarquía en el mundo de la comunicación política entre instituciones y ciudadanos. Se ha gestado un enorme ejército de “periodistas ciudadanos” con el PC y la conexión de banda ancha como única arma, pero potencialmente letal para la imagen de las instituciones.

La información, la comunicación y la publicidad entre instituciones y ciudadanos ha sido tradicionalmente asimétrica, siendo las primeras las que tenían más y mejor información. Pero las nuevas tecnologías han traído el fin de esa jerarquía. El proceso top-down –de arriba hacia abajo- está quedando obsoleto frente a los consumidores y los ciudadanos ahora permanentemente conectados.

La conectabilidad fuerza a que las instituciones deban aprender a comunicarse y relacionarse con los ciudadanos de una manera más transparente y con un nuevo lenguaje adaptado al de éstos para poder seguir formando parte de su imaginario emocional. Es un nuevo escenario, una nueva cultura de producir información, de comunicar y relacionarse, donde la información y las personas son la nueva energía.

Así pues, las instituciones de la Unión Europea, los gobiernos, y todos aquellos que compartimos una idea de Europa integrada e integradora, abierta y solidaria, deberíamos reflexionar y tejer nuevas estrategias y complicidades en materia de comunicación con los ciudadanos. Ésta debería basarse en el compromiso, en la innovación y en la empatía con el entorno, y, mediante una cuidada gestión de la comunicación, en conseguir un mayor sentimiento de pertenencia de los ciudadanos.

El alma de Europa son sus gentes. Si Europa y los ciudadanos se reencuentran, recuperaremos el pulso, la ilusión y la pasión por el fascinante proyecto de presente y de futuro que es la Unión Europea. La tarea, por lo tanto, está clara: comunicar más y mejor Europa.

Pau Solanilla es asesor en temas europeos. Ha sido Secretario General de los Jóvenes Socialistas Europeos.

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