miércoles. 24.04.2024

Especuladores frente a contables

Poco a poco, cometiendo error tras error desde hace 14 meses –mayo del 2010–, facilitando sin querer la labor a los especuladores, los burócratas de la Comisión y los políticos del Consejo se van dando cuenta de que las supuestas soluciones de la financiación en los mercados especulativos de las deudas públicas no funcionan. Pasado un año desde la creación del fondo de 750.

Poco a poco, cometiendo error tras error desde hace 14 meses –mayo del 2010–, facilitando sin querer la labor a los especuladores, los burócratas de la Comisión y los políticos del Consejo se van dando cuenta de que las supuestas soluciones de la financiación en los mercados especulativos de las deudas públicas no funcionan. Pasado un año desde la creación del fondo de 750.000 millones de euros, la prima de riesgo es igual o algo más elevada para Grecia, Portugal e Irlanda que hace un año. Ahora se hacen esas cosas llamadas eufemísticamente –o estúpidamente– pruebas de estrés a los bancos, las aprueban salvo excepciones, y la prima de riesgo de España e Italia aumenta al día siguiente, situándose el 18 de julio –día del golpe criminal de Franco, sus secuaces y los cientos de miles que les apoyaron- en 367 y 332 puntos básicos por encima del bono alemán a 10 años, respectivamente. Los burócratas y contables de Bruselas –algunos con el título de economistas– están desesperados porque no saben cómo calmar a “los mercados”. Es muy difícil combatir al lobo cuando se disfraza de cordero y tú te lo crees. No me gusta el aforismo del lobo porque desde los reportajes de Rodríguez de la Fuente vemos a los lobos de otra manera. Lo que quiero decir es que a las cosas hay que llamarlas por su nombre. No estamos ante mercados que actúan con cierto grado de competencia de tal manera que se limitan a seguir forzados las leyes de la oferta y la demanda. Esos “mercados” son especuladores, fondos de inversión tipo Goldman Sachs, Morgan Stanley o J. P. Morgan, que sólo pueden sobrevivir subvirtiendo esas leyes de la competencia. En primer lugar, su estructura interna es de tal manera que sólo mediante pingües ganancias que le da la especulación pueden sobrevivir; segundo, sólo forzando el deterioro del valor de las deudas emitidas (mercados primarios) pueden vender lo que no tienen a plazo –o comprándolo a sus clientes– a un precio, para recomprarlo posteriormente al contado a un precio menor. De ese deterioro se ocupan las agencias de calificación. No hacen falta que se supongan de acuerdo: con un “efecto rebaño” entre machos alfa es suficiente. En el mundo animal eso sería una contradicción; en el de los especuladores, no. No hace falta llegar a la teoría de la conspiración. Esto es lo que ha quedado de las supuestas bondades de la mano invisible de Adam Smith en “los mercados”. Son las teorías, prácticas y justificaciones neoliberales las que están impidiendo llegar a las soluciones para evitar el desastre. Y lo terrible es que los mismos neoliberales que avalaron con sus teorías estas prácticas siguen en sus cátedras. Aquí, en esta piel de toro, sigue insistiendo desde el ABC el profesor Juan Velarde Fuertes en las soluciones fracasadas. Es sólo un ejemplo. Nos queda el consuelo de que este profesor es ya un profesor emérito y no puede causar más daño intelectual en la Universidad.

El problema ahora es que las supuestas soluciones con las que ingenuamente o estúpidamente han estado jugando los burócratas de Bruselas ya no sirven ante los valores de la prima de riesgo de las deudas públicas de España e Italia. Unos simples datos echan por tierra esas soluciones-juguete que nunca lo han sido.

2010          PIB           Deuda/PIB

Francia      1.947.576    81,7%

Italia         1.548.816    119,0%

España     1.062.591     60,1%

Grecia       230.173       142,8%

Portugal    172.546        93,0%

Irlanda      153.939        96,2%

Fuente: Eurostat y elaboración propia

Vemos en el cuadro anterior que la suma del PIB de Grecia, Portugal e Irlanda es de 557.000 millones de euros, frente al PIB español de 1.063.000 millones de España. Si tuviéramos en cuenta la economía sumergida de España calculada en un 20% significaría que el PIB de los tres países periféricos apenas llega a la mitad del español. Y si pensamos que el fondo de estabilidad (FEEF) acordado es de 750.000 millones de euros para estos tres países, ello significa que se necesitaría 1.500.000 millones de euros para rescatar a España en un hipotético default. Dicho de otra manera, ¡se necesitaría todo el PIB de Italia –al menos de la Italia oficial– para dotar a ese fondo! Y si incluimos a Italia como problema y no como solución –en aras de la realidad– se necesitaría 3.520.000 millones de euros, que es la suma del PIB de Italia y Alemania. ¿Los de Bruselas hacen números? A veces una simple regla de tres de las que nos enseñaban en el colegio es más efectiva que los teoremas del punto fijo de Brower y Kakutani para el equilibrio general, las ecuaciones diferenciales o el cálculo de variaciones. Y lo dice alguien que ama y estudia las matemáticas y su historia. ¿Qué significa todo esto? Simplemente que las soluciones que burócratas, políticos y contables con título de economistas han pergeñado para los tres países periféricos menores –Grecia, Portugal e Irlanda– son un puro dislate para el siguiente periférico que es España y un absoluto ridículo para la suma de la tercera y cuarta economías de la zona euro que son España e Italia. ¿Cuál es la solución? A corto plazo sólo hay una: que el Banco Central Europeo esté dispuesto a suscribir deuda pública de los estados miembros de la UE hasta que las primas de riesgo de estos países bajen estrepitosamente. A medio plazo, cambiar de asesores, jubilar a los contables con títulos de economistas y contratar economistas. Para saber quién es quién sólo hay que preguntarles una cosa: ¿qué es lo prioritario, combatir el déficit rebajando el gasto público o recuperar la solvencia a medio plazo aumentando el gasto? Sí dicen lo primero, son contables cretinos que no aprenden de la experiencia; si dicen que lo segundo, son economistas que saben que un país camina al desastre si la prima de riesgo media que tiene que pagar a medio plazo supera la tasa de crecimiento del país. Hasta ahora golean los contables. En España los Juan José Toribio o los Juan Velarde Fuertes, por ejemplo. Iba añadir a Cristóbal Montoro, pero este no es nadie intelectualmente, sólo un servil lacayo a las órdenes de Rajoy, este registrador de la propiedad que sabe de economía lo que yo de Teología.

A largo plazo la solución es un salto gigantesco en la construcción europea: un solo sistema fiscal, un solo centro emisor de deuda pública, un techo único de gasto público. Eso o volver a las monedas anteriores al euro, es decir, a la espantada británica. Ni siquiera el FMI puede ni quiere dotar un fondo capaz de hacer frente a un posible default hispano-italiano.

Un síntoma del despiste generalizado del qué hacer de los burócratas de Bruselas es cuando se les pide a las agencias de calificación que sean buenas, honradas y profesionales, cuando no son nada de estas cosas. Dice un refrán español que el mejor desprecio es no hacer aprecio. Eso es lo que hay que hacer. Por ejemplo, que cuando un país solicita una ayuda –aval, préstamo o subvención– los de la UE y los del FMI dejen de fijarse en las calificaciones que otorgan estas tres agencias miserables que son juez y parte y, además, cobran a los propios que califican. En todo caso que creen ya una Agencia Pública Europea de calificación –por ejemplo- que tenga tal cometido y financiada con dinero público para evitar el cohecho permanente de las Standard and Poor´s, Moody´s y Fitch.

Otra estupidez que se ha enseñoreado en la política económica es lo de presumir o exigir ante todo solvencia a las entidades de crédito. Volvemos a la secta de los contables. No es difícil para un banco buscar la solvencia si se le da tiempo. Los que hemos trabajado en un banco lo sabemos. El problema para la economía –para la del país, no para la del banco– es que eso se hace indefectiblemente a corto plazo a costa del crédito, es decir, a costa de la misión fundamental de un banco o, en general, de una entidad financiera, que es tomar dinero con una mano y prestarla con la otra. Si sólo hace tomar dinero y no prestarlo en aras de la solvencia, si todos los beneficios los convierte en reservas, lo que ocurre es que ese banco se convierte en un mero fondo de inversiones, pero el desastre para la economía está servido, porque deja de prestar en las cantidades que necesita el país para salir de la crisis. Sí, el banco estará más capitalizado, será más solvente, pero su papel será nefasto para el resto de las empresas del país, porque se apropia del ahorro y no lo convierte en inversión real indirectamente. Esto viene ocurriendo en España desde hace tres años. Y no hay un banca pública –el ICO es insuficiente– que lo compense. Y hay que recordar que lo público desde un punto de vista económico no se define por la propiedad, sino por el papel que juega para los intereses generales del país y por los criterios de su actividad. Las ya casi fenecidas cajas tenían una supuesta participación pública de comunidades, partidos y sindicatos, pero actuaron –y actúan– de forma procíclica, al igual que la banca privada. Es decir, se guiaron por criterios privados, aunque tuvieran la guinda no desdeñable de la “obra social”.

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