España vista desde Brasil

NUEVATRIBUNA.ES - 1.9.2009Este verano he pasado unas vacaciones en Brasil, en el interior del estado de Bahía en medio del Sertao, esa tierra agreste y seca donde Jorge Amado sitúa el origen de Gabriela en su famosa novela.
NUEVATRIBUNA.ES - 1.9.2009

Este verano he pasado unas vacaciones en Brasil, en el interior del estado de Bahía en medio del Sertao, esa tierra agreste y seca donde Jorge Amado sitúa el origen de Gabriela en su famosa novela. Desde que Marco Polo nos ilustrara con los relatos sobre sus viajes a la corte del Gran Kan y el turismo se masificara, cada vez que viajo no puedo resistir la tentación de comparar lo recientemente conocido con la realidad de nuestra vida y nuestro país.

Lejos del Brasil turístico y tópico al que nos tienen acostumbrados, la vida en aquellos pueblos no es fácil. Aunque su nivel está muy por encima de la media de América Latina, el “interior” dista mucho de llegar a la altura de Río o Salvador, por lo tanto lejos del que tenemos en Europa y concretamente en España. Nací en un pueblo de La Mancha en aquellos años grises de la dictadura donde mantener la luz era un milagro; donde no había tuberías para el agua; donde la televisión, la nevera o un cuarto de baño eran un lujo asiático. De alguna manera el Sertao se parece mucho a mi tierra así que no me fue difícil adaptarme. Con tiempo para pensar no he podido sustraerme a comparar aquello con nuestro nivel de vida.

Conocido es el defecto tan español de no estar nunca contento con lo que tenemos y quejarnos de lo más mínimo. ¡Qué pronto se nos ha olvidado la pobreza y la falta de medios de los que adolecíamos hace apenas cuarenta años! Cuando se ve duchar a un niño con el agua del grifo en medio del patio; cuando encontrar una botella de leche (líquida dicen allí porque tienen la costumbre de utilizar leche en polvo) es difícil porque falla la distribución; o cuando desplazarse de una ciudad a otra no es tan fácil como aquí porque las comunicaciones y las carreteras no son tan buenas, entonces es cuando te acuerdas de lo que tienes y no le sabes dar el valor que merece, costumbre por cierto también muy española.

La experiencia del viaje me ha hecho rememorar mi infancia y la España de entonces. Con pocos años de diferencia, la de hoy está a años luz. Es verdad que aún tenemos mucho que mejorar en la democratización del país; en acabar con el terrorismo o la corrupción; en elevar el nivel de nuestros políticos; en acabar con el paro (en Brasil el salario medio está entre 150 y 200 euros); en redistribuir la riqueza… Pero el nivel de vida de la media de los españoles está al del mejor país del primer mundo.

Llegar a casa y tener asegurada la luz y el agua. Disponer de nevera, televisiones, ordenadores, juegos electrónicos para los niños y cualquier necesidad material elemental, es algo que no se sabe apreciar hasta que no se compara con quien no los tiene. Por no hablar de la limpieza, las comunicaciones, la sanidad o el acceso a cuantos productos facilita la sociedad de consumo a un precio relativamente asequible. No vivimos en el mejor mundo posible. Es verdad. Estamos en crisis y tenemos muchas dificultades. Sin embargo es un logro inapreciable afrontarlas desde la comodidad y la riqueza del estado actual. ¡Ah!, se me olvidaba. Y en España ya no hay mosquitos: los acabamos.

José Luis Egido es periodista.