miércoles. 24.04.2024

Escuchando un triste bolero 37 años después

Corría el año 1977 cuando, siendo muy pequeño, fui a topar en mi antigua casa de San Sebastián, donde nací, con un vetusto vinilo repleto de tristes boleros...

Corría el año 1977 cuando, siendo muy pequeño, fui a topar en mi antigua casa de San Sebastián, donde nací, con un vetusto vinilo repleto de tristes boleros. Recuerdo que Lucho Gatica rezaba en la portada del disco. La llamada Transición comenzaba a dar sus primeros pasos, la restaurada monarquía elegida por Franco era aceptada por casi todos y la palabra democracia, tras casi medio siglo de oscura dictadura, sonaba tan limpia como anhelada. Nadie podía imaginar entonces que 37 años después algunos elegidos en las urnas iban a decidir, ideología liberal en mano de hierro, desnaturalizar lo conseguido en décadas, derechos y libertades, en favor de un puñado de intereses privados, mientras otros, elegidos porque sí, por dinastía, iban a dilapidar a velocidad de vértigo el supuesto crédito que, quizás, cada cual valorará, alguna vez tuvieron. 

Al tiempo que escribo este artículo está sonando uno de aquellos cadenciosos boleros que por primera vez escuché entonces, “Quizás, quizás, quizás”, del cubano Osvaldo Farrés. Cuando yo aún tenía toda la vida por delante, la monarquía impuesta era asumida por muchos como un mal menor y la democracia en España sonaba a hermoso deseo para un futuro mejor.

"Por lo que tú más quieras", me podrías decir de algún tablero de “juego”, llámese Ajedrez o Monopoly; amistad, relación de pareja o estado democrático, en el que, cuando una de las partes rompe las reglas, ese acto de perversión del marco común no tenga enormes consecuencias en el desarrollo de la partida; y de ellas, probablemente, la más trascendente sea que el jugador engañado se sienta desvinculado del reconvertido juego tal cual se le trata de imponer.

"Quizás, quizás, quizás" me podrías explicar cómo es posible que un gobierno repleto de amigos episcopales esté actuando de ejecutivo “preservativo” por antonomasia, preservando el parlamento con vallas y antidisturbios a granel; preservando toda la calle donde se encuentra la sede de su partido en Madrid como si la ciudad entera fuera una suerte de cortijo familiar; preservando su mayoría absoluta con tropeles de decretos; preservando su manipulación demagógica con la Radio Televisión pública; preservándose, en suma, a ellos y su privado modelo de democracia “liberal-preservativa”, de aquellos en quienes reside, según cuenta la constitución española de 1978, la soberanía de este estado, los ciudadanos.

"Y yo desesperando", sigo por encontrar a alguien que me de las pautas para denominar a un país, un sistema, en el que las pelotas de goma, además de ser usadas por los niños que juegan al Fútbol en los patios o pasillos de sus hogares o colegios, además de ser un peligro para las ventanas, bombillas o televisores de las casas o entornos de juego de esos niños, sean  también usadas por el Gobierno para reprimir a quien discrepa, y al mismo tiempo grandes y pequeños tengan que enfrentarse al incesante martilleo de los helicópteros de las fuerzas de seguridad del Estado, pájaros mecánicos garantes únicamente de quienes desde tierra los pilotan y que con su repetitivo rugir solo buscan amedrentar hogares, esperanzas, convicciones y voluntades.

"Y así pasan los días", sin que nadie me pueda decir por qué, si las monarquías son un anacronismo histórico en cualquier sistema que se pretenda realmente participativo, plenamente democrático, algo que parece difícil de rebatir, aún siga nuestra corona vivita y coleando, dinástica y cobrando. Estando fuera de época y espacio, siendo algo así como un pingüino en el Polo Norte, un oso polar en el Sur o un panda rojo en Madrid; que podrá haberlos, y de hecho los hay, pero no sin un avión o barco de por medio para trasladarlos, siendo algo, decía,  antinatural con el concepto de democracia participativa, ¿Cual es el porqué de nuestro presente monárquico? Y encima ahora, especialmente en este momento, cómo puede seguir siendo cuando, visto lo visto en el último año, “empalmado lo empalmado”, la interacción entre lo Real, monarcas y séquito, y lo REAL, los ciudadanos y nuestro constitucional estado de derecho, más parece una amistad muy peligrosa y perjudicial que otra cosa. Quizás, me pregunto y te pregunto ¿No habrá llegado el momento para que la democracia suba el último de los peldaños en la estructura de nuestro estado asumiendo también la jefatura?

"Estás perdiendo el tiempo pensando, pensando" en cómo explicarme lo que no puede ser explicado, y menos aún entendido, el por qué la justicia en nuestro país se mueve a la velocidad de los continentes, esto es, más o menos al ritmo al que nos crecen las uñas, en todo lo que atañe a corrupciones, prevaricaciones o malversaciones, ya sean estas políticas o regias, y sin embargo torna en judicial gacela cuando se trata de otros menesteres más de andar por calles, expresar malestares o vivir bajo techos.

Siempre que te pregunto que ¿Cuándo? ¿Cómo? y ¿Dónde?, Tu siempre me respondes”: Ahora, con abusadas mayorías absolutas, con reiteradas ausencias de ética política, más a diestro pero también a siniestro, y aquí, en el reino de España. "Quizás, quizás, quizás"

Escuchando un triste bolero 37 años después