viernes. 29.03.2024

Esa amante

La seguía de noche, cuando la luna quería. A pleno sol la seguía. Celoso de su cintura cuando Aznar, cuando Zapatero la abrazaban. Cuando el matrimonio homosexual, cuando la ley de dependencia, cuando la memoria histórica, cuando crecían los derechos de la mujer. Cada movimiento de su cuerpo en las manos de otro, en la alegría de otro, en el disfrute de otro. Se hacía querer sin llegar, sin permitir las manos, los labios.

La seguía de noche, cuando la luna quería. A pleno sol la seguía. Celoso de su cintura cuando Aznar, cuando Zapatero la abrazaban. Cuando el matrimonio homosexual, cuando la ley de dependencia, cuando la memoria histórica, cuando crecían los derechos de la mujer. Cada movimiento de su cuerpo en las manos de otro, en la alegría de otro, en el disfrute de otro. Se hacía querer sin llegar, sin permitir las manos, los labios. Piropos, sólo piropos hasta que volvía la espalda en las urnas y se marchaba con otro hasta Moncloa a convivir con el consentimiento del pueblo. Sólo quedaban cada mañana los mapas, cada tarde los mapas, cada noche los mapas.

Noviembre por fin. Dos mil once. 20-N en Cuelgamuros y en el rincón del corazón de muchos. Fecha agazapada, cubierta de burka negro, con un olvido sin olvido. Venía de crear tres millones de puestos de trabajo,  de bajar los impuestos para alegrar el consumo, de subir las pensiones para que los viejos bailen en Ibiza, de que los dependientes tengan cariño para alimentarse de caricias. “Mariano, devuélvenos la alegría” Y Mariano, gozoso de viagra para una amante conseguida, repartió tallos vedes de gloria para que España tuviera lo que Zapatero le había arrebatado. Y quiso hacer de la amante emperatriz de Lavapies y adornarle con claveles la Gran Vía…

Europa, Merkel, los mercados, la prima de riesgo, el Ibex treinta y tantos. La presentó a sus contertulios y pretendió obligarlos a doblarse ante la amante-amante, cortejada y conseguida, cada noche arrullada, honrada cada día como la legítima bendecida, como la Bruni de ayer con Sarkozy desterrado.

Montoro, De Guindos, Soraya, María Dolores, besando cada mañana a la amante del jefe. Envidiándola Esperanza porque Esperanza lleva años envidiando, lleva el odio en los genes, en el gesto retorcido de desprecio, porque le escuece más lo que no es, lo que nunca será, que lo conseguido en la Puerta del Sol con uvas fin de año y 15-M acampando.

“Mariano, devuélvenos la alegría”  Mariano cansado, con el sabor amargo que deja la amante, la oscura relación del deseo consumado, la imposibilidad de decirle que se acaba el amor, que cada noche se extrañan las estrellas y se odian las exigencia de un cuerpo joven que chorrea lujuria por las sábanas de seda. Mariano sufre turbulencias interiores, baches aéreos que descompensan la altura, vértigo de cumbre añorada y odiada, al mismo tiempo todo, porque así es el amor, imán devorador y deseo de huida.

A Mariano lo acorralan los despechos. Despechada Merkel que tiene a Europa en un puño. Los mercados, la prima, el BCE, el FMI. El ministro dependiente de Alemania que impulsa su silla y atropella a Grecia e Italia. Hay mucho despecho por el cariño olvidado. “Es una deuda que tienes que pagar como se pagan las deudas del amor” Y Mariano recuerda a la compañera Angela que coloca la disyuntiva de siempre: O España o yo, Mariano. Y Mariano sabe que siempre se vuelve a aquel primer amor. Y sube los impuestos a los de más abajo. Wert-ministro desnuda la educación que para eso es ministro de educación. Y Mato mata la sanidad. Y así se va desguazando el consumo, a base de IVA engrandecido, de pensiones mutiladas, de dependencia abandonada, de pago sobre pago y pago de medicamentos, de pagas extras sustraídas, de sueldos congelados y disminuidos, de despidos masivos, de reformas laborales para crear empleo que en realidad es una fábrica de parados, de hospitales a media asta, de ayudas al hambre suprimidas, de un millón setecientas mil familias sin que ningún miembro pueda salir cada mañana a comprar pan, con trescientos mil niños con una sola comida al día.

No es reconocida la amante. Odiada parece por destruida. Sin iniciativa para restaurarla. Flácida de muslos y de pechos.

Algunos la recordamos todavía cuando iba entusiasmada hacia el progreso, hacia el bienestar social, hacia la alegría de la convivencia en libertad. Porque existió antes de que el nazismo económico la encerrara en el campo de concentración donde si entras pierdes toda esperanza. Y allí estamos, comiéndonos unos a otros para que se sacien los bancos, para pagar las deudas del desprecio. Merkel tiene elecciones y tiene que ganarlas pisando cadáveres. No importan. Ya no sienten. Ella quiere un imperio donde no se ponga el sol.

Morirse poco a poco es muy duro. Pero no hay que preocuparse. Uno termina muriéndose. Que nadie llore. Cada uno se envuelve en su mortaja de pena, de asco y se hace tierra fecunda, para siempre tierra.

Esa amante
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