viernes. 19.04.2024

El valor de la amistad

A veces conviene tener una cierta calma. Y esperar. Porque si no, resulta que las primeras impresiones pueden salir directamente del corazón y no de la cabeza. El nuevo Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero es, cuando menos, sorprendente. No conozco la personalidad de muchos de sus ministros, con lo que lo más prudente es darles esos cien días de cortesía parlamentaria que casi nunca se concede.
A veces conviene tener una cierta calma. Y esperar. Porque si no, resulta que las primeras impresiones pueden salir directamente del corazón y no de la cabeza. El nuevo Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero es, cuando menos, sorprendente. No conozco la personalidad de muchos de sus ministros, con lo que lo más prudente es darles esos cien días de cortesía parlamentaria que casi nunca se concede.

Pero dicho esto, sí quisiera expresar una cierta desazón que, inevitablemente, hace llegar la composición del nuevo Ejecutivo. Los finos analistas políticos parecen coincidir en que se trata de un Gobierno al que han sido convocados por Zapatero muchos de sus amigos. Y que conste que creer en los amigos tampoco está mal. La amistad es siempre una virtud.

Sin embargo, lo que está bien en otros ámbitos, en las tareas ejecutivas puede plantear, cuando menos, algunas dudas. Sobre todo, porque confirma una voluntad personalista, alejada de las decisiones colegiadas que debería tener un partido democrático como el socialista.

El retorno de Miguel Sebastián era, seguramente, algo cantado. Cuando nadie quería enfrentarse electoralmente a Alberto Ruiz Gallardón, Miguel Sebastián dio un paso al frente y, aunque con más voluntad que acierto le quitó, de momento, a Zapatero un quebradero de cabeza. Habría que decir para decirlo todo que esa buena voluntad se tradujo en una campaña torpe y polémica que le costó al PSOE algunos concejales.

El resultado es que Sebastián ha vuelto más fuerte que cuando se fue y se ha traído de la mano a otros amigos suyos que han pasado a ocupar áreas del Gobierno. Como en la canción de María Elena Wals, “La Cigarra”, se podría decir aquello de: “tantas veces me mataron, tantas veces me morí / sin embargo estoy aquí, resucitando”. Puede él también dar las gracias al veneno y a la mano con puñal, porque lo mató tan mal�.

El problema está en que el PSOE como tal ha quedado en una posición un tanto desairada. Y, al final, queda la duda de si el partido tiene o no algo que decir en una decisión tan importante como la de formar Gobierno. Poco ha dicho. Por no decir nada. Habrá que reconocer, dicho sea de paso, que ni Felipe González en sus mejores tiempos ha tenido tanto poder como ahora tiene el secretario general. Zapatero no eso solo dueño de sus silencios, sino, también, de sus discursos.

Y, como guinda, resulta preocupante que el nuevo ministro de Trabajo e Inmigración, Celestino Corbacho, haya utilizado, antes y después de su nombramiento, un discurso con los inmigrantes muy parecido al que utilizó el propio Mariano Rajoy en la campaña electoral. Algunas de sus opiniones podía habérselas ahorrado. Nada aportan y crean serias dudas. Habrá también que darle su tiempo, pero resulta preocupante que los problemas de los emigrantes sean la beca de comedor o la asistencia sanitaria. Lo que causa una cierta angustia sobre las promesas de poner en esta legislatura un especial énfasis en las políticas sociales.

A vuela pluma, lo menos que despierta el nuevo ejecutivo es esa desazón de no entender del todo qué ha pretendido Zapatero. El camarada tiempo tiene la respuesta. Como en todo.

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