miércoles. 24.04.2024

El reto de Comisiones Obreras

Hasta hace muy poco tiempo la mayoría de los creadores de opinión, o así llamados, venían sosteniendo el carácter coyuntural de la crisis y la factibilidad de su solución en el medio plazo mediante la adopción de una suma de medidas, entre las cuales brillaba la necesidad de un retorno a la estricta regulación de los mercados financieros.

Hasta hace muy poco tiempo la mayoría de los creadores de opinión, o así llamados, venían sosteniendo el carácter coyuntural de la crisis y la factibilidad de su solución en el medio plazo mediante la adopción de una suma de medidas, entre las cuales brillaba la necesidad de un retorno a la estricta regulación de los mercados financieros. Ciertas minorías llamaban la atención acerca de los supuestos estructurales o “sistémicos” sobre cuyas bases se debía interpretar la situación creada, en el marco de la crítica al sistema capitalista. Y, de entre estos últimos, algunos incluso se atrevían a pronosticar el carácter terminal de esta fase del capitalismo y se aventuraban a señalar un futuro alternativo en una dirección igualitaria.

Lo cierto es, sin embargo, que sea una u otra la explicación acerca del estado de cosas en el que vivimos, en Europa no se vislumbran al día de hoy perspectivas de alteración de las graves consecuencias que para las condiciones de vida y trabajo de las mayorías sociales está acarreando el rumbo que toman las decisiones económicas de los gobiernos, subordinadas en todo caso a las medidas impulsadas por el “Directorio Europeo” (Francia-Alemania) y el peso determinante del poder financiero.

La realidad es sombría y se antoja casi imposible no vaticinar que la situación podría ser aun peor en el corto y medio plazo. En estas circunstancias, surge el debate sobre cuál ha de ser el marco de acción que deben adoptar las fuerzas políticas y sociales que representan orgánicamente a esas mayorías y cuya aspiración sea subvertir un panorama tan desolador. La respuesta no es fácil. Por un lado, la configuración social de amplias y sostenidas resistencias resulta de compleja articulación si no va acompañada de un relato teórico lo suficientemente esclarecedor en la identificación de soluciones viables y realizables ante los problemas que enfrentamos. La ciudadanía necesita, en este sentido, divisar un horizonte más o menos preciso para sentir cierta seguridad de que merece la pena luchar por llegar a él. Y por ahora parece que no se atisba ese horizonte. Por otra parte, la fragmentación de las clases subalternas, con diversos componentes e intereses, supone una barrera objetiva que impide la cristalización de un denominador común a partir del cual instrumentar las acciones de rechazo a las diferentes agresiones de variada contextura que les golpean. Tampoco en este orden de cosas se perciben nuevas formas de integración de clase que reactualicen un sentido compartido de pertenencia.

Por su parte, otras expresiones de crisis global, energética, climática, social, o demográfica, tienen como efecto una gran conmoción, rápidos cambios en los estilos de vida, desorientación, anomia, y graves desequilibrios, a lo que se añade una cada vez mayor concentración de la riqueza y el poder político y mediático en muy pocas manos. De modo muy llamativo, entre todo ello aparece un aumento de la capacidad de las élites dominantes en la creación de consentimiento entre las poblaciones, incluso en situaciones casi extremas.

Es evidente desde esta perspectiva que la profundidad de los problemas es de tal dimensión que no parece muy acertado buscar en la responsabilidad de los actores tradicionales (partidos de la izquierda transformadora, sindicatos de clase, “viejos” nuevos movimientos sociales..) las causas determinantes de la postración, o la ausencia de alternativas. Además de las causas subjetivas, efectivamente existentes en mayor o menor medida, que anidan en estas formaciones, son señaladamente factores objetivos los que condicionan la posibilidad real de cambio. La clave sería, por tanto, una correcta lectura de estos factores por parte de las organizaciones alternativas y la adopción de estrategias adecuadas a la naturaleza de las transformaciones. Con ello también se retroalimentarían, según creo, otras reformas necesarias en estas entidades.

La superación de las limitaciones para la toma de conciencia de las clases subalternas, derivadas del nuevo escenario, deviene de este modo en el reto más importante al que debe hacer frente la constelación de organizaciones y movimientos de signo igualitarista y alternativo con vistas al diseño de una estrategia de rearme y a la definición de un nuevo modelo económico, político y social.

En este sentido, el contexto cambiante, con el rápido aumento del empleo temporal, del trabajo autónomo, del paro y la dispersión empresarial, junto con la degradación salarial y el desmantelamiento de los servicios públicos, convierte al territorio en lugar privilegiado de la acción política y social, no sólo en su condición de objeto de protección ecológica, de marco de localización de actividades productivas o de organización urbana, sino en cuanto concepto ligado a los fenómenos de concentración geográfica de las desigualdades y del cúmulo de dificultades de acceso a los bienes de consumo básico para un número de ciudadanos que aumenta exponencialmente. Esta dimensión territorial está directamente unida a la precariedad, categoría comprensiva de toda una nueva forma de vida y no solo de una forma de relación laboral, como ha señalado el profesor Antonio Baylos, que fija en un espacio geográfico concreto esa manera de vivir, una cierta identidad común, y que requiere un tipo de acción diferente de los sujetos políticos y sociales, muy singularmente del sindicalismo confederal.

En este periodo histórico la defensa de los intereses sociolaborales del conjunto de las clases subalternas hace necesario movilizar y poner en valor los recursos del Sindicato para intentar ofrecer soluciones a los trabajadores y trabajadoras no sólo en el centro de trabajo, o en el ámbito institucional de la concertación social, sino también de forma prioritaria para abordar las consecuencias derivadas de la precariedad y la deslaboralización, desplegando acciones solidarias de proximidad, poniendo en marcha experiencias de apoyo sociolaboral y a la auto-organización, la formación y el cooperativismo en los núcleos urbanos en los que se concentra la población más vulnerable al paro o la inseguridad, y que encuentra su identidad y sus tiempos de vida en el lugar de residencia, más que en el lugar de trabajo, tan precario como su relación laboral. Ante lo que Luis Enrique Alonso ha llamado la “crisis de la ciudadanía laboral”, el Sindicato debe proponerse conseguir un nuevo anclaje social y un vínculo comunitario desde la acción molecular en los barrios, como específicos escenarios espaciales de la desigualdad. Siendo necesario ofrecer un horizonte y un relato que haga posible una esperanza de futuro emancipatorio para las clases subalternas, este tiene que venir dado por una nueva clave de intervención social y sindical en esos términos, que al mismo tiempo contribuya a dar sentido unitario a reivindicaciones e intereses parciales.

En el sindicato Comisiones Obreras hay condiciones para explorar este camino. Sus señas de identidad aún mantienen en parte la cultura política que forjó su nacimiento y posterior implantación, cimentada en la socialización democrática y asamblearia no carente de estrategia, estructura y organización. El posterior ensamblaje de este sindicato en la concertación social y en la negociación colectiva lo ha dotado de cuadros y recursos, más allá de críticas y autocríticas posiblemente fundadas sobre una excesiva institucionalización. También, cuando ha sido necesario, se ha sostenido la combatividad frente a los retrocesos sociales y laborales. A su vez, el origen de Comisiones Obreras tuvo mucho que ver con una determinada orientación política de fondo, la cual, sin embargo, en afortunada decisión, desactivaba en paralelo el modelo de “correa de transmisión” del partido, que el propio Marx rechazaba, como nos recuerda José Luis López Bulla. Del mismo modo que Comisiones acertaba a insertar su estrategia en el análisis de las transformaciones productivas que acaecían en aquel momento fundacional hoy debe hacerlo en la metamorfosis de la sociedad del trabajo.

Para dar lúcida perspectiva y soluciones a las mayorías sociales, a la sociedad del trabajo, Comisiones Obreras debería dedicar a esta cuestión una buena parte de los debates de su próximo congreso confederal.

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