viernes. 29.03.2024

El "Retaule del Flautista" de Artur Mas

Los embrollados dichos y hechos que han caracterizado el gobierno de Mas en sus primeros cien días parecen inspirados en la farsa teatral de “El Retaule del Flautista” de Jordi Teixidor, más que en el teatro del absurdo del “Ubú, Rey”, de Alfred Jarry, cuya adaptación por Els Jutglars quiso retratar al régimen de Jordi Pujol en el apogeo de su poder.

Los embrollados dichos y hechos que han caracterizado el gobierno de Mas en sus primeros cien días parecen inspirados en la farsa teatral de “El Retaule del Flautista” de Jordi Teixidor, más que en el teatro del absurdo del “Ubú, Rey”, de Alfred Jarry, cuya adaptación por Els Jutglars quiso retratar al régimen de Jordi Pujol en el apogeo de su poder.

En el “Retaule”, Teixidor -inspirado en “El Flautista de Hamelin” de los Hermanos Grimm- describía los sórdidos intereses y divertidos enredos tejidos entre los distintos gremios, dirigentes, militares, eclesiásticos e industriales de un pueblo invadido por unas ratas, que bien podrían parecerse a esas mismas que durante siete años usurparon el gobierno de la Generalitat a sus legítimos propietarios

La versión del “Retaule” de Artur Mas tiene más intérpretes que la grandiosa representación de la “Passió d’Esparraguera”. No faltan “aristócratas” como Mascarell; estrellas mediáticas como los hermanos Pujol, que se pasan el santo día perorando en TV3; industriosos empresarios como Prenafeta reaparecido debajo de los legajos de la Operación Pretoria; supervivientes del naufragio del Caso Palau como Ángel Colom –el socio de la Rahola en el extinto PI- y Daniel Osácar, el Bárcenas de CiU; incluso -para que no falte de nada- los tradicionales caganés interpretados por Félix Millet i Tusell y, el tránsfuga de sí mismo, Jan Laporta.

Desde el mismo momento en que Artur Mas prometió al electorado catalán que se constituiría el “Gobierno de los Mejores” se podía suponer que no se trataba más que de un presuntuoso y disparatado eslogan publicitario. Produce asombro que un partido como CiU - que se las da de moderno y democrático - pudiese incurrir en la osadía de usar un término como “gobierno de los mejores” que es, como Platón define en La República, la forma del gobierno aristocrático.

Nada de Platón, ni de Sócrates, ni de Aristóteles, lo del “gobierno de los mejores” no es más que una transposición refinada del mesetario “a por ellos oé, oé, oé”. Se trata de una “futbolistización” de la política, es decir un episodio más en la senda de convertirla en una competición entre los plutócratas del Real Madrid y los aristócratas del Barça y reducir así al zoon politikon aristotélico a meros forofos.

No hacía falta -como decía Manel García Biel- esperar cien días del gobierno de Artur Mas para darse cuenta de que eso de los mejores no era más que una promesa hueca y más propia de la charlatanería futbolera que de un de un liderazgo político dispuesto –nada más y nada menos- que aixecar el país de la postración a la que había arrastrado a Catalunya el mil y una vez denostado Tripartito. Pero aunque no hiciese falta esperar tantos días para ver como se pone en evidencia la presumida petulancia del President Mas, estos cien días de gobierno de los mejores esclarecen la distancia sideral que existe entre la glamorosa mercancía publicitada por los candidatos y el producto podrido que les llega a la mesa de los ciudadanos para su consumo diario.

La composición del “aristocrático” gobierno de Mas resulta de una candorosa transparencia en cuanto sus objetivos. ¡Ya se sabe que lo mejor es enemigo de lo bueno¡ Veamos: se nombra para “reformar eficientemente” la sanidad pública -¡tachín ,tachán¡- a Boí Ruiz - presidente de la Unió Catalana d`Hospitals, la desinteresada patronal del negocio de la salud- que, con la vocación de servicio público que se le puede suponer, procede a despedir médicos, enfermeras, cerrar quirófanos y demás tropelías dirigidas a dejar la sanidad pública catalana al nivel de Kosovo; la consellera, Irene Rigau, responsable de la educación prefiere pasar a denominarse de enseñanza -que parece lo mismo, pero no lo es- y, en unidad de acto, anuncia del tirón el despido de cinco mil maestros interinos, acortar las horas lectivas, reducir el 80% de los gastos en electricidad, calefacción y material escolar (no se sabe si anunciara programas complementarios de distribución de leche en polvo, queso americano y prendas de abrigo vintage para los niños pobres ) y, paralelamente, financiar colegios privados segregacionistas del Opus Dei, emulando al gobierno de los mejores de Esperanza Aguirre; tampoco se queda atrás, en cuanto a congruencia, el nombramiento de como consellera de justicia, de Pilar Fernández, una abogada del estado (por supuesto español) que hace unos meses emitía informes sobre la ilegalidad de los simulacros de referendos del dret a decidir y hoy va y ejerce su voto (por la independencia, se supone) sin ningún tipo de contrición; qué decir de ese maestro de economistas Mas Colell que no tiene ningún reparo en quejarse cada cuarto de hora de que no tiene pasta ni para pagar las nóminas- por culpa de “Madrit” y el Tripartito- pero no tiene empacho en suprimir el impuesto de sucesiones que le representa un quebranto a las arcas públicas de 450 millones de euros del ala; o, ya puestos a ello, no se debe olvidar a la señora Esther Sánchez que fue nombrada Secretaria de empleo tras su brillante asesoría a Yamaha en el despido de 388 trabajadores, seguramente como entrenamiento para ejercer su nuevo cargo.

Mención especial en esta constelación de estrellas debe recibir la vicepresidenta Joana Ortega, que durante cuatro años no dispuso de tiempo para suprimir de su currícula su falsaria condición de psicóloga, pero que no perdió ni un segundo en anunciar la “remodelación” del Memorial Democratic -bajo la supervisión de una orweliana dirección general de Qualitat Democrática- en un instrumento de reconciliación entre catalanes (una nueva edición del Nosaltres Sols). Según el superior criterio de la vicepresidenta Ortega, las víctimas catalanas represaliadas por los republicanos deben ser tratadas con igualdad a las víctimas del franquismo ( a saber que hubiese pensado de ello su compañero de partido Carrasco i Formiguera que fue fusilado en el siniestro penal de Burgos). Por si quedaba alguna duda sobre la extraña equidistancia de la olvidadiza Ortega, tan pronto ordena el cierre del local del Memorial con la burda excusa de que puede que tenga goteras-o algo así- como que, dado el tiempo de austeridad que sufrimos, recorta la subvención a la Asociación de expresos políticos de Cataluña.

Muchos analistas y opinadores dijeron que la derrota de la izquierda catalana, y el consiguiente triunfo de la coalición de CiU, podía achacarse a la procelosa reforma de l’Estatut que, sostenían, rompía la sagrada unidad de España y embarcaba a sus bases sociales en una deriva identitaria más propia del nacionalismo excluyente que de una izquierda social. Incluso algunos sectores de la izquierda española no tuvieron escrúpulos en sumarse al pelotón de lapidación y al coro de plañideras que levantaban el dedo acusador cada vez que el Tripartito tomaba una decisión. Tanto da que fuera ésta la implantación de cámaras en las comisarías de los mossos, la moratoria de nuevas construcciones en el deteriorado litoral, la defensa de la lengua catalana, la denuncia de las carencias de financiación de los servicios públicos e infraestructuras o la prohibición de las corridas de toros. De hecho se podría afirmar que las ominosas campañas catalanofóbicas –incluido el grotesco boicot al cava catalán- alentada por grupos fascistas y jaleada por el PP, sólo encontró como respuesta en el resto de España un denso silencio entre muchos de los defensores de boquilla de la España plural y del federalismo. Por no hablar de esos social/liberales de pro que preferían como socios parlamentarios en Madrid- y en el Gobierno de la Generalitat- a CiU , antes que al peligroso Tripartito. Para algunos lo único relevante de la gestión del Tripartito consistió en las patochadas-ciertas- del odiado Carod Rovira y la impostada teatralidad de una ERC más preocupada en desempeñar el papel de Lucifer del independentismo de pacotilla que de gobernar lealmente con sus socios. De manera que para los medios de la Villa y Corte la vertebración del federalismo en España pasaba a ser una especie de antipática extravagancia, el sostenimiento del “walfare state” en Catalunya un acto de egoísmo insolidario y los partidos de izquierda catalanes unos vendidos al nacionalismo/ étnico/ identitario.

Podrían, quizás, ponderarse algunas explicaciones alternativas para la derrota de la izquierda y del irresistible ascenso de Artur M., como podrían ser el impacto de la Gran Recesión, que no distingue entre soberanistas, independentistas, charnegos, lerrouxistas o botiflers a la hora de arrojarlos al paro y a la ruina. Algo tendrá que ver posiblemente el auge de la feroz xenofobia que arraiga en algunos sectores populares como reacción desconfiada a la crisis. También -¿porqué no?-podría tener algo que ver que entre los catalanes de toda condición se incuba una cada vez mayor desafección hacia unas instituciones y partidos más preocupados en su propia perpetuación que por los asuntos que preocupan y ocupan a los ciudadanos. No se debe tampoco descartar que muchos- ¡muchísimos¡- catalanes estén hasta los mismísimos collons de soportar la agresiva desafección y desprecio de muchos-¡ muchísimos¡- españoles castizos a la lengua catalana, a la cultura propia, a la honorabilidad de sus instituciones y también hacia sus intereses que, por cierto, son tan legítimos como los de los demás pobladores del estado español. ¿O, no?

Se podrá fingir que los centenares de miles de ciudadanos que salieron a la calle a manifestar su santa indignación contra la asombrosa sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut en realidad participaban en una folclórica costellada popular. En esa misma línea de sagaz análisis político, se querrá considerar que las 554 simulaciones de consulta sobre el dret a decidir, así como los 9000.000 votantes que han participado en ellas, no pasan de ser una especie de concentración de collas de castellets amenizadas por gegants i capgrossos. Se puede -con toda razón- denunciar la flagrante falta de garantías de esas consultas que carecen de legalidad y controles y pueden facilitar la manipulación y el pucherazo con la misma facilidad que lo hacían y deshacían Mubarak o Ben Ali. Vale, pero ya va siendo hora que los ciudadanos catalanes federalistas encuentren pronto, por algún rincón de la sociedad española, a sus almas gemelas federalistas. Porque si en el futuro los federalistas catalanes no tienen –como aquel coronel de García Márquez-quien les escriba puede que prefieran seguir al encantador flautista antes de quedarse solos en Hamelin.

El "Retaule del Flautista" de Artur Mas
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