jueves. 25.04.2024

El PSOE y la idea de transformación

La ideología socialista ha marcado la historia de España durante los últimos 130 años. El PSOE ha significado, históricamente, la llave para la transformación de la sociedad y la herramienta para reducir sus desigualdades.

La ideología socialista ha marcado la historia de España durante los últimos 130 años. El PSOE ha significado, históricamente, la llave para la transformación de la sociedad y la herramienta para reducir sus desigualdades. Sin embargo, en los últimos años, y muy especialmente tras las últimas elecciones celebradas el 20-N, algunos aspectos ideológicos que históricamente han sido sinónimo de socialismo en España y que han suscitado una adhesión mayoritaria del cuerpo político, se han empezado a cuestionar por los ciudadanos propiciados por una nefasta gestión del que ha sido su secretario general los últimos 11 años. Si el PSOE quiere recuperar la hegemonía política, tendrá que reformular una idea renovada de su idea eje: TRANSFORMAR, acorde a la nueva realidad global de nuestro tiempo. Merece la pena realizar un breve recorrido de la relación entre las clases sociales y la ideología conforme a su idea de transformación que la encarnaba, para tratar de situar y entender el momento presente de crisis y la necesidad de repensar la idea transformadora.

ORIGENES MARXISTAS

Los orígenes del PSOE son profundamente marxistas. La concepción del Estado y de la sociedad, seguirá el modelo expuesto por Marx y Engels y tomado de manera mecánica y ortodoxa por los primeros líderes como Morato, Iglesias, o Jaime Vera. Para todos ellos, la interpretación política y los análisis que se derivan, estarán en función de los intereses de su comunidad política ideal, el pueblo (o clase trabajadora), sobre el que se representan los anhelos, las esperanzas y los proyectos políticos. La situación del pueblo se explica por las condiciones materiales del mismo, siendo la base de un sistema social dominado por la burguesía (ellos dirán oligarquía, clericalismo y militares), que determina las relaciones sociales de producción, y de ahí la superestructura (desde la ideología, la cultura, hasta la naturaleza del Estado). El PSOE de los primeros años hasta los años 30, va a auspiciar la necesidad de definir una idea de transformación social. Aunque el nivel del debate teórico en el seno del PSOE era muy inferior al de otros partidos socialistas europeos: el aporte teórico inicial del PSOE se basa en una interpretación escolástica del marxismo ante la realidad de un país con un escaso desarrollo económico y político y con unas enormes desigualdades sociales. La difusión, según la conocida expresión orteguiana, de una «nueva sensibilidad», al menos desde 1890, caracterizó de este modo la «crisis de legitimidad» del sistema de la Restauración al plantear de lleno el problema de España el pueblo y una idea de transformación que acabara por liquidar el caciquismo, la corrupción, la arbitrariedad, la explotación de los campesinos en los campos, de los obreros en las fábricas, cambiar también las condiciones culturales del pueblo, de la relación entre las clases y el Estado, etc. En medio de este ambiente de creciente disconformidad ideológica, los primeros síntomas particulares de crisis del positivismo en el fin de siglo estuvieron acompañados básicamente de un sentimiento de ruptura política por parte de «los nuevos partidos políticos» (entre los que el PSOE comenzaba a ser el referente por contener una idea profunda de transformación), quienes expresaron su rechazo a los valores de la tradición.

Este relato va a estar presente, con matices liberales e interpretaciones marxistas menos ortodoxas como las de Prieto, Fernando de los Ríos o Julián Besteiro, hasta la Guerra Civil. El análisis resultó bastante efectivo puesto que el PSOE consiguió ser hegemónico en diversos momentos y siempre constituyó la referencia para la clase obrera. Era el inicio de una época nueva. Pero no se olvide que también en las mentalidades de finales del siglo XIX y principios del XX, existía la sensación de que se estaba acabando la época de la seguridad, y que se caminaba hacia un periodo de decadencia y de incerteza. En todo caso, el marxismo clásico a finales del siglo XIX y durante el siglo XX acabó por penetrar intensamente en todas las formas del saber social, con mayor o menos visibilidad. Desde luego marcó en gran medida la sociología desde Max Weber (que no tomaba como referente el socialismo, pero sí las aportaciones decisivas de Marx) y Ferdinand Tönnies, hasta Pierre Bourdieu y Loïc Wacquant, que han tratado de ampliar el análisis de las relaciones de clase y la crítica de la cultura.

UNA IDEA DE TRANSFORMACIÓN NUEVA

En este sentido, el marxismo abierto se inscribe sin duda en la tradición cultural de una teoría crítica de la sociedad contemporánea. El desarrollo de modo de producción iba parejo con cambios significativos en la organización político-jurídica de la sociedad capitalista. En las sociedades democráticas de masas, con la extensión del sufragio universal y la legalización de los partidos obreros, se abrían nuevas posibilidades de acción política en el marco de la legalidad. El PSOE, comenzó a comprender esto, de manera práctica, durante la dictadura de Franco. La idea de transformación ahora debía comprenderse holísticamente: importaban las estructuras productivas, por supuesto, pero habría que configurar una idea de transformación nueva, más amplia, más diversa y diversificada conforme a los nuevos modelos de desarrollo industrial de postguerra. Los Partidos Socialdemócratas estaban siendo legalizados en los países europeos, y existía una fuerte inclinación entonces a su transformación en partidos reformistas tras la catástrofe del totalitarismo. Se vislumbra la posibilidad de una vía democrática y pacífica hacia la instauración de una sociedad socialista y pluralista. La ironía de la historia —afirmó Engels— es que las transformaciones se podían alcanzar con los medios legales más que con los medios ilegales y la revolución. Para Bernstein, la socialdemocracia persigue la conquista del poder político en una república democrática no para derrocar la democracia, sino para adaptar el aparato del Estado a las necesidades de las clases populares (clases subalternas), y utilizarlo como arma de poder en su defensa. De ahí también el temor perceptible en esa época de las clases dominantes a las victorias electorales de los partidos de los trabajadores.

MADURAR SU IDEOLOGÍA

De 1939 a 1975, España vivió bajo un régimen autoritario, de dictadura personal, encarnada por el general Franco que mantuvo un férreo control sobre la sociedad española. A pesar del monolitismo ideológico del régimen, que solo las circunstancias hicieron cambiar en lo accidental, Franco tuvo que apoyarse en distintos sectores sociales que integraban el bloque dominante: falangistas, monárquicos (tradicionalistas o de don Juan), militares, franquistas puros y tecnócratas. Todos ellos, contenían concepciones políticas que conformaban la España de Franco y que serán contestadas por los socialistas. Cuestiones como la liberación de España, el aislamiento del país, la influencia de EE.UU. y del Vaticano, convirtiendo a España, según los socialistas “en una colonia” de estos países, así como la situación económica, serán tenidas en cuenta por los socialistas, dibujando una fisionomía de la sociedad altamente cambiante en torno a los intereses de la dictadura. Pero el eje principal seguía siendo la clase obrera, que era la principal receptora de los discursos de denuncia franquista.

Durante la dictadura, el PSOE madurará su ideología, conteniendo aspectos como una visión más incluyente del cuerpo político propiciada en buena medida por el derrocamiento intelectual de las dos Españas de Franco, pero sobre todo, teniendo presente los sistemas democráticos que se estaban configurando en Europa. De tal manera que, a partir del desarrollismo, los socialistas son conscientes de que las características del pueblo han cambiado, conformándose por primera vez en España una incipiente clase media que tiene nuevas demandas y aspiraciones. Es importante mantener presente que las reformas que Bernstein está postulando no se refieren solo un sistema de beneficios, sean sindicales o sociales, sino que al sistema político mismo -especialmente el de su tiempo-. Para él, la democracia es un concepto no solo mejorable sino un objetivo político al que se debe llegar -por ejemplo, a través de la lucha por el derecho de los sindicatos a participar no solo en la administración de empresas sino también en la dirección política de un país- así, define democracia, negativamente, como : “la ausencia del gobierno de clases (...) el principio de la supresión del gobierno de las clases aunque no todavía la actual supresión de las clases.”

El Estado en muchas ocasiones había dejado de ser el verdadero agente integrador del pueblo. Los gobernantes, en cambio, no siempre se sumaron al proceso de modernización propiciando la división del pueblo, convirtiendo al Estado un agente de división y no de unificación de la sociedad.

El sentimiento de progreso de la sociedad y del país en los socialistas españoles se percibe como algo que debiera ser natural, tal y como sucedía en su entorno occidental. Se concebía que la idea de la evolución de las sociedades y posteriormente, la convicción de que el progreso y la evolución social podrían alcanzarse por medio del esfuerzo intencional y planificado (lo que corrientemente llamamos políticas de desarrollo), y era algo que no había sucedido en el pasado y que el Franquismo estaba de nuevo impidiendo.

TEORÍAS DEL DESARROLLO

En esos años, los socialistas beben de las teorías marxistas y neo-marxistas del desarrollo; que fue muy influyente en el mundo subdesarrollado, durante las décadas de los años 50 y 60. Básicamente, las ideas de la Modernización estaban enraizadas en las teorías económicas de J.M. Keynes. En éstas se sostiene que las sociedades humanas pasan por un lento proceso de evolución durante el cual las instituciones sociales se hacen más y más complejas, adquieren más conocimiento de sí mismas y del ambiente mundial y son capaces de satisfacer mayores demandas de bienes para la producción y reproducción de sí mismas. Distintas razones históricas hacen que unas sociedades sean más avanzadas que otras. Para que las sociedades menos avanzadas en materias sociales, económicas y culturales -es decir, menos desarrolladas- lleguen a ser iguales a las desarrolladas, deben pasar en forma acelerada, consciente y por voluntad de sus gobernantes (lo que implica la articulación política y social), por una transición igual de etapas de desarrollo, que las etapas vividas por los países más evolucionados (o desarrollados) social, económica y culturalmente. Algo que ni mucho menos se daba en España.

Esta relación entre Estado y sociedad civil debía repensarse de tal manera que afirme la necesidad y la conveniencia de establecer estrictos límites al alcance de la acción estatal, expandiendo la esfera de la vida social autónoma por todos sus miembros. En segundo lugar, las instituciones estatales deberían hacerse más responsables ante la sociedad civil redefiniendo sus funciones de protección, coordinación y regulación de las vidas de los ciudadanos.

Son las instituciones y el Estado reglado y no en último término la hegemonización de un Estado proletario, los que garantizan ahora la idea de transformación. Que, además, debían garantizar la articulación, la convivencia y desarrollo de la sociedad. La identificación socialista se fundamentaba en la transformación económica de su fisonomía. Ahora las instituciones del Estado deben ser entendidas más bien como instrumentos para sancionar legislación, promulgar nuevas políticas, moderar conflictos inevitables entre intereses particulares dentro de los bien definidos límites legales, y para evitar que la sociedad civil padezca nuevas formas de desigualdad y tiranía.

PARTIDO MAYORITARIO DE LA CLASE MEDIA

El papel jugado por el PSOE en los años de la Transición fue importante. Desde 1970 lo que se produjo en el seno de la familia socialista fue el predominio de la organización clandestina en el núcleo dirigente. Además, hubo un ascenso de un grupo de militantes formados en lo que se puede denominar segunda generación del exilio, en su mayor parte niños durante la guerra civil o en la postguerra..

Por lo tanto, en estos años, hubo una glorificación de la experiencia de clandestinidad de posguerra sobre la memoria que representaba la España de la República y la Guerra Civil. Ahora el discurso político estará orientado en las expectativas que la forja de la futura España democrática. Era una idea proyectiva de país. Un proyecto político de futuro, que fue la Transición y que supo ser capaz de entender la nueva estructura de la sociedad (formada por la clase media), así como la creación de las instituciones propias de ese nuevo modelo que debía conectarse con Europa (el Estado del bienestar). El objetivo seguía siendo el mismo: ser el partido mayoritario de esa nueva gran clase media mayoritaria que se había creado desde los años 60. De manera que, el discurso, las aspiraciones y los valores tenían que ser otros y compartidos por los ciudadanos. Para ello, el PSOE trabajó intensamente en la creación de una idea transformadora incluyente; fundamenta en tres ideas: la asimilación e integración en Europa como forma y estilo de vida, la idea de progreso a través de la reforma política y el desarrollo de las instituciones del bienestar (educación, sanidad, pensiones) y la identificación con los valores constitucionales (tratando de ser el partido que los encarnara).

EROSIÓN PROGRESIVA

Pero la idea de transformación que identificaba al PSOE desde la Transición, se han ido erosionando progresivamente con Rodríguez Zapatero. Además, el cuerpo político que trata de representar también ha experimentado nuevas formas de socialización y en consecuencia, nuevas maneras de percibir la política. A la vista de muchos, el PSOE de Zapatero ha dejado de representar una idea de transformación basada en Europa (en la que se piensa, España no juega un papel relevante ni es capaz de determinar ninguna política), y sobre la que el PSOE, no ha tenido un proyecto político claro. Tampoco ha tenido éxito el PSOE en las instituciones del bienestar (donde se tiene la impresión creciente de que el PSOE es cómplice de una política organizada de recorte del Estado del bienestar), y en todo caso, es incapaz de formular una economía de valor añadido que garantice su calidad y sostenimiento. Pero especialmente el PSOE ha fracasado en ser el partido de la identificación de los valores constitucionales, cuando muchos ciudadanos perciben a este partido como el principal responsable (cómplice junto con el PP) de deteriorar el funcionamiento del sistema democrático, impidiendo su regeneración. Es más, en muchas ocasiones, los líderes han alimentado con sus declaraciones, o sus hechos, que la opinión generalizada de que, la actividad política, para ellos, es un modo de promoción social, de cursus honorum, estando siempre al servicio del jefe de la tienda, y pendientes de aprovechar la ocasión para ascender. A este tipo de gente, jamás le ha preocupado reformar la estructura del Estado, transformar su fisonomía, hacerla limpia y no opaca, porque ellos son los principales beneficiados de que ese status quo se mantenga indefinidamente.

ESCASA FORMACIÓN IDEOLÓGICA

Además los responsables del PSOE están demostrando escasa formación ideológica y muy poca calidad ética. Con este comentario expreso lo que considero debió ser una obligación: la dimisión inmediata de Zapatero como secretario general del PSOE tras la jornada electoral, una vez conocidos los resultados. Es algo que no solo digo yo, sino que lo expresó de manera, vamos a decir, enérgica, el editorial de EL PAÍS. Considero inaceptable que este señor quiera tener influencia en el proceso de renovación del PSOE. No tiene ninguna legitimidad, ni él ni todos los que han asentido a sus maneras personalistas y autoritarias de dirigir el partido. A todos los aduladores que confunden la lealtad con la sumisión, lo único que les debe esperar es la soledad. En este nuevo congreso, tienen que salir a la palestra cosas tan importantes como el modelo de partido, es decir, la manera de acercar el partido a sus militantes y simpatizantes y volver encarnar lo que han sido sus señas socialdemócratas desde la Transición. No puede permitirse que un partido tan importante para la democracia española como el PSOE haya tenido gente tan incompetente e incapaz como en esta etapa, de manera que si el partido no rechaza de plano el burocratismo, el corporativismo, el elitismo, o el personalismo de los líderes actuales, y no reformula la idea de transformación de manera nítida, sin lugar a dudas, se va a periclitar.

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