viernes. 26.04.2024

El programa ajeno

NUEVATRIBUNA.ES - 11.6.2010No ha parido la Virgen María, pero lo parece. El motivo de tanta alegría, evidente en fotos y declaraciones, ha sido el acto del grupo del PSOE en el Congreso para celebrar una centuria de parlamentarismo socialista. Bajo un enorme retrato de Pablo Iglesias (¡Pobre hombre!, si el viejo tipógrafo levantara la cabeza, seguro que fundaba otro partido) tuvo lugar el encuentro de diputados de varias legislaturas.
NUEVATRIBUNA.ES - 11.6.2010

No ha parido la Virgen María, pero lo parece. El motivo de tanta alegría, evidente en fotos y declaraciones, ha sido el acto del grupo del PSOE en el Congreso para celebrar una centuria de parlamentarismo socialista.

Bajo un enorme retrato de Pablo Iglesias (¡Pobre hombre!, si el viejo tipógrafo levantara la cabeza, seguro que fundaba otro partido) tuvo lugar el encuentro de diputados de varias legislaturas. Y es comprensible la alegría que produce el reencuentro con viejos camaradas, antiguos adversarios fraternales y colegas de la militancia pura y dura, al decir de González, que allí estuvo y brilló, pero no se entiende el optimismo destilado para consumo de los amigos más fieles. Ni el país está para alegrías, ni el PSOE ni el presidente están para muchos trotes, a tenor de los resultados de las últimas encuestas, así que no se sabe a qué viene tanta alharaca.

En una coyuntura difícil, el acto fue un apoyo a Zapatero para respaldar las controvertidas medidas adoptadas contra la recesión, juzgadas como un ejercicio de responsabilidad y de decisión. “Esto es gobernar; tomar medidas duras”, dice Zapatero que le comunicó González tras conocer sus tajantes medidas de ajuste, pero en realidad, tras esa general aprobación se ocultaba una gran contradicción, porque eran, en gran parte, las medidas que hubiera aplicado el Partido Popular, calificado allí de oposición irresponsable. Que sí que lo es, porque está demostrando cada día que este país le importa muy poco, pero eso no quita importancia a las medidas adoptadas por el PSOE ni evita su sesgo antisocial.

Se puede estar de acuerdo en que gobernar es adoptar medidas duras; gobernar, por lo pronto, es decidir, y a este Gobierno le ha sobrado talante y le ha costado decidir; pero si gobernar es adoptar medidas duras habrá que preguntar para quién serán duras. Y aquí el desacuerdo con el Gobierno es patente. Las medidas adoptadas son duras para los trabajadores, los jubilados, los pensionistas, los dependientes, los emigrantes; son duras, muy duras, para los más débiles. Es decir, para quienes no han provocado la crisis pero sufrirán, los sufren ya, sus peores efectos.

Dicen los expertos -yo no lo soy- que no cabe adoptar otras; que los demás países del entorno están adoptando medidas semejantes, aunque no sé si tan unilaterales, ni con tanta dureza y con tanta rapidez, pero no podemos olvidar quienes gobiernan en otros países, ni que nos hallamos bajo los desastrosos efectos de tres décadas de hegemonía conservadora. Por tanto, un partido de izquierda (en el PSOE dicen que lo son) no puede presentar como un acierto el haber adoptado el programa de la derecha para combatir la crisis.

Uno, que es un romántico del siglo XIX y tiene una visión poco pragmática de la política, cree en su ingenuidad que el programa electoral es un contrato que vincula al partido que lo propone -es iniciativa suya- con quienes lo aceptan y lo votan; porque, a pesar de las apariencias, no se vota a una persona, o a una lista de personas -no es un concurso de belleza-, sino que se votan programas, ideas y proyectos, que se convertirán luego en actos y decisiones. Por esta razón, cuando se piensa cambiar de programa, hay que volver a consultar.

Con mayor motivo si se trata de una situación de emergencia, como es una recesión que puede durar años y de medidas que, como se ha dicho, pueden durar décadas. Llevamos dos años de continuos parches en un sentido y en otro; la salida de la recesión, para ser creíble, necesita un gran respaldo político, del que ahora carece el Gobierno. Lo más práctico, y lo democrático, a no ser que se piense que la democracia hay que dejarla de lado en circunstancias como la presente, hubiera sido convocar elecciones presentando un programa de ajuste como el ya adoptado, lo cual hubiera obligado al PP a salir de esa cómoda indefinición y a presentar el suyo. Y luego confiar en que la ciudadanía votase el programa que estimara más conveniente o el que le diera menos miedo. Así que alegrías, pocas.

José M. Roca - Escritor

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