viernes. 26.04.2024

El paraguas de la crisis

NUEVATRIBUNA.ES - 5.5.2009En los años de las vacas con sobrepeso a ningún empresario se le ocurrió reclamar una reforma laboral. Es cierto que apenas tenían tiempo. Estaban muy ocupados en echar a paladas los fajos de billetes en los furgones blindados una vez retirado el Dioni. Bien se les podría haber ocurrido, por ejemplo, que si sus beneficios se multiplicaban por tres los sueldos lo hicieran en la misma proporción.
NUEVATRIBUNA.ES - 5.5.2009

En los años de las vacas con sobrepeso a ningún empresario se le ocurrió reclamar una reforma laboral. Es cierto que apenas tenían tiempo. Estaban muy ocupados en echar a paladas los fajos de billetes en los furgones blindados una vez retirado el Dioni. Bien se les podría haber ocurrido, por ejemplo, que si sus beneficios se multiplicaban por tres los sueldos lo hicieran en la misma proporción. Mientras los corsarios de la especulación se forraban con las recalificaciones y los bandoleros del cemento traficaban con el derecho constitucional a una vivienda digna, a los currelas se les subcontrataba a veces sin papel alguno, muchas más con salarios miserables y a la inmensa mayoría en unas condiciones de seguridad laboral deplorables. Entonces no había pandemias financieras ni gobiernos ineptos ni zarandajas que valieran. Lo que había era mucha desvergüenza. Y esa coyuntura no ha cambiado en España por mucho que lo diga el FMI o Rita la cantaora.

La crisis hunde las economías de los más débiles pero con ella emerge la desfachatez de los más poderosos. De aquellos que, al calor de esta adversidad, pretenden seguir cebando el negocio si no a costa de ganar más, sí a costa de gastar menos en algo tan superfluo como la mano de obra digna. Que un banco gane dos mil millones menos no es perder dinero. Simplemente es ganar algo menos. Parece mentira que haya que explicar estas perogrulladas a gentes con tanto master en universidad americana� y tanta cara en la universidad de la vida. No es que quieran abaratar el despido. Es que, para muchos de ellos, debería ser libre y gratuito. No es que quieran contratos de media hora. Es que no incluyen el derecho de pernada porque algunos están ya en una edad poco propicia para esos alborotos.

La ciencia demostrará más pronto que tarde que cuando los ricos saquean menos es porque o los políticos son unos inútiles o los trabajadores son unos vagos o los sindicatos son unos chorizos. Cuando no todo a la vez. Cómo pensar siquiera que, con las excepciones debidas, la ambición desmedida, la prisa por comprarse un yate, la falta de previsión y el ver al empleado como una carga financiera en vez de como una pieza fundamental del sistema productivo tengan algo que ver. Menuda memez.

Cuando uno conoce a colegas que se levantan a las seis de la mañana para llevarse un jornal de ochocientos euros al mes y oye a tipos trajeados que se gastan con la visa de la empresa lo mismo en un almuerzo de trabajo en el que, tras eructar con discreción, piden que le den una patada en el culo a precio de saldo lamenta que todos los deseos que le asaltan estén tipificados en el Código Penal. Bajo el paraguas de la crisis muchas empresas han pergeñado una limpieza de corrales con vistas al futuro.

Por la puerta salen trabajadores con derechos consolidados y salarios dignos y, cuando sea menester, entrarán otros a mitad de precio. Antes deberán pasar por la preceptiva prueba del plato de lentejas. Es decir, o lo tomas o lo dejas. Cuando las cosas van mal la dirección convoca en asamblea a los trabajadores para pedirles que se aprieten el cinturón pero cuando iban bien el consejero delegado ni les invitaba al club de golf ni a las mariscadas con los concejales de Urbanismo. También es cierto que tampoco nosotros les invitamos a las barbacoas. Y es que cuando la clase obrera se pone vengativa es la mar de competitiva.

Germán Temprano es escritor y periodista

JAULA DE GRILLOS

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