sábado. 20.04.2024

El Papa y el horror

Habla el Papa del horror. Habla de los abusos cometidos por el clero en Estados Unidos y uno no sabe si pide perdón o lamenta que se haya conocido tanta maldad, tanto crimen. Probablemente pida perdón. Hay que pensar que pide perdón. Porque dice que le duele tanto sufrimiento causado. No encuentra palabras para describirlo.Bien está. Pero han sido años de ocultamiento.
Habla el Papa del horror. Habla de los abusos cometidos por el clero en Estados Unidos y uno no sabe si pide perdón o lamenta que se haya conocido tanta maldad, tanto crimen. Probablemente pida perdón. Hay que pensar que pide perdón. Porque dice que le duele tanto sufrimiento causado. No encuentra palabras para describirlo.

Bien está. Pero han sido años de ocultamiento. Han sido años en los que la jerarquía eclesiástica ha preferido pagar con tal de que el silencio tapara la vergüenza. Años en que la culpa sólo ha recaído sobre esos niños que han sufrido angustia y culpa.

Está bien que el Papa no haya evitado referirse a ello. Pero, ¿por qué al llegar a Norteamérica? ¿Por qué, hasta ahora, el Vaticano ha mantenido un oprobioso silencio ante tanto sufrimiento? Los abusos no se han dado sólo en EE UU. ¿Por qué pedir perdón sólo allí?

Resulta difícil escribir de estas cosas. El Nazareno dijo que era el mayor pecado, dijo que “quien hiciere daño a uno de estos niños me lo está haciendo a mí”. Que “quien escandalizare a uno de estos niños más le valiera atarse al cuello una rueda de molino y arrojarse al mar”. Pero la Iglesia no ha seguido estas enseñanzas. La iglesia ha preferido la ocultación de los hechos, en la idea de que la ignorancia es el mejor remedio para el escándalo.

Dicen, además, que la Iglesia norteamericana se ha arruinado pagando indemnizaciones a cambio de silencio. Y no ha pasado nada. Alguien del Vaticano tendría que haber sabido cómo se estaban solucionando esos escándalos. Alguien del Vaticano habrá intuido, habrá sabido que había niños sufriendo insoportablemente el dolor de agresiones que venían de gentes que, en teoría, velaban por sus almas. El Vaticano nada dijo entonces. Calló, ocultó, pagó o permitió que se pagara. Todo para salvar el buen nombre de la Iglesia. ¿Justifica la buena fama las malas acciones?

Habla el Papa del sufrimiento de esos niños. No encuentra palabras para describirlo. Pero su Iglesia calló, ocultó, mintió, desprestigió a quienes se atrevieron a denunciarlo en su momento.

Hay una responsabilidad de la máxima jerarquía de la Iglesia en los delitos cometidos por sacerdotes y obispos que nadie asume. Da la sensación que son vicios privados. Vicios privados que no deben empañar la virtud pública de la institución eclesiástica.

El Papa habla de sufrimiento, sin encontrar palabras. Pero alguien, algo, debe ser el responsable del dolor. De haber ocultado tanto dolor.

Francisco Brines escribió sobre el dolor:

“Dentro le dolía una sombra
muy vasta y fría.


Sintió en la frente un fuego:
con tristeza se supo
de un linaje de esclavos”.


¿Cuántos niños sintieron esa sombra muy vasta y fría?

El Papa y el horror
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