viernes. 29.03.2024

El Homo Sapiens apenas tiene unos años

NUEVATRIBUNA.ES - 8.8.2010
NUEVATRIBUNA.ES - 8.8.2010

Ciento cincuenta años después de que Darwin expusiera su teoría sobre la evolución de las especies, nos encontramos con una paradoja en la ideología de los sectores más retardatarios de la sociedad, que no son otros que aquellos que siempre se han mostrado unidos frente a cualquier cambio, frente a cualquier atisbo de progreso, frente a las mejoras que pudieran afectar al conjunto de la especie humana.

Aceptadas por la mayoría de los mortales como paradigmas, como verdades difícilmente refutables, las teorías de Darwin han sido mejoradas y complementadas por estudios científicos posteriores que han arrojado mucha luz sobre nuestros orígenes y nuestro futuro. Sin embargo, desde hace unos lustros, como si se tratase del eterno retorno del que hablaba Mircea Eliade, han vuelto a aparecer las mágicas tesis que atribuyen a un ser divino la creación de la vida en la tierra y el impulso para que esta evolucionase, dando por sentado que el motor del cambio, de la evolución, no es consecuencia de mutaciones ni adaptaciones, sino del capricho de un sumo hacedor que tiene nombre y representante diferente dependiendo del lugar del planeta del que hablemos. Son los llamados creacionistas, individuos que se multiplican como los roedores –no suelen usar métodos anticonceptivos-, que en España se agrupan dentro de estrafalarias y anacrónicas asociaciones católicas y que en Estados Unidos, protegidos y aupados por el insigne intelectual y pacifista cristiano Georges W. Bush, siguen empeñados en meter el Génesis a puñetazos en las mentes de los escolares. Aunque parezca mentira, los nuevos mentores del creacionismo no han salido de las clases más pobres de la sociedad, sino que surgieron del seno de las clases pudientes más conservadoras, comprendiendo entre ellos a militares de alta graduación, insignes catedráticos, ministros, presidentes, banqueros y fabricantes de quincalla.

Pero no queda ahí la cosa, puesto que la mayoría de los inspiradores de la guerra preventiva –que se ha cobrado millones de vidas en todo el mundo-, de la especulación económica que tiene a media Humanidad de rodillas y del neoliberalismo que amenaza con dejar sin derechos de ningún tipo a los trabajadores de todo el planeta, surgen del mismo estrato social, político y religioso y, por increíble que parezca, se informan en una particular versión del darwinismo social según la cual el Estado debe de dejar de intervenir en la economía y de proteger a los más débiles, confiando a los más fuertes y poderosos –en este caso los más canallas, los más desaprensivos y crueles- la gobernanza del mundo porque sólo ellos, lo mejor de cada casa, están preparados para limpiar al mundo de tullidos, holgazanes, subsidiados, enfermos, viejos y demás parásitos que son los verdaderos culpables de que las cosas no vayan como deben de ir.

Pues bien, estos señores que dicen fue dios –el dios de la guerra y la explotación- quien creó la vida y al hombre, que tienen una biblia a su medida en las menguadas y  poco frecuentadas estanterías de las bibliotecas de sus mansiones, que hablan del hombre como de un ente superior y abstracto pero que desprecian al ser humano real con todas sus fuerzas, no hacen otra cosa que dar la razón a Darwin y a sus seguidores: El Homo Sapiens nació en África hace ciento cincuenta mil años, es decir que es un recién nacido si lo comparamos con los cuatro mil cuatrocientos años transcurridos desde que apareció la vida en el planeta Tierra. El hombre, así lo defienden los ultraconservadores de todo lo malo, es superior a las demás especies y por tanto diferente. Y es cierto, es distinto, por eso evoluciona de otra manera y tiene tendencia a conservar a aquellos individuos que no han sabido o no ha podido adaptarse adecuadamente al medio, también a los malnacidos. Empero, los malnacidos, los canallas, los depredadores, esto es, aquellos individuos que viven del medro, de la explotación, del engaño, del robo, de la infelicidad de los demás, tienen una característica genética común que les hace candidatos a desaparecer en cuanto el Homo Sapiens de unos pasos más: El egoísmo.
 
En la escala evolutiva del Sapiens, el Homo “Egoistus” muestra las formas más primitivas. Se mueve sólo por el interés personal, es ajeno al dolor y el sufrimiento de los demás, es capaz de matar a sus semejantes sin que estos supongan amenaza, gusta de la guerra y las religiones, acapara riquezas sin fin aunque esto suponga la muerte de miles de personas que carecen de lo más elemental, en fin, que se comporta exactamente igual que cualquier homínido anterior al Sapiens pues cree que la fuerza y la violencia son las formas más contundentes de imponer su falsa supremacía. Este tipo de ser cree que ocupa el vértice de la pirámide, que el hombre ha llegado a un desarrollo tal que le permite hacer todo aquello que le pase por la cabeza para conseguir sus objetivos. Piensa que los ordenadores, internet, la blackberri, la ingeniería contable y las bombas de racimo son conquistas insuperables de la Humanidad que dios ha puesto a su servicio para cumplir mejor la misión divina que le fue encomendada: Ser el primero, pisar a los demás y conservar el orden establecido desde la noche de los tiempos. En su ignorancia, no sabe, como tantas otras cosas, que desaparecerá, que tiene los días contados porque lleva dentro de sí el arma de su autodestrucción: El egoísmo.
 
Hace siete años, en marzo de 2003, un “bulldozer” israelí aplastó a Rachel Corrie, una joven pacifista norteamericana que había viajado a Palestina para ayudar a los sufridos habitantes de ese increíble campo de concentración. La máquina iba conducida por un “homo egoistus” que obedecía a otros de más rango. Impasiblemente pasó por encima del cuerpo de una joven indefensa que sólo pedía justicia. Rachel Corrie representa una forma avanzada de Homo Sapiens, la mataron pero no murió porque Raquel es la evolución de la especie. En un futuro no muy lejano, los científicos que investigan para matar de forma más eficaz, los especuladores, los asesinos, los tiranos, los canallas, los malnacidos, desaparecerán. Sus huesos y sus imágenes serán estudiadas con estupor por las generaciones venideras: Rachel Corrie y otras muchas personas que a lo largo de los siglos lucharon por la dignidad y el progreso humanos, constituirán un nuevo santoral laico que sustituirá al de las religiones actuales. El Homo "Egoistus” será sólo una pesadilla que no impedirá que los seres humanos cumplan con sus obligaciones por satisfacción y no por medro o búsqueda del interés personal.

Amén.
 
Pedro L. Angosto   

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