jueves. 28.03.2024

El huevo de la serpiente

NUEVATRIBUNA.ES - 25.3.2010Esa expresión, que todos conocemos e inmortalizó William Shakespeare en su Ricardo III, quedándose para siempre en nuestro imaginario colectivo, me viene a la mente cada vez con más frecuencia (entre avión y avión, conferencia y conferencia para promover los objetivos y propuestas de la Presidencia Española de la UE) a medida que pasan los días y algunos dirigentes políticos españoles se alejan a
NUEVATRIBUNA.ES - 25.3.2010

Esa expresión, que todos conocemos e inmortalizó William Shakespeare en su Ricardo III, quedándose para siempre en nuestro imaginario colectivo, me viene a la mente cada vez con más frecuencia (entre avión y avión, conferencia y conferencia para promover los objetivos y propuestas de la Presidencia Española de la UE) a medida que pasan los días y algunos dirigentes políticos españoles se alejan a velocidad creciente de la tolerancia y el respeto que nos permitió restablecer la democracia y recuperar el ritmo de progreso de los estados de derecho de nuestro entorno europeo.

En realidad, el populismo es hoy el huevo de la serpiente y sus reglas están concebidas ex profeso para incubarlo: mentir sin escrúpulo alguno, prometer lo imposible, aferrarse a los instintos más primarios de las sociedades rescatando del baúl de los horrores todo aquello que habíamos dejado guardado bajo cuatro llaves, descalificar con frases tan gruesas al adversario político que dejan a este anonadado en un primer momento pero terminan filtrándose por los poros de la sospecha y el rencor, como en realidad se pretende.

Ideas viejas para tiempos nuevos que algunos imaginan luminosos para sus intereses, olvidando los colectivos y dispuestos a alcanzarlos al precio necesario, no importa lo alto que sea.

Un día el populismo pide la cadena perpetua, en contra de la realidad del cumplimiento de las penas y de la propia Constitución; otro se enseñorea de una fotografía que pasará a la historia en sepia con la risa heladora y pandillera de quien acosa al oponente, aunque sea este Presidente del Gobierno; un tercero, en fin, afirma que el Jefe del Ejecutivo tiene un proyecto que es aliado potencial del de ETA. Y todavía algún ingenuo pide que al autor de la barbaridad le desautoricen, cuando, de hacerse, se volvería a preguntar “¿no era este el camino?”.

Y otra semana, como era se esperar que ocurriera en algún momento y lugar, se zarandea al rector de una Universidad –la Complutense en este caso, hiriendo a dos trabajadores de la seguridad- por haber cometido el imperdonable delito de hacer mixtos los Colegios Mayores, un auténtico sacrilegio orientado a cometer un pecado tan nefando como que mujeres y hombres convivan en esos recintos como lo hacen en cualquier otro entorno social. Sin duda, una idea de bolcheviques, en recuperado término por parte del firmante de la barbaridad arriba apuntada sobre ETA al referirse al aborto en una manifestación contra ese derecho constitucional y no encontrar mejor palabra para referirse a los que se atreven a defender la Carta Magna.

Pero que no se engañen. La serpiente, una vez fuera del cascarón, se muestra como un animal imposible de domesticar y que no reconoce dueños ni señores. El populismo, librado a su propia inercia, termina en toda circunstancia derrotando contra todos, tirios y troyanos, objetivos de sus dardos y sus insultos e inventores del fenómeno.

Por eso es preciso hacerle frente con el mejor antídoto para su veneno: el que mezcla la razón y la tolerancia, la explicación y la eficacia, la tranquilidad y la firmeza, acertando en tiempo y forma, demostrando a la ciudadanía que las promesas en el vacío son falsedades y que las buenas decisiones son las que responden a las necesidades de las grandes mayorías, que los valores europeos de libertad, dignidad y respeto son los que mejor se ajustan a nuestro presente y nuestro futuro.

Ricardo Gloucester sabe desde las páginas de su tragedia que es bien cierto lo que digo. Y ellos, en el fondo, también. Conviene que nosotros no lo olvidemos.

Carlos Carnero


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