jueves. 18.04.2024

El futuro depende de lo que quiera China

Quien haya estado hace poco en China se habrá dado cuenta de la dualidad de la sociedad China. Es tan evidente que en este caso las estadísticas no contradicen la experiencia directa. Millones de personas viviendo mediante una agricultura mano de obra intensiva, de subsistencia, monoproductiva, con graves deficiencias de reparto alimenticio.

Quien haya estado hace poco en China se habrá dado cuenta de la dualidad de la sociedad China. Es tan evidente que en este caso las estadísticas no contradicen la experiencia directa. Millones de personas viviendo mediante una agricultura mano de obra intensiva, de subsistencia, monoproductiva, con graves deficiencias de reparto alimenticio. Y por otra parte una sociedad con millones de personas viviendo con estándares occidentales en su ritmo de vida, urbana, industrializada, con incremento de calorías en su régimen alimenticio y condiciones educativas y sanitarias comparables a las europeas.

El desarrollo chino que durante las últimas décadas se especializó en sectores como el textil, la confección, juguetes, calzado y artículos de deporte o de viajes, ha iniciado una transformación hacia sectores como la electrónica avanzada, telecomunicaciones, sonido y se expandirá seguramente hacia la construcción naval, maquinaria especializada para la construcción y la obra pública, la investigación en biotecnología pues son estos sectores en los que están formando a millones de jóvenes universitarios. Este crecimiento y esta diversificación de su producción tienen, como no podía ser de otra forma, en el consumo de energía y de materias primas

En un artículo anterior describía el escenario en el que se podía dar una situación de conflicto generalizado en una o varias regiones del planeta. Consecuencia de este artículo han sido varias personas las que me han hecho la misma pregunta, casi siempre remitiéndose a otro momento de la historia como fue la II Guerra Mundial, para encontrar un paralelismo con la actual situación. Si en aquel momento fue el nazismo, la persecución de grupos políticos o étnicos, o la ocupación de Polonia y otras regiones de Europa por Alemania, las que provocaron una intervención militar y la guerra en Europa ¿cuál sería ahora el desencadenante para un conflicto?

La verdad es que es una pregunta lógica pero las situaciones históricas son únicas y a pesar de que se den similitudes, la historia no se repite. Es la economía, no la ideología, lo que causó aquella guerra y hay que buscar en este nivel las razones que causará un conflicto en el futuro. La construcción ideológica viene después y dado que las relaciones economías son bien distintas ahora respecto a las que se daban en la década de los años veinte y treinta del siglo pasado, la construcción ideológica y las justificaciones de un conflicto serán, sin duda, diferentes. Ni la tecnología, ni la producción, ni las relaciones de producción, ni los lazos de dependencia entre las economías del planeta son iguales a las que se daban hace casi un siglo.

Se puede argumentar que con el mundo árabe el conflicto tiene raíces ideológicas pero en este caso, no son las diferencias religiosas las que ocasionan el enfrentamiento aunque sea este el marco ideológico que se utilice para organizar uno u otro bando. Incluso el argumento judio-palestino tiene detrás razones económicas antes que religiosas. El control del petróleo y del gas, la posesión de un enclave estratégico en el mundo árabe, el control del agua y de las vías de comunicación hacia Asia.

Las causas de un posible conflicto han sido y serán económicas, relacionadas con los límites del planeta, es decir, de los bienes que sustentan el sistema productivo y que son bienes materiales, a pesar de la globosfera o de la sociedad de la información. El sistema productivo mundial se sostiene en el consumo de bienes materiales, materias primas finitas, de un consumo energético basado en el consumo acelerado y de crecimiento exponencial de materias primas finitas. La supuesta creación de riqueza no es otra cosa que la transformación de materias primas con alta tasa energética que han sido creadas en procesos que han durado miles o millones de años, en bienes utilizables por el ser humanos con bajas tasas de energía que son consumidas en unos pocos años cuando no meses. Así pues no se crea nada, se transforma y se consume.

Incluso en el supuesto de producción energética de base nuclear o solar, al final se da un consumo de bienes materiales sea uranio-plutonio o silicio. Aunque obviamente las consecuencias para la existencia del ser humano, son diferentes. En el primer modelo asumimos riesgos (riesgos de muerte o riesgos de desabastecimiento) como parte del desarrollo, en el segundo asumimos la lentitud como fundamento de nuestra existencia.

No entro aquí en esa cuestión ya que lo que trato de sostener es que nuestra base es material y la lucha por esos bienes estará en la raíz de los conflictos futuros que serán a una u otra escala en función de la presión que se ejerza sobre determinados bienes.

El mundo árabe tiene petróleo y gas, junto a los países exsoviéticos, USA, Europa y Asia. Pero realmente ¿dónde está el petróleo que abastece la economía del planeta?

Medio Oriente sigue siendo el centro de atención en relación con el petróleo, especialmente cuando se habla de reservas. La magnitud de los yacimientos de Arabia Saudita e Irak hace que los del resto del mundo parezcan pequeños. El Mar de Norte y Canadá aún tienen importantes reservas, pero en estas zonas es mucho más costosa la extracción y sólo depende de la evolución del precio del crudo que estas reservas sean productivas.

¿Cuáles son los mayores productores? No sorprende que Medio Oriente sea el mayor productor de petróleo: provee cerca de un tercio del consumo mundial. Pero Europa y Eurasia (en especial, Rusia y el Reino Unido) y Estados Unidos son también grandes productores. La diferencia es que casi toda la producción de Medio Oriente es para exportación, mientras que Estados Unidos y Europa no llegan a cubrir su consumo doméstico.

Los desequilibrios y el origen de las tensiones nacen de la diferencia entre producción y consumo. América del Norte es la región que más petróleo consume, a pesar de que es una de las que menos reservas posee. Obviamente, esto indica que depende en gran medida de la importación de hidrocarburos. También la zona Asia-Pacífico es una gran consumidora de crudo, siendo la que menos yacimientos tiene. A ambas regiones se atribuye casi el 90% del incremento del consumo de petróleo en los últimos 10 años.

Las diferencias regionales han de medirse en términos de capacidad de producción, de porcentaje respecto del total y reservas en relación con su consumo.

Vistas así las cosas las diferencias son abismales. Mientras de Europa extrajo en 2001, 18,7 mil millones de barriles eso sólo representaba el 1,8% del total, con una reserva prevista para 7 u 8 años; Norte América extrajo 63,9 mil millones de barriles es decir, el 6,1% y dispone de reservas para 13,5 años; Oriente Medio extrajo 685,6 mil millones que suponen 65,3% del total y dispone de reservas para 87 años de su propio consumo. En cifras totales se extrajeron más de 1 billón de barriles en 2001.

No obstante resulta difícil que el petróleo sea causa de conflicto generalizado en la medida en que es un producto energético sobre el que ya hay previsiones de substitución y diversificación. El problema del petróleo será un problema comercial y de precios ? además de medioambiental - pero mientras haya, se irá substituyendo por otras materias primas energéticas para mantener la producción y el crecimiento económico. Otra cosa es que se pueda producir conflictos regionales en oriente medio como consecuencia de que dicha substitución les suponga una merma de ingresos o restricciones, conflictos que se agudizarán en tanto aparezcan y se consoliden clases medias en los países de la región, algo que está en el origen de la primavera árabe de 2011.

La substitución de las materias primas fósiles crearán conflictos de distribución de la riqueza pero no conflictos entre las dos grandes economías planetarias ? la Chinoasiática y la Euronorteamericana -. Aún así no hay que descartar tensiones muy relevantes entre estas dos grandes economías por las tasas creciente de consumo y el nivel de dependencia de cada unos de las regiones.

En todo el planeta consumimos 86 millones de barriles al día. De estos los Estados Unidos consumen 21 millones de barriles; la Unión Europea unos 13 millones, la República Popular China 8 millones (en 2010) y Japón un poco más de 5 millones de barriles diarios. Así la diferencia entre producción y consumo es claramente desfavorable hacia las regiones desarrolladas lo que incrementa la dependencia exterior de estas. El crecimiento económico chino de un 10% anual ha supuesto un consumo de petróleo de 170% entre 1990 y 2007.

EE.UU. consume más del doble del petróleo que extrae, Europa consume 9,1 millones de barriles diarios (sólo 9 millones los consumen 5 países europeos Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y España) pero produce menos de 4 millones de barriles diarios (Noruega y Reino Unido concentran el 98% de la producción europea). China produce menos de la mitad de lo que consume (4 millones de barriles diarios de producción y casi 8 millones de barriles de consumo diario) y va en aumento.

El origen de un conflicto generalizado serán aquellas materias primas no substituibles y es sobre estas materias primas sobre las que se están posicionando los chinos en dos áreas continentales: América Latina y África. Aún así, hoy por hoy y antes de que se produzca esa substitución por energía nuclear ? previsiblemente - y otras energías la presencia china en estas regiones sigue siendo el petróleo y otras materias primas básicas para el mantenimiento de su economía además de disponer de un mercado para la venta de su producción y bienes de consumo.

La presencia de China en África y los países árabes está generando un debate abierto fundamentado las características específicas de la actuación china en el continente africano A grandes rasgos, dos son las posturas imperantes respecto a esa actuación. Unos consideran que el gigante asiático es una versión neocolonial de un explotador ávido de recursos naturales que incluso ha sido tildado de imperialista. Otros ven en la actuación de China en África, una posibilidad para incidir en el desarrollo de algunos países africanos, ligado esto, a la doctrina del desarrollo pacífico que desde 2005 modela las relaciones internacionales chinas.

Nadie discute por evidente, la falta de ética de la intervención económica de China, pragmática en extremo, a quien no le importa tomar tratos con regimenes considerados corruptos o nada escrupulosos con los derechos humanos en las estancias internacionales o producir daños medio ambientales irreversibles.

Se ha alertado por activa y por pasiva de las consecuencias a medio y largo plazo de la dependencia de las exportaciones al gigante asiático para algunos países africanos, pudiendo provocar el fenómeno económico conocido como ?dutch disease? o ?enfermedad holandesa? que en castellano vendría a ser algo así como ?pan para hoy y hambre para mañana?, situación que explica la relación entre el aumento de la explotación de los recursos naturales y una disminución en el sector manufacturero que lleva a una monoproducción, a la destrucción de las bases productivas y un incremento de la dependencia de las exportaciones de uno o unas pocas materias primas a uno o unos pocos compradores.

El mecanismo es que un aumento en los ingresos de los recursos naturales (o los flujos de ayuda extranjera) hará que la moneda de un determinado país es más fuerte en comparación con la de otras naciones (se manifiesta en un tipo de cambio), dando lugar a otras exportaciones de la nación cada vez más costoso para otros los países a comprar, por lo que el sector manufacturero sea menos competitiva. Si bien a menudo se refiere a la localización de recursos naturales, también puede referirse a "cualquier desarrollo que se traduce en una gran afluencia de moneda extranjera, incluyendo un aumento de los precios de los recursos naturales, la ayuda extranjera, y la inversión extranjera directa".

Efectos y consecuencias a parte, la relación África-China promueve un marco de relaciones internacionales marcado por los presupuestos de la doctrina del desarrollo pacífico (heping fazhan) articulada por la República popular de China desde 2005.

Esa doctrina articula conceptos confucianos como la armonía adaptados a las relaciones exteriores que se ligan otros desarrollados por el gobierno chino como el nuevo concepto de seguridad, donde se considera que la economía internacional debe ser la base de la seguridad global en un marco de beneficio mutuo y de prácticas entre iguales y que las relaciones entre los estados deben basarse en cinco principios básicos: respeto a la soberanía e integridad territorial, no agresión, no interferencia en los asuntos internos del otro, igualdad y beneficio mutuo y coexistencia pacífica.

China busca con todo ello caracterizarse no sólo como potencia emergente sino como un gran poder pacífico, no amenazante y eminentemente colaborativo y responsable de su papel en el mundo.

Como se puede intuir la base económica es clave para entender esa relación geopolítica. Cifras apuntan a un crecimiento de esa relación, pero que aún es pequeña, amén de más cualitativa que cuantitativa y dispar entre las partes, por ejemplo el comercio exterior desde África representa sólo entre el 2,5% y 3% del comercio exterior de China y en el año 2005, las inversiones chinas en África solo el 10% del total de las realizadas en todo el mundo. Asimismo, en 2005, las inversiones china representaban sólo el 3,27% del total de inversión extranjera directa en África cuantificada en 36.000 millones de dólares según un informe de United Nations Conference on Trade and Development (UNCTAD) de 2007.

Con todo y con ello, los datos macroecónomicos apuntan a una cada vez relación entre las partes, por ejemplo, la inversión china en África ha pasado de los 10 millones de dólares en el año 2000 a los 1.180 millones de dólares en 2005. El volumen del comercio bilateral en 2005 era de 55.500 millones de dólares, cinco veces y media superior al de 2001 y dieciocho veces superior al de 1995. En el 2004, la República Popular de China se convertía en el tercer socio comercial de África por detrás de EE.UU. y Francia.

Asimismo, los países africanos mantienen un régimen igualitario de exportaciones e importaciones aunque se puede vislumbrar un incremento del valor de lo que China extrae del continente respecto a lo que los africanos compran a China. Según un estudio de ECOWAS, las importaciones africanas desde China eran de 4.205 millones de dólares y las exportaciones chinas de África era de 4.916 millones, considerando el promedio entre 1993 a 2004. Según datos de la UNCTAD para 2005, África básicamente importaba de China, bienes de consumo como un 16% en textiles, un 14% en zapatos y ropa, un 8% en vehículos y un 8% en equipos de telecomunicaciones, entre otros.

Ahora bien, la moneda de cambio, son recursos mineros, básicamente petróleo, suponía el 71% en 2006 de las exportaciones africana hacia China y se concentra en países como Sudan, Angola y República del Congo; hierro el 13%; madera el 2%; piedras preciosas, el 3% y una cierta especialización en algodón, el 4,2% en 2006, concentrada en países como Mali, Chad, Benin y Burkina Faso.

A tenor de los datos, queda claro que la búsqueda de materias primas básicas para el mantenimiento del crecimiento chino, especialmente petróleo y el desarrollo de un mercado, el africano, donde colocar productos chinos son los grandes motivos de la presencia de la República Popular de China en África.

Pero junto al petróleo o por encima del petróleo existen otras materias primas del interés de China dado los altos niveles de consumo que tiene el gigante asiático. El interés lleva asociada la voracidad explotadora junto con la generación de numerosos problemas medioambientales, así como un bajo nivel de respecto de los derechos laborales.

Desde las minas de hierro de Belinga en Gabón una de las últimas grandes explotaciones de hierro del planeta, ahora bajo la concesión de Sino Steel Co. y China National Machinery and Equipment Import and Export Corporation (CEMEC) a cambio del compromiso de construir un ferrocarril que permitiese la extracción del mineral, a cambio opera con total impunidad con respecto al medio ambiente. La explotación de la mina de cobre BGRIMM Zambia, propiedad en un 60% de China non ferrous metal industries, con escasa seguridad laboral. En la República democrática del Congo empresas chinas como Colec, Feza mining o Nanjing Hanrui Cobalt Co Ltd se están haciendo con la propiedad de minas. En este caso, el interés chino no es sólo una necesidad de producto sino la voluntad de mantener el monopolio internacional de la venta de polvo de cobalto, usado por números multinacionales del sector de la electrónica de consumo.

También en Gabón, la masiva explotación de maderas por parte concesionarias chinas pone en entredicho este recurso y esquilma los bosques de este país del Golfo de Guinea. La causa no es sólo la voracidad sobre el producto, sino también, las restricciones en China para la extracción de maderas locales. La madera, además, se convierte en un recurso susceptible de ser extraído de forma ilegal, cosa que sucede en países como Camerún, Guinea ecuatorial, Liberia o Mozambique, donde se encuentran empresas chinas que de forma encubierta operan y extraen ingentes cantidades de madera difícil de reponer, consolidando algo que ya empieza a ese conocido como el ?take away? chino.

Si bien esa parte negativa existe y es difícil desconocerla, el crecimiento comercial chino-africano significa una oportunidad para los países africanos participantes, ya no sólo por la exportación de determinados productos, léase recursos minerales y energéticos, sino como importador de bienes de consumo producidos en China. Estos permite la activación de un mercado aún pequeño y débil: el propio mercado regional africano que es en definitiva el argumento que hace rehenes a estos países del sistema comercial chino. Igualmente, la ayuda técnica asociada a las inversiones permite la generación de ofertas laborales diferentes e incluso inéditas para no pocas regiones donde la inversión china se deja sentir, este es el caso por ejemplo de las acciones emprendidas en Etiopia.

Los datos y los ejemplos nos hablan de una sinergia entre dos mercados derivados de una economía en auge y de unas economías en construcción, esa es la tesis que parece apuntar Boardman.

Aun con esa situación, al parecer halagüeña para ambos lados, no se debe obviar que la agresividad comercial china usa un guante de seda en unas relaciones diplomáticas más o menos consensuadas, da ayuda al desarrollo para enmascarar una voracidad en materias primas y la necesidad de colocación de productos chinos que permiten prolongar su crecimiento económico y determinar su posicionamiento en la geopolítica mundial.

Esta voracidad de un país que, junto a India supondrán 2.611.000.000 de personas (un 37% de la población mundial), nos sitúa en la urgente necesidad de cambiar nuestros patrones de consumo, de producción, de forma de vida. No podemos hacer nada por cambiar la decisión de China e India de incorporarse a un modelo de desarrollo que nosotros hemos estado utilizando desde hace siglo y medio y que nos ha llevado hasta el lugar ?sea este cual sea ? en el que estamos. Pero sí debemos evitar que su voracidad, la misma que hemos aplicado nosotros y que seguimos aplicando, nos arrastre a un punto de no retorno. Hay tiempo para ello.

El futuro depende de lo que quiera China
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