miércoles. 24.04.2024

El éxito del 14N marca la línea divisoria en la política europea

De todos los indicadores para valorar el alcance de la huelga general, el más expresivo es el del nivel de bilis que se detecta en la ultraderecha mediática. En esta ocasión, no cabe duda que ha sido un gran éxito a juzgar por la carga de odio y la violencia verbal antisindical y antidemocrática con la que se han pronunciado los diarios de la caverna y tertulianos como Tertsch, Losantos y tipos semejantes.

De todos los indicadores para valorar el alcance de la huelga general, el más expresivo es el del nivel de bilis que se detecta en la ultraderecha mediática. En esta ocasión, no cabe duda que ha sido un gran éxito a juzgar por la carga de odio y la violencia verbal antisindical y antidemocrática con la que se han pronunciado los diarios de la caverna y tertulianos como Tertsch, Losantos y tipos semejantes.

La actitud del Gobierno nos señala también que se ha conseguido el objetivo sindical cuando se enreda en una maraña de datos, generalizaciones y manipulaciones pueriles cuyo máximo exponente ha sido ofrecer como dato de la manifestación de Madrid ¡treinta mil asistentes!

Lo que los expertos en comunicación llaman desinformación, puede ser letal para el que la genera si se la llega a creer él mismo. Eso es lo que le está pasando al PP, que asumir como oficial el discurso del entramado de medios que ha montado en estos años, demuestra su incapacidad para asumir la potencia del movimiento social que los sindicatos están poniendo en marcha.

CCOO y UGT han conseguido una gran movilización de la clase trabajadora, pero además han logrado crear un frente social en el que se integran, no solamente los activos sindicales en grandes empresas y administraciones públicas, sino también el conjunto del tejido asociativo que articula lo que históricamente se ha denominado el movimiento ciudadano. Más aún, han creado un marco para la unidad de acción con otros sindicatos menores, como la actual USO y sectoriales, hasta hace poco reticentes a participar en convocatorias generales, así como con organizaciones de autónomos y empresarios.

El nivel alcanzado por el paro en todos los sectores, en un momento durísimo, en el que perder el salario de un día supone para muchas familias un gran sacrificio, bajo una fuerte presión de la patronal, que en numerosas empresas y con la nueva normativa laboral en ristre, ha amenazado con el despido, pone a las claras la capacidad de lucha del conjunto de la clase y el alto grado de conciencia sobre la necesidad de frenar la involución social y democrática que han emprendido los poderes fácticos económicos.

Pero además del triunfo en los diversos ámbitos sectoriales, hay que destacar que esta ha sido una jornada extraordinaria en zonas en las que la protesta había sido hasta ahora más débil que en Madrid o Cataluña. Es el caso de Aragón o Andalucía, con una paralización casi total de la producción y de la actividad ciudadana.

A todo ello hay que añadir que se trata de la primera gran movilización transnacional en Europa. Con ello, el movimiento obrero europeo ha dado un salto cualitativo para combatir las políticas que emanan de la llamada Troika, denominación impersonal que subsume los órganos de gobierno económico internacional encargados de marcar la hoja de ruta de la contrarreforma a escala continental y que están formados por sujetos con nombres y apellidos personales e ideológicos.

Uno de esos sujetos, el comisario Olli Rhen, no ha dejado ni que acabe el día 14 para salir a declarar que las demandas de millones de trabajadores se la suda a la Comisión y además, por si afloja Rajoy, que a España le dan tres mesecitos, no más, para demostrar que hace sus deberes y si no le exigirán más motosierra. Esperamos que, en las próximas horas, el comisario Almunia salga a contradecirle, apoyando las reivindicaciones de los sindicatos europeos y plateando alternativas socialdemócratas a la crisis, él o alguno de los otros cinco comisarios procedentes de partidos progresistas.

Porque la jornada europea del 14N ha marcado una línea divisoria claramente definida: o se está con el modelo de Unión neoliberal autoritario que se está configurando al diktat de Berlín o con el bloque social de progreso que están poniendo en pie los sindicatos. La izquierda política no tiene ya margen alguno para la ambigüedad o el eurooptimismo vacío.

El éxito del 14N marca la línea divisoria en la política europea