viernes. 19.04.2024

El difícil arte de la comunicación

nueva tribuna | 25.11.2010Poder, esa es la palabra que seguramente enturbia y acaba echando por tierra cualquier estrategia. Porque la mayoría de los responsables de ese área, en éste y otros gobiernos, cometen el error de intentar controlar, dirigir y hasta mandar en la información y en la línea editorial de los diferentes medios.
nueva tribuna | 25.11.2010


Poder, esa es la palabra que seguramente enturbia y acaba echando por tierra cualquier estrategia. Porque la mayoría de los responsables de ese área, en éste y otros gobiernos, cometen el error de intentar controlar, dirigir y hasta mandar en la información y en la línea editorial de los diferentes medios. Por mucho gobierno que se sea, por mucho poder que tenga el responsable de comunicación me parece un craso error en una democracia consolidada con pluralidad de medios. Creo que la experiencia de Miguel Angel Rodríguez es suficiente prueba. Me imagino que cuando se llega a esos niveles la tentación de ejercer el poder, en lugar de comunicar, debe ser grande. Considero que es el primer obstáculo a superar.

Para ejercer el poder están los ministros y el Gobierno en su conjunto y si quieren hacer algo tienen las leyes para conseguirlo. Los encargados de la comunicación deben hacer eso, comunicar. ¿Cómo? Bajo la estrategia de la transparencia informativa. Eres un iluso, pensará más de un lector que haya llegado hasta aquí. No lo creo. Alguien me explicó que la transparencia informativa era contar nueve de cada diez noticias guardándose la más importante, o la más perjudicial, de tal manera que los medios creyeran que se les transmite las diez, es decir: toda la información. Es una posibilidad, aunque me parece un concepto-trampa.

Yo me inclino por la transparencia informativa total, tal cual. Lo que significa una profunda concepción de la democracia y del respeto a la libertad de comunicación y la libertad de prensa, respetando el trabajo de los profesionales. Y sigo sin ser un ingenuo. Ya sé que muchos colegas distan de ser buenos y éticos profesionales. Con el tiempo se gana el respeto de los periodistas de verdad y la realidad va apartando a los malintencionados y a los de mentirijillas. El libre ejercicio del periodismo acaba equilibrando la información, muchas veces descubriendo errores y fallos que de otra manera no saldrían del interior de los partidos. Por otra parte si se guía por la trasparencia, obliga a “los jefes” a trabajar mejor y con más rigor ayudando a evitar muchos problemas.

Y ¿cómo se trabaja? Colocando a periodistas profesionales al frente que trabajen como tales y no como políticos. Deben hacer periodismo, no política. A muchos políticos les gusta hacer de periodistas y a muchos periodistas hacer de políticos. Ese es el segundo error que se suele cometer. Separar estrictamente el terreno de cada uno es el primer paso de esta estrategia. El segundo es trabajar como periodista desde el campo de los periodistas no desde el campo del gobierno. Pues sí que la haces buena, pensará el lector. Si le paga el gobierno tendrá que trabajar para el gobierno. Evidentemente. Pero no como gobierno en sentido estricto, porque entonces no tendrá credibilidad. Ese es el filo de la navaja en el que trabaja todo profesional de un gabinete de comunicación.

¿Con qué metodología? Como metodología de trabajo voy a utilizar un símil futbolístico, tan de moda en estos tiempos. Como una especie de Xavi, el del Barça, distribuyendo juego a diestro y siniestro, influyendo pero no interfiriendo. Se trata de facilitar el trabajo de los periodistas, no de entorpecerlo. Porque el gabinete de prensa no fija la estrategia, eso lo hace el entrenador, es decir en este caso el Gobierno.

Y ¿cómo se gana el respeto de quien le paga y de quien recibe la información? Trabajando mucho, no discriminando a nadie, no primando a “los amiguetes” con exclusivas y sin cometer el tercer gran error: no filtrando la información privilegiada y tratando de evitar que eso ocurra. Si alguien quiere filtrar que sean “los jefes”. De esta manera se ganará el respeto de quien le paga y podrá trabajar desde el campo de los periodistas.

Por último, se entiende como una obviedad que a quien se le encarga tal responsabilidad debe ser de la total confianza de quien lo contrata. Contrato que debe estar bien pagado para equilibrar un trabajo difícil en el dichoso filo de la navaja. En España cuando hay problemas graves siempre cae el jefe de prensa y nunca cae el político, como todos sabemos. No ocurre así en otros lares como los EE.UU. donde un presidente cuando se va deja antes a sus ministros que a su jefe de prensa. La cuestión es elegir bien y tener las ideas claras.

Sé por experiencia que todo esto es más fácil de decir que de hacer, pero una vez que se asimila no es tan complicado. Espero que estas líneas sirvan para algo constructivo y, caso contrario, por lo menos nos vengan bien para polemizar en las páginas Nueva Tribuna.

José Luis Egido | Periodista

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