viernes. 19.04.2024

El desgobierno en Madrid

NUEVATRIBUNA.ES - 20.2.2009El pleno del pasado jueves 19 de Febrero será recordado por el desprecio y el deshonor que demostró un PP tramposo que acusa, calumnia y envilece a la máxima instancia de representación de los madrileños y que ofende al sentido común de los ciudadanos. Una mala y nada edificante noticia para la calidad democrática que merece nuestra Comunidad.
NUEVATRIBUNA.ES - 20.2.2009

El pleno del pasado jueves 19 de Febrero será recordado por el desprecio y el deshonor que demostró un PP tramposo que acusa, calumnia y envilece a la máxima instancia de representación de los madrileños y que ofende al sentido común de los ciudadanos. Una mala y nada edificante noticia para la calidad democrática que merece nuestra Comunidad.

A la pregunta de la portavoz del grupo socialista para que la presidenta explicara las razones de la dimisión del consejero de Deportes López Viejo, ella respondió insolentemente diciendo que lo hizo “asumiendo responsabilidades políticas”. Si no lo hubiéramos oído, no lo creeríamos. Lo dimite de consejero por estar “imputado en un presunto caso de corrupción”, pero lo usa de “cortafuegos” en el escándalo y por supuesto lo mantiene aforado como diputado.

Qué falta de respeto para los madrileños. Si cunde el ejemplo de la Presidenta, podríamos deducir algo así como que si eres diputado y “estas imputado” no pasa nada o casi nada. Aquello que en otras tierras, (consideradas tercemundistas) se conoce como la Ley para los de ruana.

Hay que hacer pedagogía política y eso sólo se consigue con buenos ejemplos. Si las imputaciones son de peso y existen indicios serios y racionales de criminalidad -que parece ser que existen- se debe actuar con todas las consecuencias. Y si no existen, también con todas las consecuencias, lo coherente hubiera sido no dimitir al consejero. Lo que no se puede es dar con una mano lo que quitamos con la otra porque eso muestra ambigüedad y poca ejemplaridad política.

Lo cierto es que estamos desconcertados con tanto trato de favor, tanta oscuridad, tan poca transparencia y tanta acusación de pagos de comisiones en los contratos. Pero para el Partido Popular esto no es problema, o no lo es hasta el punto de decidir ser ejemplares y demostrar una línea de regeneración política y de ética por encima del cálculo.

Pero el jueves la cosa no quedó ahí: Repreguntó la portavoz de I.U. y la presidenta, desconociendo la auténtica crisis institucional y el desgobierno evidente, siguió obviando que un consejero ha sido dimitido, que 2 diputados parecen víctimas de espionaje, que hay imputados otros “cargos públicos” y que un vicepresidente y un consejero de Interior podrían estar “espiándose mutuamente”. Para colmo, y en lo referente al presidente de la Comisión de investigación, apartado tras verse salpicado por el escándalo, se limitó a contestar que ella ya había respondido a los medios de comunicación. Y, no contenta con ello, se atrevió a acusar al grupo socialista diciendo que hay corrupción también en este partido, provocación escandalosa que llevó a la suspensión de la sesión de control. No era para menos. La degeneración de la política que Aguirre, con su chabacanería y su falta de escrúpulos, degrada.

Su gobierno está en caída libre y ella pretende hacerse la víctima indefensa. Es la vieja táctica del ventilador, de salpicar que “algo queda”, de disimular y embroncar para cambiar de tema, hasta el punto de recitar el poema de Bertolt Brecht al pleno de la Cámara para poner en cuestión la Justicia y el Estado de Derecho que investiga las corrupciones que, según todos los indicios, practica su equipo. Como si de una persecución jesuítica se tratara. Si no fuera porque esta servidora estaba ahí sentada, no daría testimonio de ello, en estas breves notas.

Esto por lo que se refiere a la forma, pero entremos en la esencia de esta oscuridad que se abate sobre Madrid: la corrupción política y la trasgresión de las normas y la ética de un orden social (el que todos respetamos) en la sociedad política. Esta situación cuestiona la supervivencia razonable de la totalidad. Como bien dicen algunos autores, desde el punto de vista de la ética, cuando se cuestiona la corrupción estamos ante uno, (si no el principal) de los factores de desafección de los ciudadanos hacia la política. Este malestar político es perjudicial y vicia una actividad que en otro tiempo fuera bien considerada, porque la exigencia de mayor “eticidad” está dirigida sobre todo a la clase dirigente (políticos, empresarios, gremialistas, funcionarios) y en cuanto que élite que conduce a los ciudadanos, fija límites, define reglas y controla su aplicación.

Los políticos y gobernantes, precisamente por serlo, deben actuar como si fueran un espejo, reflejando y dando ejemplo con su acción. En la Edad Media y en el Renacimiento se editaron cientos de “espéculos” (espejos), libros ejemplares sobre la conducción de la cosa pública. Ahora, las actuaciones de ciertos políticos se traducen más bien en antiejemplos. Predican en negativo lo que no debería ser, pero su ejemplo cretiniza y desanima, no eleva a la población.

Recordar esto es importante toda vez que lo que nos jugamos es la legitimidad de las instituciones y el bien común, porque al PP se le olvida que no está gobernando para hacer un uso sin escrúpulos del poder en su beneficio y con el objetivo de mantener privilegios, sino que está allí porque los ciudadanos/as le votaron para gobernar, que es una cosa bien distinta.

Siguiendo este razonamiento, en la actuación del PP aparecen dos sistemas normativos: uno cuya aplicación se supone y que el PP en su populismo alaba de boca para afuera (normas míticas), y otro muy distinto que es el que se aplica en la realidad (código práctico). Los ciudadanos, funcionarios públicos o no, que actúan amparados por el código práctico, saben que están violando las normas míticas y, por lo tanto, actúan soterradamente.

La sociedad espera buen gobierno porque ha depositado la confianza de acuerdo a las normas míticas que se encuadran en la ética principista (o de la intención). Por el contrario, los que orientan su conducta en función de los códigos prácticos adoptan la ética utilitarista, a la que sólo le interesa el resultado, y si éste beneficia a los propios intereses, pues mejor. En el caso que nos ocupa, contraponemos la “ética del deber” al advenimiento de la “ética utilitarista”, especie de “posmoralismo light”, propio de los neoconservadores. Y Esperanza Aguirre lo es, de ideales y de facto.

Por ello es muy peligroso para la sociedad que, desde posiciones de poder, se proponga transformar las normas míticas en reglas utilitarias. Y no sólo lo proponen: lo hacen realidad basándose en la cultura individualista y desde el crepúsculo del deber, logrando con ello que la ética se convierta en una auxiliar eficaz de lo económico y del interés particular, no del bien común.

Así las cosas, los ciudadanos/as no debemos permanecer inermes. En cierto modo, debemos rebelarnos al fatalismo y a la abyección, a la crisis que corroe la democracia madrileña porque está vilipendiada. La están convirtiendo en una enfermiza caricatura de si misma y, si queremos que tenga salida, hemos de reclamar y reivindicar el ideal de más democracia, es decir, más participación para recuperar la calidad y la salud de un sistema que no ha sufrido cambios en sus fundamentos desde su creación en el Siglo XVIII. Es urgente en nuestra Madrid reinventar la participación ciudadana y decir claramente que no merecemos estos gobernantes. Deben dimitir.

Yolanda Villavicencio M. es Diputada Socialista en la Asamblea de Madrid

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