sábado. 20.04.2024

El Descrédito

La bolsa no encuentra suelo. La prima de riesgo no alcanza techo. Mientras tanto, el Gobierno, estupefacto, apareció al principio de manera esporádica diciendo que el problema tenía su origen en la situación de Grecia. Pero Rajoy está noqueado: No tiene capacidad de análisis, de reacción y lo más importante, liderazgo para transmitir algún tipo de mensaje efectivo. Y además, su falta de coraje es escalofriante.

La bolsa no encuentra suelo. La prima de riesgo no alcanza techo. Mientras tanto, el Gobierno, estupefacto, apareció al principio de manera esporádica diciendo que el problema tenía su origen en la situación de Grecia. Pero Rajoy está noqueado: No tiene capacidad de análisis, de reacción y lo más importante, liderazgo para transmitir algún tipo de mensaje efectivo. Y además, su falta de coraje es escalofriante. España está al borde del precipicio y, él, que es el Presidente del Gobierno, elegido por los representantes de la soberanía popular, comparece en la sede del PP primero, para decir, que la culpa es de otros, y después, en un foro económico, para deshacer la primera opinión y afirmar que España no será intervenida. Si se afirma esto y lo contrario, es que, en realidad, no se sabe qué se afirma. Por otra parte, el Gobierno que preside ha cometido un error gravísimo: anunciar la nacionalización de un banco sin tener previsto (aunque dicen decidido) el mecanismo que se va a utilizar a tal efecto.

Y, entre tanto, el PSOE, después de hacer la escena del sofá, algo impropio de un político tan experimentado como Rubalcaba, ahora asegura que se ha cansado de esperar y pide una comisión de investigación. Pero lo más chocante desde el punto de vista de la legitimidad es que, tras haber estado codo con codo en los consejos de administración de las cajas, la táctica del parabrisas en los socialistas no deja de funcionar. La culpa la tienen Rato y Blesa. Pero, ¿quiénes estaban a su alrededor en esa mesa? Pues estaban (y están, porque nadie ha dimitido ni tampoco van a ser juzgados), socialistas, comunistas y sindicatos. Evidentemente, no todos tienen la misma culpa, pero escurrir el bulto en una situación límite es una manera de sublimar la irresponsabilidad, porque obviamente Bankia lo controla el PP, pero si los consejeros no estaban de acuerdo con las decisiones que tomaba la presidencia de la entidad, pudieron dimitir, pero no lo hicieron, por lo tanto, son también responsables. Con ser todo esto gravísimo, lo que ya resulta indescriptible (porque describirlo es caer en la frustración), es que el PP se niegue a investigar.

Y a todo esto, Rodrigo Rato aprovecha el consejo de Administración de Caja Madrid, que todavía preside, para dar su primera respuesta tras su dimisión de la presidencia de Bankia y limpiar su imagen. Rato trató de salir al paso del plan de recapitalización de Bankia en un documento distribuido a todos los consejeros en la reunión celebrada el miércoles pasado. En ese texto, Rato defiende su actuación y afirma que el plan “lo que hace es provisionar o dotar posibles pérdidas futuras derivadas de unas inversiones inmobiliarias excesivas realizadas en el pasado”. Es decir, despeja cualquier responsabilidad durante el tiempo que ha estado como responsable de la entidad. Además, se jacta de que el plan de capitalización va a dejar al grupo en una magnífica situación financiera, pues es una inyección brutal de fondos para que la sociedad incremente sus provisiones de forma notable, “pero desgraciadamente ello se hace a costa de fondos públicos (2% del PIB) y causando un grave perjuicio a los actuales accionistas de Bankia, pues el efecto dilutivo va a provocar una enorme caída en la cotización", concluye. ¿Pero cómo pretende el exdirector del FMI entonces tapar el agujero?, ¿lo va a tapar él mismo?, ¿y cuál es la alternativa?, ¿la destrucción de una entidad y la desaparición de millones de euros de ahorros de miles de ciudadanos?. Es éticamente inaceptable la socialización de las pérdidas de una empresa privada pero sin bancos saneados no es posible el funcionamiento de la economía y más en la fase de internacionalización del capital. Este tipo de comentarios no es que sean ajenos a lo racional, es que están fuera de la realidad. El problema a estas alturas es que, muchos ciudadanos, desesperados, son incapaces de analizar lo que está sucediendo con reposo.

Pero, ¿qué nos creemos?, ¿un sub-país, el inframundo?, ¿qué tipo de discurso y de prácticas de credibilidad se envía a nuestros socios comunitarios que, más allá de las críticas legítimas que se pueden hacer, lo cierto es que han salvado a España en varias ocasiones al comprar deuda el BCE?, ¿quién es capaz de soportar una situación así sin no escandalizarse? El problema está en que la mentira es el discurso. Primero fueron las cuentas de Castilla La Mancha, después, la Comunidad Valenciana, más tarde, Madrid y Castilla y León y ahora los balances falsos de los bancos. Y claro, Europa ya no se fía. Y tiene motivos para estar enojada por la sencilla razón de que no hemos sido leales. En la evaluación de Bruselas sobre las iniciativas tomadas por España para combatir la crisis hay un golpe tras otro a las medidas más relevantes aprobadas por el Ejecutivo de Mariano Rajoy en sus cinco meses de Gobierno. El examen de los mercados no es mucho mejor: Rajoy fue investido con la prima de riesgo alta (en torno a 311 puntos), pero la deuda se acerca peligrosamente a territorio comanche, a zona de intervención; van ya varias semanas por encima de 500 puntos. Por eso, Bruselas deja una pista sobre el porqué: la reforma financiera "no ha garantizado la estabilidad del sistema bancario". Y, es que, además, en la Europa protestante y el calvinismo renano se entienden muy mal cosas como que España tenga una economía sumergida elevada y que afloren capitales para blanquearlos de improviso y obtener calderilla (lo denominan amnistía fiscal). No, el norte europeo y España, por mucho que nos empeñemos en criticar a Alemania o a Reino Unido por insolidarios, tienen conductas políticas distintas: El norte (sea anglosajón, nórdico o germano), hace del rigor, la transparencia y la conducta liberal su razón de ser y piensan que no tienen por qué cargar con las toneladas de paja del sur (Grecia, Portugal, España y antes Italia hasta que Monti se hizo respetar) y que tienen su origen en la ausencia de responsabilidad impositiva y de sentido de la justicia.

Es cierto. Por este motivo, resulta difícil de entender la actitud del todavía Gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, que aparte de no enterarse de nada de lo que estaba pasando delante de sus narices (o al menos, hacer como que no se enteraba), ahora sangra por la herida, dimite y dice que no comparece porque el Gobierno se pide que esté callado. ¿Pero es que solo se puede comparecer en el Parlamento?, ¿es que el Gobernador no puede dar una rueda de prensa y decir claramente su versión de los hechos? Hasta la fecha la respuesta es no.

Que vamos al abismo está quedando cada semana más patente, pero, ¿cuál es el plan para evitar el colapso? El plan se basa en la necesidad de improvisar a cada minuto. Es decir, no hay plan. A este respecto, parece ser, que la estrategia del Gobierno pasa por impulsar una ofensiva diplomática discreta. La solución está cada vez más clara: cambiar el fondo de rescate para que pueda inyectar dinero en los bancos sin pasar por los Estados y así salvar a los españoles cuando se conozca la descomunal cifra de capital que necesitan y que España no tiene. Es lo que Montoro llamó “unidad bancaria europea”. Pero es un proceso lento, y nadie tiene claro si llegará a tiempo porque España no puede aguantar mucho tiempo más. La situación es límite.

Todo este despropósito ganado a pulso, al que Zapatero en mayo de 2010, respondió alarmado que eran rumores que suponían “una absoluta locura”, habita entre nosotros desde hace tiempo y va a tardar también muchos años en marcharse. En cualquier caso ya da igual que los políticos mientan, es que sin que nos prestan, probablemente nos vayamos  al garete. El descrédito fuera de España está ya  descontado y dentro… “no damos crédito”.

El Descrédito
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