miércoles. 24.04.2024

El 8 de marzo de mi madre

El 8 de marzo de 1857, en Nueva York, un grupo de mujeres hicieron huelga en la fábrica textil en la que trabajaban para pedir una jornada laboral de 10 horas de trabajo e igualdad de salarios respecto de los hombres. Como respuesta a estas reivindicaciones, se trabaron las puertas y se prendió fuego al edificio. Murieron 129 trabajadoras.

El 8 de marzo de 1857, en Nueva York, un grupo de mujeres hicieron huelga en la fábrica textil en la que trabajaban para pedir una jornada laboral de 10 horas de trabajo e igualdad de salarios respecto de los hombres. Como respuesta a estas reivindicaciones, se trabaron las puertas y se prendió fuego al edificio. Murieron 129 trabajadoras.En 1975 las Naciones Unidas promulgan el Año Internacional de la Mujer y se aprueba el día 8 de Marzo como Día Internacional de la Mujer, haciéndolo universal.

En nuestro país esta fecha no empieza  a celebrarse hasta los años 80, cuando toman auge las asociaciones de mujeres.

Mi madre, como tantas otras mujeres de su época, ha tardado en tener conocimiento de esta historia y en conmemorarla. Hoy celebra este día merendando con sus amigas. Ella procede de un extracto social muy humilde. Apenas tiene otra formación que la que le ha dado la vida. Es hija de un rojo, encarcelado por serlo, al que le cupo el dudoso honor de formar parte, hasta el año 1982, de una de las tristemente célebres “listas negras” que circularon por todos los pueblos de España.

Siendo muy joven se vino a Madrid a servir a una casa de la que salió para casarse con mi padre, parir tres hijas y cuidar de su marido y de sus padres hasta que fallecieron. Ahora tiene casi 80 años y disfruta de una apacible existencia en su pueblo natal: hace la compra, pasea, los sábados va a misa y los domingos juega a las cartas en el local de la Asociación de Mayores.

Nunca pudo tener otra posibilidad que la de dedicarse a “sus labores” y no tuvo muchas oportunidades de reivindicar nada, posiblemente porque no sabía que reivindicar, pero lo que si supo siempre, aun sin ser plenamente consciente de ello, es que sus hijas tendrían otro tipo de vida.  A día de hoy somos tres mujeres libres e independientes y aunque no siempre ha entendido ni compartido algunas de nuestras actuaciones, sí ha respetado y apoyado incondicionalmente las decisiones que hemos tomado. Como cuando yo me presenté, hace cuatro años por las listas del PSOE, a las elecciones municipales en el pueblo. La recuerdo en el mitin de fin de campaña ejerciendo, orgullosa y en silencio, de madre de la candidata.

Por eso, por todo lo que le debo y para todas las mujeres que, como ella, no lo tuvieron, este año quiero dedicarles el 8 de marzo. Va por ellas. Por las madres, por las hijas, por las compañeras, por las profesionales, por las trabajadoras, por las estudiantes y por el resto de mujeres del mundo que diariamente contribuyen con su esfuerzo, su dedicación, su trabajo y, en muchos casos, con su vida a la defensa de los derechos de la mujer, que, en definitiva, son los derechos de todos.

El 8 de marzo de mi madre
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