miércoles. 24.04.2024

El 2 de octubre y los estudiantes mexicanos

NUEVATRIBUNA.ES - 14.10.2010 Entre todos los movimientos sociales de la historia del México del PRI, el que representó el reto más dramático al sistema político autoritario fue el de los estudiantes en 1968.
NUEVATRIBUNA.ES - 14.10.2010

Entre todos los movimientos sociales de la historia del México del PRI, el que representó el reto más dramático al sistema político autoritario fue el de los estudiantes en 1968. Los orígenes de los cambios políticos más recientes en México, el largo proceso de democratización, pueden rastrearse a esos años. La represión brutal de la que fue objeto el movimiento universitario que culminaría el 2 de octubre en la Plaza de Tlatelolco con el ejército (y grupos paramilitares) disparando contra los jóvenes manifestantes mostró la incapacidad del régimen para responder a las exigencias de libertad política de una sociedad que se iba haciendo cada vez más compleja y plural y el agotamiento de las respuestas tradicionales del gobierno para contener a los inconformes.

Los eventos que culminaron aquel 2 de octubre, sin embargo, no fueron algo excepcional, un fogonazo. En su libro “1968: los archivos de la violencia”, el profesor Sergio Aguayo hace un recuento de las revueltas estudiantiles que ocurrieron en México en los años previos al 68 (desde 1963), para dar un total de al menos 53. Su investigación también apunta al hecho de que ya en los años anteriores la vida política en las universidades era intensa, los partidos políticos de izquierda habían sido prohibidos de la arena electoral y en consecuencia, las universidades se convirtieron en el refugio de sus ideas.

Existe un consenso en que el origen del movimiento estudiantil se encuentra en la pelea que hubo el 23 de julio de 1968 entre estudiantes de dos institutos de enseñanza media en la ciudad de México, durante la cual la policía intervino reprimiendo brutalmente a los estudiantes. Pocos días después, el 26, hubo una manifestación estudiantil denunciando dicha brutalidad. La policía la disolvió violentamente y los estudiantes respondieron armados con piedras, ocupando varias escuelas preparatorias y edificios. En el combate subsecuente los hechos de violencia se saldarían con la muerte de tres estudiantes, decenas de heridos y varios detenidos. El 29 de Julio, el Gobierno decide mandar al Ejército para controlar la situación, que utilizó una bazuca para destruir la puerta de la Preparatoria 1 (un edificio histórico del siglo XVII aún en pie, otrora un seminario jesuita) en el centro histórico, a pocos metros del Palacio de Gobierno. Esto cambió toda la situación, pues se consideró una violación a la autonomía universitaria, y el rector de la Universidad Nacional (el ingeniero y escritor Javier Barros) apoyó al movimiento, dirigiendo una manifestación masiva el 1 de agosto defendiendo la autonomía universitaria, que vio frenado su camino al Zócalo por vehículos militares. La intervención de Barros, para politólogos mexicanos como Reynaldo Ortega de El Colegio de México, fue el hecho que legitimó al movimiento y facilitó la formación de una alianza más amplia.

De hecho el número de implicados aumentó sensiblemente en varias universidades de la capital y la provincia: se iniciaron huelgas y se conformó un Consejo Nacional de Huelga, que publicó un documento con 6 puntos donde estipulaba sus exigencias. Este CNH se trataba de un ente plural, sin jerarquías claras, por obvias razones: precisamente para evitar la represión estatal contra los líderes.

Entre agosto y septiembre hubo una serie de manifestaciones cada una aumentando el número de participantes, hasta llegar a las 200 mil personas.

Durante este tiempo, la postura del Gobierno fue ambivalente: por un lado trataba de dividir al movimiento (interiormente escindido por una tendencia más pacífica y otra que aceptaba la vía de la violencia) y los descalificaba llamándolos un grupo extremista menor y antimexicano; y por el otro llamaba al diálogo y negociaciones a puertas cerradas a los líderes. La respuesta del CNH fue siempre pedir un debate… pero que fuese público.

Posteriormente se llevó a cabo un plantón en el Zócalo (frente al Palacio Nacional) como resultado de una manifestación multitudinaria (400 mil personas, según los estudiantes), que el Gobierno consideró una conspiración y mandó desalojar por medio de las fuerzas armadas. La posición del Presidente Gustavo Díaz Ordaz se endurecía, y se utilizó a la prensa para presentar a los estudiantes como una conspiración contra México dada la cercanía de los Juegos Olímpicos en la ciudad (ese mismo año, 1968). En estos días previos al 2 de Octubre, la violencia contra los líderes se endureció, así como la campaña para controlar al movimiento y circunscribirlo a la Ciudad de México: se ocupó la Ciudad Universitaria por la vía armada y Barros renunció. Todo esto empezaba a desalentar a algunos posibles participantes, y a subrayar las diferentes propuestas para la protesta hechas por las diversas partes del movimiento. Los estudiantes anunciaron una manifestación masiva para el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.

El Gobierno había ya decidido detener al movimiento antes de las Olimpiadas. Siguiendo a Aguayo, considero que los objetivos del gobierno en la operación del 2 de Octubre fueron a) detener a los líderes del movimiento estudiantil, b) detener a los intransigentes entre los estudiantes, c) asustar a los moderados del movimiento y lanzar una advertencia contra futuras protestas, y d) hacerlo de una forma en la que el gobierno pudiera legitimar el uso de la fuerza, justificándolo por la aseveración de que habrían sido los estudiantes los iniciadores del tiroteo (cosa creíble dados los antecedentes de enfrentamientos).

Los estudiantes no esperaban una respuesta tan represiva. De nuevo siguiendo a Aguayo, se pueden establecer correspondencias entre la forma de reprimir al movimiento en Tlatelolco y la forma en que se reprimió a otro movimiento cívico unos pocos años antes, en provincia, el de los navistas en San Luis Potosí (un movimiento cívico creado en torno a la candidatura de Salvador Nava frente a los caciques que dominaban la política en esa región): el plan era que, después de una señal, algunos francotiradores empezarían el tiroteo y más tarde, alegando que los estudiantes habían iniciado las hostilidades, se arrestaría a los líderes. Pero los acontecimientos resultaron mucho más trágicos. Hubo un tiroteo entre policías y soldados (disfrazados de civiles) por un lado, y soldados por el otro, en el que los manifestantes resultaron heridos y muertos una gran cantidad de civiles. Aunque el asunto de los muertos es todavía un tema sujeto a debate, los datos que manejó en su día la embajada estadounidense hablan de que la “mejor estimación” en cuanto al número de víctimas era de entre 150 y 200 (como señala Raúl Jardón en su libro “El espionaje contra el movimiento estudiantil: los documentos de la Dirección Federal de Seguridad y las agencias de inteligencia estadounidense en 1968”). En cuanto a los detenidos, el informe de los servicios de inteligencia mexicanos maneja el número de 1043 personas.

Los estudiosos mexicanos sobre el tema coinciden en concluir que el movimiento estudiantil y su represión habrían tenido como consecuencia una presión social y una falta de legitimidad del régimen que acabaría forzando una serie de reformas políticas que darían paso a lo que se conoce como la larga transición mexicana. Sin querer establecer nexos de causalidad, lo que está claro es que este movimiento representó un punto de inflexión en la acción colectiva contenciosa y la historia contemporánea de México.

La derrota del movimiento dejaría tras de sí una serie de consecuencias inesperadas y algunos debates abiertos. Entre las primera podemos contar la fractura de los aparatos de Seguridad, y el repliegue /reacomodo de los militares en su papel en la represión (esto es, de represión de civiles, porque no ocurrió lo mismo con la guerrilla), una ruptura también entre los intelectuales, una mayor atención por parte de la opinión internacional a lo que pasaba dentro de México (error de cálculo del Gobierno: ya se encontraban en México varias decenas de periodistas internacionales con el objeto de cubrir los ya inminentes Juegos Olímpicos cuando ocurrió la matanza de Tlatelolco, e incluso he escuchado que una joven Oriana Fallaci resultó herida en el tiroteo). Concuerdo con Aguayo cuando afirma que quizá la consecuencia más importante haya sido la de que se rompe definitivamente la legitimidad en el uso de la violencia por parte del gobierno que antes, mal que bien, poseía. En cuanto al debate abierto: la inconformidad, recogida y en cierto modo procesada por el movimiento, no desaparece. Antes bien, permanece en la forma de dos tendencias, una vía pacífica que intentará abrir la vía electoral, y una alternativa violenta, la de los miles de mexicanos que ya desde antes de 1968 pero con más intensidad a partir de este año se lanzan a la clandestinidad y engrosan las filas de las múltiples organizaciones guerrilleras (urbanas y rurales) que existieron en México durante los años 60 y 70. Su erradicación será paradójicamente el germen de un nuevo tipo de movimiento social, pacífico, ya enmarcado de lleno en el contexto de la transición mexicana a la democracia, el de las organizaciones de derechos humanos. Pero no es esta ocasión de recordar esa otra lucha, sino lo que pasó en Tlatelolco y a los estudiantes que fueron protagonistas de ese movimiento. El 2 de Octubre no se olvida.

César Morales Oyarvide - Politólogo mexicano

El 2 de octubre y los estudiantes mexicanos
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