viernes. 29.03.2024

Egipto: ¿pulso o juego de tronos?

Egipto es una República desde hace sesenta años. Los militares derribaron una Corona que se había hecho impopular, inservible y extemporánea. Pero antes que las Fuerzas Armadas pusieran al rey Farouk en el camino del exilio, los devotos Hermanos Musulmanes ya habían socavado la legitimidad del régimen monárquico. Obviamente, los militares nunca les reconocieron ese mérito.

Egipto es una República desde hace sesenta años. Los militares derribaron una Corona que se había hecho impopular, inservible y extemporánea. Pero antes que las Fuerzas Armadas pusieran al rey Farouk en el camino del exilio, los devotos Hermanos Musulmanes ya habían socavado la legitimidad del régimen monárquico. Obviamente, los militares nunca les reconocieron ese mérito. Al contrario: los pusieron bajo la lupa y los decapitaron políticamente en 1954, cuando consiguieron construir una justificación suficiente: un supuesto y más que improbable complot para asesinar al coronel Nasser. Los líderes de la cofradía fueron liquidados, encarcelados, torturados y perseguidos. Para ellos comenzó la era del 'takfir': el 'martirio'.

Luego vinieron mejores tiempos; o más bien, menos atroces. La cofradía fundada por Hasan el Banna en 1928 se mantuvo en la clandestinidad, en la sombra o en la tolerancia vigilada y supo esperar su momento, mientras se hacía fuerte a base de proporcionar a muchos egipcios lo que el régimen no les daba: servicios sociales y ayudas muy variadas para aliviar la vida cotidiana.

Ahora, cuando están a punto de enterrar al tercer presidente-general, los HM parecen decididos a que no haya un cuarto, más disfrazado y vergonzante que los anteriores, pero uno más del cuarto más exclusivo de banderas, al fin y al cabo.

Muerto ya, o vivo artificialmente, (el desenlace puede ser cuestión de horas o de meses), el ciclo Mubarak se ha cerrado. Una revolución palaciega dio inicio a la dinastía y una revolución popular creyó haberla acabado. Pero las Fuerzas Armadas se resisten a que esa sea la conclusión de la película. Se ha diseñado un Brumario en el vergel asediado del Delta.

EL DISEÑO MILITAR

Los militares aceptaron de mala gana el incómodo 'proceso revolucionario'. Conscientes de que no podían aplastarlo del todo, por temor a la reacción de Washington, optaron por poner reiteradamente obstáculos, forzar posiciones radicales que pudieran justificar actuaciones más contundentes y pactar con los que más le preocupaban para neutralizar el alcance de los cambios. Esos socios eran, naturalmente, los Hermanos Musulmanes, y no los portavoces juveniles de las manifestaciones de la Plaza Tahrir.

La conglomeración piadosa jugó al caliente y al frío con los militares, a sabiendas de que se trataba de eso para consolidar su base de poder, construir su legitimidad internacional y deshacerse, de paso, de rivales incómodos en la marea del malestar revolucionario.

Las elecciones fueron el momento culminante. En las legislativas obtuvieron un resonante éxito, que apenas compartieron con los ‘salafistas’ que amenazaban desbordarlos con sus proclamas islámicas mucho más radicales y menos pactistas. Los militares no se conformaron con lo que Washington les soplaron a la oreja: la conveniencia de entenderse con los Hermanos. Los uniformados exploraron al máximo el miedo de los sectores laicos y más dinámicos de la sociedad egipcia para apañar un calendario pseudolegal que los alejara del poder político.

En un clima de confusión inenarrable, de amenaza persistente de estallidos violentos, de miedo al golpe sangriento, el Directorio de las Fuerzas Armadas optó por el 'golpe blando'. Todo ha estado calculado al detalle. Esperaron al último recurso electoral, por si la siembra del miedo y el lógico deseo de estabilidad hubiera germinado en una victoria de 'su' candidato, el último primer ministro de Mubarak, como el también Jefe, en su día, de la Fuerza Área, y representante del orden anterior transmudado en candidato de la eficacia.

De momento, los cálculos no han fluido. A Shafik le habrían faltado, según la mayoría de las fuentes, un millón de votos para acabar con el discurso de los Hermanos Musulmanes. Mohamed Morsi, el candidato oficial de la cofradía, después de un inicio de campaña muy vacilante, por el empuje y el prestigio de un rival disidente, se habría hecho con el 52% de los votos, según la mayoría de los escrutinios conocidos en la noche del lunes, poco antes de la noticia del estado terminal de salud del derrocado 'raïs'. El problema es que Shafik no lo reconoce y considera que el vencedor es él. A la hora de escribir estas líneas, la comisión electoral ha aplazado la publicación de los datos finales. Lo que no contribuirá a normalizar la situación.

Seguramente previendo todo esto, la cúspide militar se anticipó a los datos oficiales para anunciar su decisión de reforzar su control sobre el proceso revolucionario. Dígase bien 'reforzar', porque el control no lo han perdido nunca: tan sólo han relajado oportunamente las riendas para aplacar a internos y externos. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas disuelve definitivamente el Parlamento, después de que un sospechoso Tribunal Supremo ya hubiera pronunciado un veredicto de nulidad parcial por supuestas irregularidades sobre las que no se han aportado pruebas merecedoras de tal nombre. En consecuencia, invalida la comisión parlamentaria que había sido designada para redactar la nueva Constitución, y se arroga directamente esa competencia, que encargará a un órgano cuyos miembros seleccionarán los propios militares. En tercer lugar, ya avisan al futuro presidente (con independencia de su identidad) que se reservan el nombramiento de Ministro de Defensa y el veto sobre importantes porciones del presupuesto, en realidad todos aquellos que afectan a los militares. O sea, en Egipto, casi todas. Y una cosa más: cabe suponer que los poderes presidenciales consagrados en la futura Constitución resultarán bastante limitados. Para evitar sorpresas.

EL DOBLE JUEGO ISLAMISTA Y LA PASIVIDAD OCCIDENTAL

No es extraño que los Hermanos Musulmanes hablen de 'golpe de Estado encubierto'. Y que ese diagnóstico sea compartido por otros sectores críticos. Pero la gran paradoja de Egipto es que los egipcios que política, anímica o culturalmente más aprecian o desean la democracia son los más renuentes a afrontar todas sus consecuencias. No es criticable del todo esta posición. Estos sectores temen que una dictadura político-moral sustituya a una de orden político-militar. Puestos a elegir, muchos (aunque no es una posición unánime) prefieren soportar a los militares, porque consideran que son más ‘presionables’ por Washington. Y por la calle, puede decirse hasta cierto punto, en la medida en que los Hermanos Musulmanes pueden alardear de una legitimidad popular de la que carecen estos militares, mitad cínicos, mitad tramposos.

Dicho todo lo cual, este poder fáctico que son las Fuerzas Armadas ha contado con el apoyo involuntario de su cuasi-vecina Siria. Por comparación, el escamoteo militar de derechos y libertades en Egipto parece cosa menor frente al baño de sangre y las perspectivas de ciclo interminable de odio y violencia. Occidente tiene puesto el foco en Siria y prefiere conformarse con lo que ocurra en Egipto, porque ya se sabe que en el país del Nilo, los desbordamientos son controlados. THE NEW YORK TIMES reprochaba estos días a sus Gobiernos respectivos su responsabilidad en la deriva autoritaria en Egipto. El diario neoyorquino lamentaba, en concreto, que la Administración Obama hubiera reanudado la ayuda militar (1.300 millones de dólares) sin garantía del respeto castrense al proceso democrático. El periódico francés LE MONDE, por su parte, consagraba alguno de sus artículos de fondo a esclarecer los contactos y pasarelas más que discretas entre militares e islamistas, lo que tiende a fomentar la idea de que, en el fondo, gobierne quien gobierne, estas dos instancias del poder en Egipto podrán escenificar públicamente un pulso a cara de perro, pero, por debajo de la mesa, intercambiarán cartas y favores, en un auténtico 'juego de tronos'.

Egipto: ¿pulso o juego de tronos?
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