viernes. 29.03.2024

Educación, investigación e innovación en la crisis

NUEVATRIBUNA.ES - 17.6.2010PARA
NUEVATRIBUNA.ES - 17.6.2010

PARA FUNDACIÓN SISTEMA

Los planes de ajuste que están llevando a cabo la mayor parte de los países pertenecientes a la Unión Europea son totalmente cuestionables, tanto por lo que suponen para las posibilidades de recuperación de las economías, como por lo que significa el no afrontar las causas principales originarias de la crisis, sino sus efectos. Además de lo que representan en costes sociales y humanos.

En todo caso, lo que resalta es que en el duro plan de ajuste alemán, la canciller ha salvado de los recortes la educación y la investigación, entre otros motivos porque, como ha declarado Merkel, son el futuro. Esta posición contrasta con la adoptada en España, en donde ya con anterioridad al plan de ajuste el Gobierno de la nación hizo recortes en los presupuestos de 2010 a la investigación, y bastantes Comunidades Autónomas lo están haciendo con sus universidades desde hace ya varios años. En este caso, difiere el comportamiento de unas Comunidades a otras, lo que también está provocando unas desigualdades considerables en el funcionamiento de las universidades.

Los recortes producidos se han justificado en nuestro país por la necesidad que viene impuesta por las condiciones de la crisis, y ante ello todas las partidas presupuestarias, unas en mayor medida que otras, tienen que sufrir sus consecuencias. Pero ante la evidencia de los hechos, que no se pueden negar, sobre todo cuando hay tantas necesidades sociales que atender, no vendría mal copiar, en este caso, de la propuesta alemana. El gobierno alemán y prácticamente todos los de los países avanzados, son conscientes de esto, así como los de los países emergentes.

La educación y la investigación son el futuro, pero también han sido el pasado y el presente de los países que han conseguido logros económicos significativos y progresos indudables en las mejoras progresivas de la productividad. El incremento en la productividad, a lo largo de la historia, es lo que ha permitido aumentar los salarios reales sin menoscabo de los beneficios, así como acortar la jornada laboral en horas anuales, mensuales y semanales. Todas estas mejoras han sido fruto de las luchas de los trabajadores, pero el sistema capitalista ha sabido hacer frente a estos desafíos con el progreso tecnológico y con mejoras en la organización del proceso de trabajo. El crecimiento ha sido compatible, en unos países más que en otros, con el estado del bienestar.

En nuestro país, parece que no queremos aprender de los países que se encuentran por delante de nosotros en indicadores económicos y en avance científico, sino lo que es más lastimoso, tampoco de los países emergentes que están teniendo un crecimiento impresionante, como fue el caso en décadas anteriores de Corea del Sur, y ahora lo son Brasil, China e India. Se trata a la educación y a la investigación, simplemente como unas partidas presupuestarias más, a las que hay que meter la tijera, como a cualquier otra. Aquí no se pasa de hacer declaraciones grandilocuentes sobre la importancia de la educación y la investigación, e incluso como factores fundamentales para salir de la crisis, pero esas declaraciones no se manifiestan en hechos.

Es evidente que España sufre un retraso relativo en educación e investigación, y no digamos en innovación, en relación a otros países, por lo que ha sido su historia de tantos años de dictadura, y la destrucción de la ciencia que supuso el triunfo de los insurgentes, como se puede ver en el libro que con ese nombre, “La destrucción de la ciencia en España”, y dirigido por Luis Enrique Otero ha editado la editorial Complutense en memoria de todos los que fueron depurados.

En la democracia se han conseguido progresos pero no los suficientes. Se han producido sin lugar a dudas avances, sobre todo en la investigación científica, pero no los que hubieran sido necesarios para acortar distancias. Tenemos un déficit aún en ciencia, educación, y fundamentalmente en progreso tecnológico. Por eso, para superar ese atraso habría que invertir más y hacer un esfuerzo colectivo para cerrar la brecha que nos separa, y no como va a suceder, tal como están las cosas, que se va a ensanchar. Este es un país en el que a los líderes políticos y económicos les gusta aportar por el corto plazo, por resultados económicos en un periodo de tiempo breve, y sin entrar a considerar los costes del crecimiento económico en términos de productividad, sociales y ecológicos. La apuesta por la educación, la investigación y la innovación requiere un plazo medio y largo, y sus resultados no son por tanto inmediatos.

La importancia de todo ello se estudia cada vez más por la ciencia económica. Tenemos que aprender de estos análisis, además de la experiencia de otros países. Un libro muy interesante es “Cambio tecnológico y empleo”, de Chris Freeman y Luc Soete (1996, Fundación Universidad Empresa), y aunque pueda parecer un poco antiguo resulta muy relevante en los tiempos actuales de desempleo, pues en esto se centra bastante. De hecho su título en inglés es “Work for all or Mass Unemployment?”. En las conclusiones se dice algo que sigue siendo de actualidad: “La vuelta a un desarrollo económico con pleno empleo es una tarea difícil, pero no imposible. Requiere una combinación imaginativa de inversión privada e inversión pública”. Lo que sucedió es que esto no se hizo y se dio prioridad a la economía de las finanzas sobre la economía productiva, y así ha pasado lo que ha pasado.

Resulta útil a su vez el capítulo “El progreso tecnológico y el crecimiento” del manual “Macroeconomía” (Prentice Hall) de Olivier Blanchard, profesor del MIT, y en la actualidad economista jefe del Fondo Monetario Internacional. En este planteamiento se hacen las siguientes sugerencias, entre otras: a) El periodo de elevado crecimiento comprendido entre 1950 y 1973 se debió a un rápido progreso tecnológico, no a una acumulación de capital excepcionalmente elevada. b) La desaceleración del crecimiento registrada desde 1973 se ha debido a una reducción de la tasa de progreso tecnológico y no a una acumulación de capital excepcionalmente baja, y c) La convergencia de la producción per cápita de los distintos países se ha debido a un aumento del progreso tecnológico, no a una aceleración de la acumulación de capital, en los países que partieron de una posición rezagada.

Un libro muy sugestivo, y tal vez uno de los más interesantes, es el de Nathan Rosenberg, “Dentro de la caja negra: tecnología y economía” (La llar del libre, 1993). Rosenberg, además de valorar la contribución de Marx, al que considera docto en tecnología, hace unos planteamientos muy rigurosos y sugerentes. Así, considera que desde la perspectiva del impacto económico, la difusión de la innovación tecnológica es mucho más importante que la aparición de las nuevas tecnologías. Sin embargo, tradicionalmente se ha dado más importancia a estas últimas probablemente porque son más vistosas y más fáciles de explicitar. En esta obra un punto importante es la relación entre ciencia y tecnología. Se considera que la originalidad científica no es condición suficiente para el desarrollo, o el dinamismo tecnológico, e incluso mantiene que no es una condición necesaria, como se muestra en muchos ejemplos que se pueden observar. En todo caso, el avance tecnológico requiere de conocimientos técnicos y especializados. La educación y la investigación son otra vez fundamentales.

En suma, la economía no puede ser ajena a este tipo de estudios, que ponen énfasis en la innovación tecnológica; no puede no tenerlos en cuenta, ni considerar el progreso tecnológico como una variable exógena, pues aquí se encuentra la base fundamental del desarrollo económico. Un desarrollo que no tiene que basarse en el fetichismo del crecimiento, y que contemple asimismo la sostenibilidad de la tecnología y la preservación del medio ambiente.

Las autoridades públicas, estatales y autonómicas, tendrían que insistir más en estas cuestiones, y no pensar en que todo se puede arreglar volviendo a lo de antes, o dando la espalda a la educación, la investigación y la innovación. Se vuelven a cometer los mismos errores que en otras épocas históricas en un momento oportuno para provocar el cambio y salir de la crisis con otro tipo de desarrollo, más justo y equitativo. Cuiden ustedes a sus universidades, no las dejen empantanadas en medio de la crisis, que en ellas se hace la mayor parte de la investigación y la tecnología que se genera en este país, con resultados, en muchos casos, más que notables y de calidad. Las universidades que se encuentran a la cabeza y que han obtenido la mención de campus de excelencia tienen que ser apoyadas, y no acosadas, como algunos parecen hacer.

Carlos Berzosa es catedrático de Economía Aplicada y rector de la Universidad Complutense de Madrid desde el 23 de junio de 2003, tras ser Decano los catorce años anteriores de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de dicha Universidad.

Educación, investigación e innovación en la crisis
Comentarios