jueves. 28.03.2024

Economía circular

Esta sociedad sustenta su concepto de bienestar sobre una economía lineal cuyo crecimiento depende de la explotación ilimitada de los bienes que la alimentan.

Es un clásico en el mundo rural asturiano, y reconozco que acudo a él con demasiada frecuencia, pero no me resisto a hacerlo una vez más. Frente al otrora obligado recurso a las rogativas en las épocas que venían mal dadas para las cosechas, la inteligencia campesina acuñó en mi tierra un refrán que, no sin cierta sorna, pone a cada quién en su sitio. “Dios y el cucho (estiércol) pueden mucho, pero puede más el cucho”.

Somos tributarios de nuestra historia, y nuestras raíces culturales se hunden en las tradiciones judeocristianas, en tanto que otras civilizaciones son igualmente producto de su pasado. Aún sin ser conscientes de ello nuestros patrones de vida, las relaciones sociales, las líneas morales o éticas que trazan las fronteras de nuestra conducta, traen causa de siglos de adoctrinamiento transmitido de padres a hijos por generaciones.

Desgraciadamente la capacidad de revisión que las iglesias demuestran respecto de sus principios doctrinales se mide casi en tiempos geológicos, en tanto que la humanidad avanza a tal velocidad que ya hemos tenido que recurrir al nanosegundo para abordar algunos retos tecnológicos. Y así hoy siguen vigentes dos máximas vaticanas que constituyen una peligrosa barrera mental en las cabezas de gobernantes y legisladores: “Creced y multiplicaos” y “Dios proveerá”. En cualquier caso son principios complicados de gestionar hoy, aún por separado, pero conectados entre sí se convierten en un cóctel de alto riesgo, así que analicémoslos de forma aislada antes de sacar una conclusión final.

Sería lógico pensar que nada proveerá Dios en tanto que un personaje de ficción poco puede aportar a la vida real, pero obviemos por un instante esta menudencia y pongámonos en el lugar del creyente. A estas alturas cualquiera habrá podido constatar que si de Dios hubiese dependido el proveernos de un espacio habitable para acoger la vida tal y como la conocemos, su tarea concluyó al crear el Planeta Tierra, y es poco probable que se decida a crear uno nuevo cuando hayamos agotado los recursos de éste.

Lo de aplicar la multiplicación a la tarea reproductiva se nos presenta hoy como un desliz matemático del Divino Creador. En puertas de alcanzar la cota de nueve mil millones de almas deambulando por el globo terráqueo, algunos pensamos que hubiese sido mucho más sensato algo más modesto, del tipo sumad y desarrollaos. Bien es cierto que para resolver el problema de la superpoblación ya las Sagradas Escrituras habían previsto tal eventualidad, inventando a su vez el mecanismo de la multiplicación de los panes y los peces, pero esta técnica sigue teniendo algunos problemas de implementación dos mil años después de ser patentada.

Vistos en perspectiva los problemas que presentan los cimientos de nuestro bagaje cultural más ancestral, aquellos que condicionan en gran medida nuestro comportamiento tanto individual como colectivo, abogo por hacer una radical revisión de los mismos. Los recursos naturales van agotándose tan rápidamente como crece la población que los demanda, y esa aceleración de los ritmos de consumo supera ya en muchos casos los tiempos que precisan los ciclos naturales de reposición de los mismos.

Esta sociedad sustenta su concepto de bienestar sobre una economía lineal cuyo crecimiento depende de la explotación ilimitada de los bienes que la alimentan, encaminándonos así hacia su agotamiento y a una crisis global de recursos de consecuencias impredecibles.

Igual que el “cucho” completa el círculo de un sistema sostenible de producción agraria, la economía ha de tornarse de lineal en circular para no seguir despreciando el valor de su propio estiércol.

Economía circular