sábado. 20.04.2024

Descubrir la ciudad

NUEVATRIBUNA.ES - 14.8.2009 La llegada del mes de agosto marca las vacaciones estivales de millones de personas en nuestro país. El imaginario colectivo ha asociado a este mes las imágenes de atascos interminables en las principales carreteras, de playas (fundamentalmente levantinas) abarrotadas, de capitales desiertas en las que encontrar aparcamiento ya no es un problema.
NUEVATRIBUNA.ES - 14.8.2009

La llegada del mes de agosto marca las vacaciones estivales de millones de personas en nuestro país. El imaginario colectivo ha asociado a este mes las imágenes de atascos interminables en las principales carreteras, de playas (fundamentalmente levantinas) abarrotadas, de capitales desiertas en las que encontrar aparcamiento ya no es un problema. Todos huyen de la rutina y el paisaje cotidiano en busca de un oasis de tranquilidad y bienestar. Sin embargo, este año las cosas parecen pintar diferentes en nuestro entorno. La cacareada crisis económica está haciendo mella, y las vacaciones se reducen e, incluso, en muchos casos, se anulan temporalmente a la espera de tiempos mejores. Las ciudades notan la llegada de agosto, pero no a la misma escala que en veranos anteriores.

Sin embargo, no disponer de la posibilidad de evadirse de lo cotidiano en estos meses no es excusa para renunciar completamente a nuestras vacaciones, incluso cuando nos vemos obligados a permanecer en la misma localidad. Y es que la llegada del sol y del verano marca también el inicio de una temporada igual de importante y tradicional en nuestras vidas: la de las terrazas de verano. Nos hemos acostumbrado a sentarnos en ellas y disfrutar del agradable tiempo, de poder beber algo fresquito mientras el sol nos hace compañía durante estos 3 meses. A relajarnos en las sillas, normalmente incómodas, dejando que el tiempo se escape entre nuestros dedos, mirando a las playas y los bañistas, o a los turistas que contemplan plazas de pueblo y monumentos a los que nos hemos vuelto ciegos de tanto verlos.

Pero ¿y si este año, obligados por las circunstancias, aprovechamos para cambiar ese chip? ¿Y si en vez de sentarnos a matar el tiempo lo aprovechamos? ¿Y si en vez de mirar con ojos ausentes aprendemos a mirar de nuevo lo que tenemos ante nosotros? Existen en todas nuestras ciudades maravillosas terrazas que nos ofrecen una visión espectacular y novedosa de los lugares que habitamos. Que ponen ante nosotros grandes muestras del ingenio humano para crear belleza, pero que también atraen a los enjambres de turistas que los descubren por primera vez, permitiéndonos asistir como espectadores de lujo al nacimiento de amores, y odios, incondicionales. Miren a su alrededor, a ese que nos rodea cada día, y permítanse el redescubrirlo, enamorarse de él como aquella primera vez que lo vieron que quizás ya ni recuerdan.

Y si, animados por la experiencia, queremos convertirla en una experiencia completa, elijamos una, la que más nos guste, y convirtámosla en visita fija, como hacemos con los chiringuitos de playa que solemos frecuentar otros veranos. Traslademos allí la lectura del periódico, o la lectura de alguna de las novedades editoriales especialmente preparadas para el verano. O de los títulos que cogen polvo en nuestras estanterías esperando el momento perfecto. Encuentren la combinación perfecta entre realidad y ficción y háganla suya reclamando así el derecho a disfrutar de nuestra propia ciudad.

Regalémonos y regalémosles a nuestras ciudades un tiempo de oro. No nos limitemos a pasar en ellas nuestras vacaciones, hagamos un esfuerzo consciente por disfrutarlas, vivamos nuestra ciudad con los ojos y la ingenuidad de un turista y la sabiduría y los conocimientos del local. Dejémonos atrapar en sus telarañas, entretejiendo experiencias y vivencias que de otro modo no tendríamos. Convirtamos una obligación en una elección y aprovechemos para visitar todas aquellas cosas para las que el resto del año no tenemos tiempo.

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