jueves. 25.04.2024

Demos una oportunidad a lo imprevisto

NUEVATRIBUNA.ES - 26.5.2009PARA FUNDACIÓN SISTEMALas elecciones al Parlamento Europeo (PE) del próximo 7 de junio no despiertan de momento, según las encuestas, demasiado interés. Para ser más precisos, menos interés que nunca (en una senda que, en cada convocatoria, ha registrado decrecientes niveles de participación). Ello es, seguramente, tan explicable como lamentable.
NUEVATRIBUNA.ES - 26.5.2009

PARA FUNDACIÓN SISTEMA

Las elecciones al Parlamento Europeo (PE) del próximo 7 de junio no despiertan de momento, según las encuestas, demasiado interés. Para ser más precisos, menos interés que nunca (en una senda que, en cada convocatoria, ha registrado decrecientes niveles de participación). Ello es, seguramente, tan explicable como lamentable. Explicable porque los ciudadanos europeos consideran que siguen siendo los espacios nacionales los esenciales de la política democrática, que el campo político europeo acostumbra a ser más un ámbito de compromisos que de confrontación entre alternativas políticas y que desde la UE se contribuye poco, en momentos decisivos como los actuales, a realizar una política realmente común frente a las mayores preocupaciones de los ciudadanos. Pero lamentable también, porque esa impresión es, en gran medida, equivocada: los poderes cedidos por los Estados nacionales a la UE – política monetaria, política de competencia, política de vigilancia presupuestaria, política comercial común, política agrícola común, etc. - condicionan de forma decisiva las políticas nacionales. Y porque si siguen aumentando las tendencias euroescépticas, intergubernamentales, renacionalizadoras y conservadoras, las soluciones a esas grandes preocupaciones ciudadanas (la crisis y el paro, el aumento de las desigualdades, las deslocalizaciones de empresas, el deterioro de los servicios esenciales) en lugar de ser más acordes con sus deseos pueden ir en una dirección aún más contraria a sus intereses.

La desmotivación ciudadana ante esas elecciones es, igualmente, paradójica. Y contradictoria con el momento que atravesamos y que, previsiblemente, va a marcar la agenda de los próximos años. En efecto, el PE va a aumentar considerablemente sus competencias tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa; es, además, la institución europea más democrática y en la que se pueden alcanzar más fácilmente mayorías de progreso; y va a ser más decisiva que nunca a la hora de determinar qué rumbo quiere tomar la UE en el futuro. En el futuro inmediato, para salir de la crisis cambiando el modelo de capitalismo de casino. Y en el futuro mediato, respondiendo al triple reto del desarrollo sostenible, de la mundialización y de la preservación de la esencia del modelo social europeo. Para bien o para mal, este es un debate al que no se va a poder sustraer la UE.

Ensimismada durante décadas en su agenda interna – mercado único, moneda única, ampliación – y teniendo que enfrentar en la actualidad una crucial agenda externa – flujos migratorios, dependencia energética, cambio climático, emergencia de nuevos actores globales, mundialización de las estrategias empresariales, redefinición de la política norteamericana en el mundo – la UE está abocada a redefinir su proyecto. La primera condición para ello es la profundización de la Europa política. Es decir, restablecer un fin compartido, marcar fines y prioridades, enmarcar las reglas económicas en procedimientos de decisión política, potenciar los actores europeos, empezando por los propios partidos políticos de ámbito comunitario, debatir que proyecto de Europa queremos y dar sentido a la ciudadanía europea. En suma, si es la hora de la política no puede no ser decisivo qué PE surja de estas elecciones.

Si usted, amable lector, está ya convencido, como yo, de que es fundamental votar en estas próximas elecciones seguramente estará de acuerdo en lo que acaba de leer. Incluso si, por un caso y a diferencia de lo que personalmente pienso hacer, usted no piensa votar a una opción de izquierda. Más aún, seguramente, si es esto último lo que tiene decidido hacer. En fin, que estamos entre ese 27%, de acuerdo con los sondeos, ya convencidos y decididos. La cuestión es cómo convencer a los no convencidos. Quizá haciendo lo no previsto. Es lo que les planteo a los posibles lectores escépticos, dubitativos o desengañados.

Lo previsto es que la abstención alcance una cifra record. Que aumente la mayoría conservadora en el PE. También que los partidos más ultranacionalistas y conservadores ganen posiciones en el bloque de derechas ¿Han visto la foto de Lech Walesa en una reunión de eurofóbicos convocada en Madrid por el líder de Libertas, Deian Ganley, por el Sr. Rivera, de Citadans, y por el movimiento de Philippe de Villiers? Como dijo Romanones y luego Rajoy, en una de sus intervenciones más redordadas, ¡joder, qué tropa!).

Lo previsto es que gane el Partido Popular en España, que siga Barroso como Presidente de la Comisión europea, que los debates sobre las cuestiones nacionales prevalezcan sobre los que tienen que ver con la Unión y que los socialdemócratas y la izquierda en general pierdan, relativamente, posiciones. A mí estas previsiones me producen inquietud, ¿a usted no? ¿No sería mejor apostar por lo imprevisto?

Lo imprevisto es que, de pronto, los ciudadanos sean conscientes de que no estamos ante unas elecciones europeas más, que vayan a votar el doble de lo que pronostican las encuestas, que gane la izquierda, que eso haga imposible nominar de nuevo a Barroso como Presidente de la Comisión, que en la campaña se terminen imponiendo los temas europeos (que, en realidad, están también entre los más importantes que nos afectan en el espacio nacional), que no gane el PP sino la suma de las formaciones de izquierda. Lo imprevisto es no creer y no hacer lo que está previsto. ¿Por qué no dar una oportunidad a lo imprevisto? Si está entre los dubitativos o entre los decididamente abstencionistas ¿qué tiene usted que perder votando? ¿No cree que, con ello, también tendría cosas que ganar?

En mi opinión, y disculpe por dársela, hay poco que perder. Por supuesto, un rato para ir a votar. Más importante es, sin duda, superar el rechazo a algunas actuaciones del Parlamento europeo, como la directiva de retorno. O la oportunidad de infligir un voto de castigo por lo hecho o lo no hecho, por la composición o la descomposición de las listas, por el desconcierto que emana desde la Unión Europea y, a veces, desde la política nacional.

Pero qué es eso comparado con afrontar la campaña electoral con la decisión de votar, y de a quién votar, tomada. Una decisión que está por encima de los errores del pasado e, incluso, de algunos argumentos que se puedan escuchar durante esta campaña. Una decisión balsámica para afrontar las noticias sobre la campaña, que ahorra el sufrimiento inútil de la duda o del cabreo, que le hace seguir siendo fiel a los propios valores y que le evita el desasosiego de que se cumpla lo previsto sin su voto en contra. En este caso, ganar es votar al deber ser porque perder sería alimentar, por no votar, lo que no queremos que sea.

Piense también en lo siguiente. Los electores franceses y holandeses creyeron que iban a ganar votando contra un Tratado constitucional imperfecto. Creían que con ello se produciría una reacción saludable en el conjunto de la izquierda. Que surgiría un plan B. Y surgió: el de Blair. Ahora el plan B se llama Barroso, el cuarto de la foto de las Azores. Si esa manera de protestar no funcionó ¿es irracional pensar que, a lo mejor, la izquierda puede abandonar sus complejos y revitalizar sus señas de identidad si su electorado le pasa por la izquierda votando por ella o, incluso, a pesar de ella?

Votar, y votar a la izquierda, es estar con los miles de trabajadores que se han manifestado en Madrid, en Bruselas, en Berlín, en Praga, en Turín, en París. Unos trabajadores que han pedido más y mejor Europa. Ganar es estar con las organizaciones sindicales que en esas manifestaciones han pedido, como quien pide socorro, que se vote a la izquierda y a las formaciones progresistas en los comicios al PE. Los sindicatos saben por qué lo dicen: porque aliados con el PE es como han ganado, de momento, la batalla de la directiva Bolkestein y la de las 65 horas semanales de trabajo. Y porque son muy conscientes de que en los próximos años se van a tener que enfrentar a otras tan o más decisivas. Incluso, a lo peor, también a las mismas con otro ropaje.

Votar puede darnos la oportunidad de que no gane el PP en España. Y, sobre todo, evitar que resulten reforzados su discurso y sus propuestas sobre la salida de la crisis: menos impuestos, menos gasto público, despido más fácil y barato. Algo que, por otra parte, ningún gobierno está llevando a cabo. El PP quiere convertir las elecciones europeas en una especie de voto de censura contra el Gobierno. Ello no deja de ser un hurto a la ciudadanía, pero eso no es lo peor. Lo peor es que, si las gana, pretenderá legitimar con ello sus propuestas económico-sociales y exonerarse de sus responsabilidades políticas por los casos de corrupción de algunos de sus miembros más destacados. Y eso si representaría, en sí mismo, una regresión social y democrática.

Yendo a votar mucho más de lo que se espera y, por qué no, haciendo que ganen los proclamados como derrotados seguramente tendremos más autoridad para exigir que estos imprevistos triunfadores lleven a cabo todo lo que han prometido. Y para demandar que impriman un nuevo rumbo a la construcción europea.

Hacer lo contrario de lo que se espera, incluso de lo que nos pide el cuerpo puede ser muy útil y, además, divertido. A lo peor no conseguimos con ello todo lo que desearíamos, aunque algo seguro que sí. Pero, por lo menos, no nos habrán quitado los agoreros también la ilusión de soñarlo y de luchar por ello.

José María Zufiaur ha sido Secretario General de la Unión Sindical Obrera y miembro de la Comisión Ejecutiva Confederal de la Unión General de Trabajadores. Actualmente es Consejero del CES europeo, en representación de UGT. Forma parte de las secciones de Relaciones Exteriores y de Asuntos sociales y preside, dentro del CESE, el Observatorio del Mercado de Trabajo.

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