jueves. 18.04.2024

Débiles señales de humo

Desde un tiempo a esta parte, nos asaetean permanentemente con una recuperación económica...

Desde un tiempo a esta parte, nos asaetean permanentemente con una recuperación económica, que a la mayoría nos cuesta mucho ver. Estamos acostumbrados a ciertas pautas en el devenir de los acontecimientos y resulta complicado que se cambien las referencias. Así, cuando un síntoma sirve para diagnosticar, mientras que no desaparece y se desvanece, no hay razón alguna para cambiar el diagnóstico. Se imaginan cambiar el diagnóstico de diarrea, cuando seguimos visitando el cuarto de baño cada diez minutos. Pues, por estrambótico que parezca, cuando el diagnóstico del nivel de paro que hay en este país, en todas las regiones y en cada pueblo, es de escándalo, quieren que nos tapemos los ojos y afirmemos que ¡esto empieza a marchar!

Claro, que pedir a un ciego ver es como pedir a Montoro que diga algo sensato y creíble. A Rajoy no lo coloco en ninguna parte, porque dudo mucho de sus capacidades económicas. Nos ha cegado y seguimos sin ver, porque no nos ha quitado la venda. Y no se trata, en este caso, que no queramos ver, como diría el dicho, sino que alguien nos tiene que quitar la venda que nos puso, de forma obligada, cuando no creíamos que sirviera para mucho lo que estaba haciendo, ni que era la única forma de solventar la contingencia y cuando las consecuencias previsibles de la medidas económicas que se estaban tomando, advertían a las claras que las personas iban a sufrir más de lo necesario.

Ahora, ante débiles señales de humo de recuperación, la dudas son numerosas La única medida global tomada ha sido una devaluación interna, reduciendo costes y aumentando la productividad, como consecuencia de ello y de una caída de empleo. Sólo esto es lo que ha propiciado el incremento del sector exterior al permitir aumentar las exportaciones. No sólo se ha compensado el desequilibrio estructural de las importaciones de bienes y servicios. Esto ha hecho que nuestras exportaciones hayan sido la clave del proceso. Las heridas que ha dejado este proceder, son conocidas: mucha gente gana menos, mucha gente ha perdido el empleo, la Seguridad Social se resiente en su capítulo de ingresos y el aumento descomunal de sus gastos. Es posible que con nuestra capacidad de producción y diversificación, que de diagnosticar algo, tendríamos que decir que está disminuida, podemos haber llegado al límite, tanto en la producción como en la capacidad de exportación. No es razonable esperar incrementos en esta línea. El crecimiento en el sector exterior debe haber llegado a su tope o cerca de él.

Ahora, hay que poner los ojos en el crecimiento de la demanda interior. Vapuleados todos los españoles, directa o indirectamente, incluidos los jubilados, ahora se nos pide, como tabla de salvación que incrementemos la demanda: ¿de dónde?  Es cierto y hay que reconocerlo, que antes de pertenecer a la Unión Monetaria, estos procesos de devaluación se ceñían al ámbito monetario y no dejaban tantos cadáveres y heridos en el camino. Ahora, que dicen que la recesión ya no amenaza y que todo el mundo comienza a centrarse en la consolidación de la salida, surgen dudas de entidad para convencer a cualquiera que quiera reflexionar sobre la cuestión. Se señalan hechos circunstanciales como campaña turística excepcional en 2013, dadas las circunstancias en que se desenvuelven los países que compiten con el nuestro y una campaña agrícola excelente, como el fundamento del crecimiento de la afiliación a la Seguridad Social a finales de 2013. Si estos hechos son circunstanciales, las consecuencias, también pueden serlo. En cuanto al gasto público, tanto en el país, como en las CCAA debe reducirse si hay que cumplir el Plan de Estabilidad y el apoyo de Europa tiene mucho que ver con ese cumplimiento y, hay que creer, no vengan ahora a desdecirse, que la prima de riesgo tiene mucho que ver con esto. Por tanto, no es esperable un incremento de la inversión pública. Así, el panorama es que la demanda no cuenta ni con el estímulo privado, ni con el público. Las dudas son más que razonables.

Por si fuera poco todo lo dicho, si no hay estímulo interno, las empresas se tienen que ver abocadas a tratar de exprimir la exportación como tabla de salvación. Ya sabemos lo que esto significa en cuanto a los esfuerzos. Se puede intentar vender un incremento adicional de flexibilidad en aras de una competitividad que permita incrementar las exportaciones. Más de lo mismo, que se dice. Es, probablemente, la única salida para una demanda interna débil o inexistente: compensar con un incremento de las exportaciones que traen de la mano una vuelta de tuerca ya conocida. Todas las mejoras de competitividad hasta ahora logradas para compensar con el sector exterior la depresión de la demanda interna, no se puede pensar que puedan ser ni estables ni crecientes. Las mejoras de competitividad  tienen que venir de otra línea raíz, que no se fundamente exclusivamente en retribuciones laborales. Y no hay ninguna señal que nos advierta de que se esté pergeñando otra alternativa.

El escenario del empleo tiene severas lagunas a corto plazo. La tasa de crecimiento del empleo está relacionada íntimamente con el aumento de la producción descontando la evolución de la productividad. Si el incremento de productividad consume el incremento de la producción, poco o nada de empleo se puede crear e incluso afecta a la renta disponible. Es probablemente la descripción de la actual situación. De hecho la levísima predicción de crecimiento del empleo cifrada en un 1% indica que se requiere una economía creciendo de forma constante demasiado tiempo, más de 20 años para que se reabsorbiera el actual nivel de paro.

La única alternativa es de difícil aplicación de forma inmediata, dado que tendría que ser lograr una evolución de la productividad no ligada a las retribuciones laborales, sino muy al contrario, derivada de una acción de fomento de la actividad industrial innovadora, tecnificada, capaz de lograr una productividad elevada, complementando iniciativas creativas. Educación primero, especialización después, y fomento de actividades  de I+D+i, son las únicas posibles salidas para el logro de una productividad no ligada a procesos intensivos en mano de obra. Pero el gobierno actual presenta una laguna imperdonable en este flanco. Ha maltratado a la investigación, ha segado buena parte de la capacidad investigadora del país, ha desatendido las llamadas de atención que advertían de la descomposición y destrucción de los grupos de investigación  de élite, pero también de los  medianos y ha abandonado a su suerte a todos los que podían surgir en nuevos ámbitos. No es creíble que seamos capaces de innovar  dentro de poco, dada la penuria en la que nos desenvolvemos.

Estamos en un círculo vicioso: aumentamos productividad y reducimos empleo, como única fórmula posible de salida de la crisis. Ya lo dijimos hace mucho tiempo, cuando se veía venir esta debacle. Todo indicaba que con las medidas que se tomaban, la única forma de activar la demanda interna es la que podría derivar de volver a un sector inmobiliario como toda actividad capaz de reactivar la demanda. Desgraciadamente se está cumpliendo el aserto. Todo indica que hasta que las grúas no vuelvan a estar en pie, esto no marcha. No es un futuro halagüeño, porque no parece que haya servido de mucho la crisis y  las dificultades en que nos vemos. Todo indica que en un futuro, no demasiado lejano, volveremos a las andadas. ¡Es muy aburrido todo esto! Y mientras tanto, ¿hay que seguir escuchando al tal Montoro o al tal Rajoy? Se hace pesado, muy pesado.

Débiles señales de humo