viernes. 26.04.2024

Dar sentido a nuestra civilización

En torno a una congregación de amigos, tuvimos la enésima discusión, más bien debate, en torno a la crisis y sus efectos sociales. Debate intenso y cada vez más próximo, dada la socialización de la misma. El contagio de la crisis está traspasando capas sociales, llegando con facilidad a la mayoritaria clase media. Cuando te toca es difícil permanecer en un plano analítico.

En torno a una congregación de amigos, tuvimos la enésima discusión, más bien debate, en torno a la crisis y sus efectos sociales. Debate intenso y cada vez más próximo, dada la socialización de la misma. El contagio de la crisis está traspasando capas sociales, llegando con facilidad a la mayoritaria clase media. Cuando te toca es difícil permanecer en un plano analítico. Y si además, te culpabilizan de tu desgracia el cabreo está asegurado. Es como el chiste, las desgracias no vienen solas; encima de pobre, honrado.

Soy consciente de las múltiples dimensiones en las que podemos abordar la crisis (personal, social, económica, global, sistémica…). Más allá, del necesario esbozo de causas y consecuencias, lo urgente es dar respuestas públicas a los devastadores efectos sociales. Es preciso tomar medidas inmediatas para salir de esta situación de emergencia social. A largo plazo, estoy convencido de que uno de los grandes planos que debemos abordar es el ético, el de valores.

Pocos hubiesen imaginado que, en pleno siglo XXI, la pauperización de la población pasara del orbe, del extrarradio y llegará a la urbi, a la centralidad, a Europa, como así ha sido. Algunos incluso hacen semejanzas históricas con la caída del Imperio romano. Pero lo que es más certero, es que, en los felices años de inicio de siglo, el pensamiento oficial entendía el Progreso como un crecimiento mecánico, ilimitado y exclusivo de bienes, servicios y tecnología. Solo unos pocos, avisaban de que el crecimiento material entendido de ese modo pudiera provocar problemas. El progreso material crecía exponencialmente; a la par, el progreso social se reducía.

Me he acordado de Baricco cuando venía a decir que en el mundo falta honestidad intelectual y sobra inteligencia. Y también de Gíner de los Ríos que expresaba que lo que se necesita y se debe pedir a la escuela no es precisamente personas que sepan leer y escribir; lo que se necesita y se debe pedir son personas. Lo que se produjo en la etapa previa a la crisis, fue la pérdida de la concepción ciudadana. Ahora, es preciso detener el proceso de individualización, de alienación social, que se ha producido en las últimas décadas.

Uno de los grandes retos con los que nos encontramos es con la necesidad de restañar la sociedad mediante la promoción de la ciudadanía; fomentar el vínculo social de la personas en torno a la comunidad. Reconocernos a través del mutualismo, del asociacionismo, del sindicalismo. Es preciso, sin duda, abrir un debate y un consenso, sobre los principios y valores deseables a aplicar tanto en las políticas públicas como en la propia comunidad. En definitiva, necesitamos dotar de sentido a nuestra civilización.

Dar sentido a nuestra civilización