viernes. 29.03.2024

Crónica de una masacre anunciada

Cuando escribo estas líneas, los rebeldes resisten a duras penas el asedio de las tropas de Gadafi, arrinconados en las ya escasas ciudades liberadas del este de ese inmenso barril de petróleo que es Libia. Quizás cuando usted las lea, todo haya acabado: la rebelión contra el tirano y miles de vidas de valientes e inocentes que se creyeron las invocaciones a la democracia y la libertad de los líderes occidentales.

Cuando escribo estas líneas, los rebeldes resisten a duras penas el asedio de las tropas de Gadafi, arrinconados en las ya escasas ciudades liberadas del este de ese inmenso barril de petróleo que es Libia. Quizás cuando usted las lea, todo haya acabado: la rebelión contra el tirano y miles de vidas de valientes e inocentes que se creyeron las invocaciones a la democracia y la libertad de los líderes occidentales. A día de hoy - ¡ojalá me equivoque! - todo parece indicar que un nuevo episodio de la historia de la infamia está a punto de ser perpetrado justo en la orilla de enfrente del paraíso de la libertad. Se podrá acusar de muchas cosas al dictador de los trajes ridículos, pero no de mentir. Ha dicho punto por punto lo que estaba dispuesto a hacer y lo está haciendo: declarar una guerra civil, buscar a los opositores casa por casa, hogar por hogar y matarlos. Esta vez nuestros gobernantes no van a poder argumentar ignorancia. No es preciso que la CNN o Al Jazeera muestren imágenes de aviones y helicópteros disparando sobre civiles, los potentes medios de información de la OTAN tienen fotografías, detalles, datos y podrían hacer hasta un listado de los miles de personas que ya han sido martirizadas por el histrión asesino y sus vástagos. Y no han hecho nada. Mejor dicho, sí están haciendo: viajar mucho, reunirse, emitir declaraciones y advertencias, condenas y anatemas que Gadfi se pasa por la entrepierna. Mientras, afila el cuchillo para la gran degollina, tan claramente ilustrada por un mercenario de su tropa cuando responde al periodista que pregunta por el destino de los opositores prisioneros, pasándose el dedo por la garganta. Una masacre con fecha fija, es lo que vendrá en Libia cuando los carros de combate del dictador corten la comunicación con Egipto, cierren las fronteras y bombardeen por tierra, mar y aire los últimos blocaos de los hombres libres. Jóvenes en su mayoría a los que parece no importar la certeza de la muerte, mientras tengan un Kalashnikov en sus manos. Incluso sin balas, ese fusil que blanden orgullosos es el testimonio de que han conquistado la libertad, aunque haya sido en las últimas horas de su vida. ¿Qué hará la banda de diplomáticos y mercachifles occidentales ese día? ¿Seguirán riñendo a este émulo de Hitler? ¿Quién va a ser el primero de los mandatarios europeos que acuda raudo a besarle el culo para que mantenga sus negocios en su país? ¿Organizará Berlusconi otra fiesta con “velinas” para agasajar al triunfador? ¿Le devolverá el título de Doctor la London School of Economics a su cachorro? ¿Seguirá nuestro Gobierno haciendo prédicas sobre nuestra ejemplar Transición y emitiendo llamamientos quejumbrosos a la exclusión aérea mientras apoya la “prudencia” de Merkel? A estas alturas será muy difícil que la única medida posible y razonable, pero decisiva para apoyar a los luchadores de la libertad libios, clavar los aviones en tierra, sea ya aplicable. Esta Unión Europea es cada vez más un proyecto fracasado en política exterior. Sin capacidad de actuación, sin reflejos y sin liderazgo. Con unos dirigentes sin visión estratégica, sin talla política y sin valores, no sabe ni siquiera defender su propio interés y parar a un dictador que, flotando sobre un mar de sangre, va a entregar el petróleo a rusos y chinos, mientras un millón de libios huirá por donde pueda para salvar la vida, acabando por arribar a la otra orilla del Mediterráneo. Claro que para evitarlo, quizás la “prudente” Unión acabe por aceptar la doctrina Bossi – Maroni – Le Pen y movilice a sus flotas para practicar el tiro al blanco con los esquifes cargados de refugiados. O bien mirado, puede que el trabajo se lo deje hacer a Gadafi, en el mar o en el inmenso desierto libio ¿Quién va a contar unos cuantos de miles de muertos más? ¿Es que el asesinato de presos políticos o el atentado del avión en Lockerbie impidieron a dirigentes políticos recibir regalos del asesino, dejarle montar la jaima o concederle honores militares? La masacre será como la de Ruanda, Europa perderá definitivamente la confianza de los pueblos árabes y cargará con el oprobio y los problemas resultantes.

Ya que les dejamos a su suerte, al menos respetemos su dignidad, no les volvamos a hablar de los valores occidentales, no demos lecciones de democracia a quienes van a morir por ella.

Crónica de una masacre anunciada
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