viernes. 19.04.2024

Crónica de una derrota anunciada

Parece ineludible escapar a esa norma, a la que hemos hecho referencia en otras ocasiones, relativa a los ocho años seguidos de mandato político, lo que es equivalente a dos legislaturas.

Parece ineludible escapar a esa norma, a la que hemos hecho referencia en otras ocasiones, relativa a los ocho años seguidos de mandato político, lo que es equivalente a dos legislaturas. Norma que, de seguir vigente en el futuro, nos augura, a partir del próximo noviembre, un largo período de gobierno de una formación política de marcado carácter reaccionario, escorada hacia el más sangrante neoliberalismo, destructora de todo lo que suene a público y enemiga de los sectores sociales no privilegiados, es decir, de las mayorías, aunque, paradójicamente, una gran parte de esas mayorías son las que le dan sus votos.

Parafraseando, con todos mis respetos, al eminente García Márquez, podemos anunciar lo que será, sin ninguna duda, una derrota socialista, aunque, en este caso, el relato, o la crónica, nada tenga que ver con una historia de amor y muerte; más bien, los sentimientos en liza de quienes deseamos una escala de progreso, y no un vaivén o alternancia bipartidista, son la desesperación y la impotencia.

Incluso el propio PSOE acepta este juego de la alternancia cíclica, sin que haga nada para romper con esa nefasta norma. Digo que no hace nada, o casi nada, porque se limita a encajar las duras críticas del PP, y de sus corifeos mediáticos, sin defender las innegables mejoras que han llevado a cabo en estos ocho años, o sin explicar a la sociedad con sensatez las medidas impopulares que han tenido que tomar por causa de la dependencia de nuestro país de las políticas conservadoras de la UE.

Tal vez impulsado por esa tendencia personal en defensa de una democracia participativa, este humilde e ingenuo servidor ha intentado, desde el comienzo (allá por el año 2004), romper una lanza a favor de los socialistas, aunque uno no haya pertenecido nunca a esa formación. Me tomé la molestia de dirigirme al PSOE, y directamente al Presidente Zapatero, en más de siete ocasiones repartidas a lo largo de estas dos legislaturas. Que no sea por falta de tenacidad o constancia. En ellas apoyaba algunas de las medidas tomadas por el ejecutivo, ofrecía mis servicios en aquello en lo que modestamente podría haber ayudado y advertía de la amenaza del cambio que muy pronto se materializará en las urnas. No hace falta señalar que ni siquiera se dignaron contestar. ¿Qué tendrá que decir este individuo, este “anónimo”, a un conjunto de notables “elegidos” como nosotros?, pensarían los receptores de mis misivas, aunque, tal vez, y esto es lo más probable, mis mensajes (algunos en papel, otros en formato digital) no fueran nunca abiertos, lo que me aleja cada día más de mis aspiraciones hacia esa anhelada participación ciudadana en las tareas de gobierno.

Pero, por si eso fuera poco, hace unos dos años, mi insistencia me llevó hasta la Fundación Alternativas, una de las encargadas de la elaboración de estrategias y asesoramiento político a quienes la han creado, es decir, a los socialistas. Mis intenciones quedaron también truncadas. Allí me encontré un ambiente mortecino, un aparcamiento de “dinosaurios” procedentes de la política activa con una evidente sensación de derrota. La endogamia y el clientelismo que reinan en este tipo de instituciones me dejaron fuera de juego.

A estas alturas, y visto lo visto, no queda más remedio que rendirse a la evidencia y asumir que las próximas elecciones del 20N las ganará el PP. Ahora ya sí es posible hacer un pronóstico desde el punto de vista cualitativo sobre los resultados porque, pase lo que pase de ahora a noviembre, la situación es irreversible. Esto no es una simple opinión, de las que intento huir siempre que puedo. No es necesario un concienzudo análisis para llegar a esa conclusión, es suficiente con observar lo tenemos a nuestro alrededor. El desconcertante pacto PP-PSOE para reformar la Constitución en temas económicos, con tanta concreción, es el remate que faltaba para el descrédito total de los líderes socialistas. El descalabro del PSOE en el otoño promete ser mayor que el de las municipales y autonómicas de mayo, debido a una serie de circunstancias que matizaré a continuación. Muchos desde esta Nueva Tribuna, y desde otros mucho medios, hemos advertido de las consecuencias de contar con una izquierda tan dividida, y hemos pronosticado la involución que supondrá la victoria del PP, pero hay que asumir el fracaso, y la tozudez de ciertos sectores progresistas que no son capaces de ver el oportunismo de grupos minúsculos que no sólo no resolverán los problemas que tiene este país, sino que con su actitud colaborarán al empeoramiento de la actual situación política.

La norma de cambiar de voto cada dos legislaturas, enunciada hace ya tiempo por mi amigo Alfredo Sánchez, se vuelve a aplicar ahora como ha ocurrido siempre, con la excepción del período socialista que transcurrió desde 1982 hasta 1996, cuyas cusas es motivo de otro análisis más extenso.

La segunda legislatura del actual PSOE ha sido demoledora para la izquierda real, lo mismo que lo fue la última etapa de gobierno del impostor Felipe González. Bueno, en este último caso fue mucho peor porque, desde el principio, se jugó con el deseo de cambio de personas luchadoras con un verdadero espíritu revolucionario, republicano y democrático. Cuando uno se para a pensar en el comportamiento de los líderes socialistas durante estos últimos cuatro años, puede llegar a la conclusión de que están cansados y quieren ser sustituidos por otros, sin reparar en las consecuencias que acarreará para los menos favorecidos un gobierno fuerte del PP. En ese sentido, hay que tachar de insolidarios, e incluso de cobardes, a los actuales dirigentes. ¿De qué les han servido tantos asesores que no les han prevenido de lo que será una monumental derrota? ¿Dónde están los estrategas del partido? ¿De que les han servido esas fundaciones que deberían haber trabajado en el fortalecimiento del ideario socialdemócrata?

Por si el desánimo y la inacción del PSOE para recuperar mínimamente las señas de identidad de la izquierda fuera poco, los grupos que ahora emergen, y los que se encuentran a la izquierda del PSOE, fundamentalmente IU, intentan aprovechar el declive socialista, con un ingenuo entusiasmo (aunque tal vez haya algo más que entusiasmo) ofreciendo la salvación de esta lamentable situación que padecemos. Pero, como ya hemos dicho, esa izquierda atomizada (IU, EQUO, Iniciativa Debate del movimiento 15M, etc.) no resolverá los graves problemas de las clases no privilegiadas porque serán una minoría ineficaz frente a un PP mayoritario y crecido. Tal vez lo único que se resuelva es la situación económica y social de los tres o cuatro diputados que, como máximo, puedan reunir. Porque en esa “izquierda” también hay un deseo de ganar dinero y vivir de esto; o si no, echemos un vistazo a las retribuciones por dedicación completa, parcial o dietas de los concejales de IU, y otros semejantes, en los ayuntamientos.

Pero, no lo siento por la pérdida de la situación de privilegio de los que ahora gobiernan y de toda la camarilla que se mueve a su alrededor, lo siento fundamentalmente por el empeoramiento que sufrirán los más débiles, los más pobres, ¿o es que no lo estamos viendo en Valencia, Madrid, Galicia y, con la nueva Presidenta, en Castilla la Mancha? ¿Qué más tiene que ocurrir para que se nos abran los ojos?. Los verdaderos perdedores son (y perderán aún más con el PP en el poder) esos amplios sectores de la sociedad que han sido engañados y desactivados a través de un modelo pseudodemocrático. Permitidme que mis últimas palabras vayan dirigidas a aquellos y aquellas que quieren “castigar” al PSOE por las políticas de derechas llevadas a cabo por el actual gobierno, pero con su actitud de rechazo, y la desviación de voto, van a permitir que vuelva la derecha más reaccionaria, y ese es otro cantar.

Crónica de una derrota anunciada
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