jueves. 18.04.2024

Construir puentes de diálogo en el Estrecho

Escribo esta nota en el ferrocarril que nos lleva a Rabat procedente de Tánger. Cualquier excusa es buena para acudir a esta última ciudad. Este viaje tiene un motivo más que justificado. La Red Española de la Fundación Anna Lindh nos ha invitado a participar en el seminario “Construir puentes de diálogo en el Estrecho”. Durante tres días unas sesenta personas hemos estado debatiendo sobre el tema.

Escribo esta nota en el ferrocarril que nos lleva a Rabat procedente de Tánger. Cualquier excusa es buena para acudir a esta última ciudad. Este viaje tiene un motivo más que justificado. La Red Española de la Fundación Anna Lindh nos ha invitado a participar en el seminario “Construir puentes de diálogo en el Estrecho”. Durante tres días unas sesenta personas hemos estado debatiendo sobre el tema. Gestores culturales, periodistas, representantes de instituciones, fundaciones, ONGs… de Marruecos y de España poniéndonos al día sobre la labor realizada y viendo las posibilidades de crear puentes de acción común.

En tiempos de incertidumbres cuando algunos buscan crear problemas donde no los hay, que fomentan con sus comentarios y manifestaciones el recelo en los que no han nacido en nuestro país, este tipo de encuentros tienen más valor que el que a simple vista se puede vislumbrar. En los debates, como en cualquier cita similar, ha habido de todo, es pronto para hacer una valoración rigurosa. Ha sido una buena oportunidad para conocer proyectos muy interesantes y otros que sin estar involucrados en tareas de cooperación cultural, aportan experiencia, conocimientos y datos que enriquecen.

Hablar con personas como Domingo del Pino, uno de los periodistas que mejor conoce la realidad marroquí (ha vivido veinte años en Tánger) junto a otras personas que apenas sobrepasan las dos décadas de edad, supone una riquísima experiencia de la que todos aprendemos. En los debates se vuelve a evidenciar el enorme desconocimiento de la realidad marroquí con cambios casi diarios. Se prima el conflicto y la polémica sin buscar el equilibrio necesario entre realidad y los deseos y esperanzas de millones de ciudadanas y ciudadanos por democratizar el país. Informaciones sesgadas más cercanas al espectáculo que tienen más que ver con intereses económicos que con el deber de informar con rigor e imparcialidad. La incidencia y poder de la Iglesia Católica en nuestros medios influye, según algunos analistas, en comentarios que promueven, voluntaria o involuntariamente, una islamofobia real a la que no debería contribuir la prensa auto denominada como libre e independiente.

La tarde del domingo nos dirigimos a la Librería Des Colonnes, uno de los lugares de encuentro cultural por excelencia durante décadas en Tánger. Es día festivo y está cerrada, pero apetece ver la remodelación exterior tras meses de reforma. Nos sorprende una manifestación del Movimiento 20 de Febrero. No entendemos las consignas, aunque podemos intuirlas. Gente muy joven, algunos de ellos en patines ante la posible acción policial. La presencia femenina es muy importante y también nos llama la atención. Nos entremezclamos. Cánticos y consignas de esperanza, nos comentan. Rostros que no muestran temor. La presencia policial es significativa. Disuelven la concentración sin violencia, lo que realmente nos llama la atención, tras conocer la contundencia que a veces utiliza nuestra policía ante concentraciones ilegales como esta, en una de las vías principales de la ciudad. Seguimos paseando y comprobamos que por el Café Paris, La Taberna de los Navegantes o el Hotel Continental el tiempo sigue felizmente anclado. Algo que no ocurre con la música de Hoba Hoba Spirit. En su tema “Iradate al Hayat” incluyen entre los versos de Abou El Kacem Chebbi consignas de los jóvenes manifestantes del M20F. Lo podremos escuchar en julio en Pirineos Sur.

Los cambios se intuyen. Cuando estos se produzcan ¿qué pretexto pondremos para seguir desinformando y poniendo trabas a nuestros vecinos del sur? Será el momento de visualizar sin trampas ni trucos, que detrás de muchos discursos políticos solo hay intereses muy concretos y que las personas, y su suerte, interesan realmente muy poco.

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