viernes. 29.03.2024

Constitución, a secas

Se cumplen 30 años de la Constitución Española. 20 años son nada, pero 30 años son ya suficientes para echar cuentas, evaluar, sacar conclusiones y promover cambios en cuanto no haya funcionado. Sin embargo esta celebración ha pasado sin pena ni gloria.
Se cumplen 30 años de la Constitución Española. 20 años son nada, pero 30 años son ya suficientes para echar cuentas, evaluar, sacar conclusiones y promover cambios en cuanto no haya funcionado. Sin embargo esta celebración ha pasado sin pena ni gloria.

Vaya por delante que, pese al desconocimiento del texto constitucional, las Constituciones son la expresión de derechos y deberes, de instrumentos democráticos que nos permiten afirmar que somos ciudadanos y ciudadanas. La Constitución marca la geografía de la libertad, el espacio de la igualdad, la cantidad de riqueza democrática de la que disfrutamos.

El Pacto Constitucional tuvo muchas virtudes. Entre ellas, permitir una transición democrática que esquivó los riesgos de traumas violentos. Nunca agradeceremos lo suficiente, a cuantos participaron en este proceso, la serenidad que demostraron, la sensatez que se impusieron, la responsabilidad que asumieron.

No es culpa de la Constitución, ni de sus autores, ni de los ciudadanos y ciudadanas que la aprobaron, los males que hoy nos aquejan. No es la Constitución la culpable de la crisis económica, ni de la desilusión por el desgobierno de las desigualdades. Habrá que buscar otras causas, para explicar qué ha pasado a lo largo de estos 30 años para que la confianza en que podemos convivir en un espacio común, siendo libres e iguales, se haya debilitado.

Tal vez haya sido que esta Constitución ha crecido y ha llegado a ser adulta en un mundo de concepciones neoconservadoras en lo político y ultraliberales en lo económico, que han gobernado el planeta en las últimas décadas. Concepciones políticas para las que la libertad del mercado lo es todo, porque al parecer el mercado termina ajustándose a sí mismo y arreglando los problemas que genera. La libertad de todos es la libertad del mercado. La igualdad de todos es la cantidad de igualdad que el mercado puede garantizar sin entrar en pérdidas. La igualdad parece es esencial si se entrega tan sólo al mercado la gestión de las políticas que la garantizan.

Las libertades y los derechos constitucionales han quedado en un segundo plano frente a la omnipresencia del mercado. En cuanto a la política y su capacidad de gobernar a favor de la igualdad y las libertades constitucionales. En cuanto al tejido de la sociedad y a los propios individuos que la componemos, un realismo tosco ha venido a sustentar una aceptación general de las cosas tal cual son, así, mercantiles, mercantilizadas, en el mercado. Estar en el mercado del empleo, del deseo, de las relaciones humanas de todo tipo, es algo así como el mejor de los horizontes posibles.

La salud en el mercado, la educación en el mercado. En el mercado, nuestros mayores Al mercado, el empleo. El mercado de la vivienda. La política, como gestión de recursos de todas y todos, una oportunidad de negocio. Ese realismo salvaje que se apodera de todo, al grito de más cuentas y menos cuentos, se ha convertido en una inmensa fábula que hace agua por todas partes.

Ya dijo Goya algo así como que el sueño de la razón crea monstruos.

Ahora, la capital del neoconservadurismo político y del ultraliberalismo económico, Estados Unidos, echa cuentas, hace balance y comprueba que el mercado sin valores, sin derechos, es el mejor camino hacia la violencia, las desigualdades, el conflicto. Resucitan las ideas la imaginación, los valores, los derechos.

Se me ocurre que es un buen momento para releer la Constitución y reflexionar sobre los derechos que garantiza. Un buen momento para que el Estado reflexione desde sus instrumentos, las Administraciones Central, Autonómica o Local, sobre su papel de garante del cumplimiento efectivo de los derechos constitucionales. A fin de cuentas, nos definimos como Estado social y democrático de Derechos, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.
¡Pués eso!

Francisco Javier López Martín
Secretario General CCOO de Madrid

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