viernes. 19.04.2024

Con indignarse no basta

Hemos pasado unas semanas llenas de acontecimientos hasta el domingo 22 de mayo. Entre otras cosas, hemos visto un movimiento espontáneo de indignación que ha llenado plazas de España. No ha sido el único acontecimiento, entre otras acciones, el sábado 14 de mayo, decenas de miles de personas desfilaron en Barcelona, convocadas por los sindicatos y otras organizaciones, contra los recortes de CiU y en defensa de los servicios públicos.

Hemos pasado unas semanas llenas de acontecimientos hasta el domingo 22 de mayo. Entre otras cosas, hemos visto un movimiento espontáneo de indignación que ha llenado plazas de España. No ha sido el único acontecimiento, entre otras acciones, el sábado 14 de mayo, decenas de miles de personas desfilaron en Barcelona, convocadas por los sindicatos y otras organizaciones, contra los recortes de CiU y en defensa de los servicios públicos.

Y después el día 22 los votantes han dado una victoria inapelable a las derechas, españolas-PP, y catalanas-CiU. Todo ello en contraste con el ambiente de movilización anterior de quienes parecía que eran un reflejo de la insatisfacción social.

Esta situación no es nueva ni tan sólo propia de nuestro país. Estamos viviendo una crisis incomparable, producto de la especulación financiera fruto de un sistema capitalista globalizado. Y sin embargo, ¿Quién lo paga? Nadie parece exigir responsabilidades a los causantes de la crisis, tanto a nivel nacional como internacional. En Europa se plantea un durísimo plan de ajuste que afecta a las economías más pobres a cuyas sociedades se culpa de los desmanes de sus responsables financieros y de los especuladores inmobiliarios y de todo tipo. Europa no tiene respuesta, la socialdemocracia se rinde sin condiciones a la dictadura de los mercados, los mismos mercados causantes de dichas crisis.

En nuestro país el PSOE, ha demostrado la poca base que le queda de izquierdas y se ha plegado a las demandas de ajustes sobre su población, sin que las grandes fortunas ni los poderes económicos ni financieros paguen el más mínimo coste. Y mientras, los de siempre, los asalariados, los pensionistas, la juventud, las personas con deudas hipotecarias, en definitiva el pueblo, la sociedad llana paga el coste de todas las reformas. Con la única oposición de los sindicatos, únicamente secundados por unas reducidas fuerzas de izquierda real minoritarias en las instituciones. Y mientras el PSOE cumple su papel de ejecutor de las reformas de los implacables mercados, la derecha satisfecha calla y espera su turno.

Es evidente que esta situación va dejando un cada vez mayor número de afectados, en una u otra medida por la crisis. Se trata de colectivos diversos, algunos desde siempre conscientes de lo que se avecinaba, sin duda una minoría, otros hasta el momento al margen de las contiendas económico-laborales ven su vida afectada de forma directa y no solo momentáneamente sino sin visos de una salida, ni tan solo individual, a la vista. Y muchos más que siguen sin ser conscientes o aún peor que hacen responsables de sus problemas a quienes son más débiles que ellos, y así se pretende hacer culpables de la situación a colectivos como el de los inmigrantes.

La actual situación es muy compleja, especialmente desde una perspectiva progresista. La gestión de la crisis por parte del Gobierno del PSOE, a quien una gran parte de los votantes de izquierda, ha visto y aún ve ahora como una fuerza de izquierdas ha hecho una política típicamente neoliberal y se ha convertido en el mejor abrepuertas de la derecha política. Y lo que es más grave dejando un pesado lastre sobre el conjunto de la izquierda.

A pesar de ello es evidente que hay una cada día mayor, aunque incipiente indignación social, que junto con el varapalo recibido por el Partido Socialista, el cual sin duda tardará mucho tiempo en recuperarse, significa una esperanza para intentar lanzar una alternativa social y política que permita canalizar, no sólo la indignación, sino ofrecer una propuesta para todos aquellos sectores que quieren una salida progresista al actual estado de cosas. Es evidente que indignarse no basta, que se hace preciso canalizar de forma positiva y creativa la indignación hacia capacidad de movilización y conseguir transformar esa fuerza, o mejor dicho, esas múltiples y diversas fuerzas en una alternativa política diferente, moderna y creadora. La indignación, incluso la movilización son elementos importantes, pero no son suficientes si no se estructuran también políticamente. Es evidente que no hace falta intentar plantear una opción mayoritaria en este momento, pero si que pueda tener un papel hegemónico en cuanto a nueva alternativa política y social.

El país se ha derechizado, en gran parte como del trabajo de “deshecho” del PSOE, pero también es un jarro de agua fría para todos los soñadores. La mayoría de los votantes no ha castigado en absoluto a las fuerzas más reaccionarias y corruptas. Por tanto se abre una época de trabajo a largo plazo. Cambiar las cosas no serán cuestión de 15 días o un mes de acampadas, sino de años de lucha y trabajo cotidiano. Es preciso más que nunca unir, confluir, todos los que deseamos un cambio, los veteranos y los nuevos indignados, sin unidad no hay futuro. Hoy no solo ha perdido, ojala fuera así, un PSOE derechizado e irrecuperable, sino que ha ganado la derecha reaccionaria. Por eso desde la izquierda y desde todos los progresistas a la izquierda del PSOE hemos de reflexionar y avanzar hacia la unidad. No se trata tanto de soñar utopías como de prepararse, organizar, confluir en una larga marcha de lucha. Los cambios son lentos y no se consiguen en dos días. El hundimiento del PSOE como fuerza falsamente de izquierdas debe ser una oportunidad para lograr sin sectarismos fomentar un amplio movimiento progresista y de izquierdas, roji-vede que canalice el malestar y la indignación, no solo de los acampados en las plazas, sino de la sociedad progresista que se resiste a ceder todo el poder a la derecha política y económica.

Sin duda tenemos mimbres sobre los que actuar, los sindicatos, los movimientos asociativos de diversa índole: ecológica, social, cultural, etc., también hay intelectuales, pocos pero comprometidos que pueden aportar, hay experiencias políticas incipientes que deberían canalizarse y confluir, gente de izquierdas, ecologista, algunos que llevan mucho tiempo de trabajo político y otros más novedosos. Se trata de hacer crecer algo nuevo, que huya del sectarismo, que permita la participación y que signifique un movimiento de regeneración, estableciendo unas propuestas concretas de cambio político.

Propuestas que están en la cabeza de muchos y de las que podríamos poner muchos ejemplos, algunos de ellos planteados, sin la más mínima repercusión, por las fuerzas sindicales o incluso por partidos minoritarios como son: por ejemplo en el campo internacional política de buena vecindad y solidaridad con el sur; en la regeneración y la lucha por una Europa más social y menos mercantil. O en el ámbito del estado, una fuerza partidaria de un desarrollo sostenible, de un nuevo modelo productivo más eficiente y ecológico; una fuerza republicana, federalista y solidaria; partidaria de lo público, de la consolidación y ampliación del estado del bienestar especialmente de la educación, la sanidad y los servicios sociales; de una fiscalidad progresiva sobre los más ricos, sobre las grandes corporaciones, y que combata el fraude fiscal; que potencie los derechos laborales y que ayude a crear un sistema productivo basado en la innovación tecnológica y organizativa, el empleo de cualidad, la formación para el empleo; por un cambio en la ley electoral que permita la representación proporcional de una persona un voto, etc.

Soñar es fácil, más difícil es transformar las cosas, para eso hace falta organización y trabajo constante. Hemos de lograr hacer confluir el deseo de todos los indignados, los viejos y los recientes, en una organización nueva de progreso, donde confluya la izquierda, la ecología y los movimientos sociales.

Se trata de poner manos a la obra, nadie sobra en un objetivo que es muy ambicioso, que no puede ser sectario y que debe implicar a todo el que lo desee. Pero con un objetivo político de transformación desde la política y no al margen de la política. Un movimiento amplio social y popular con una punta de lanza en torno a una alternativa política al servicio de la mayoría. Que intente avanzar hacia esa hegemonía que permita atraer a todos los indignados de buena fe que deseen avances en un mundo mejor, real que, sin renunciar a la utopia, se plantee sobre bases posibles, que funda viejas y nuevas energías. Y que consiga sacar a la sociedad de la atonía, que consiga que la gente vea la razón de ir a votar, y que los votantes que aún creen votar izquierda dando el voto al PSOE, se den cuenta de su error. Es necesario que los responsables de las diversas opciones políticas y sociales, a la izquierda del PSOE sean conscientes de que hace falta unificar un movimiento de unidad popular por el cambio real.

Mientras eso no sea posible, nos indignaremos, cada uno a su manera, nos movilizaremos cada uno por su lado y continuaremos aguantando un sistema bipartidista, en el que solo se permite la bisagra a los nacionalismos conservadores. Un sistema que cada vez se parece más al de la época de la Restauración, ahora PP-PSOE, antes Canovas y Sagasta.

Con indignarse no basta
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