jueves. 25.04.2024

Como agua fresca

No cabe duda que la cuestión territorial fue uno de los elementos decisivos para articular el Estado democrático. En la práctica, el periodo de la última gran dictadura se consideró un impás...

No cabe duda que la cuestión territorial fue uno de los elementos decisivos para articular el Estado democrático. En la práctica, el periodo de la última gran dictadura se consideró un impás. Había que recuperar la situación anterior, es decir, la reinante al final de la segunda República y dar continuidad al Estado interrumpido por la vía de las armas, la sangre y la desolación, que trajo de la mano el golpe militar que nos mantuvo subsumidos cuarenta años. La solución territorial que inició la democracia supuso el despertar a una primavera llena de esperanza y entendimiento entre los diferentes territorios que componen el Estado español. La fórmula del Estado de las Autonomías iniciaba la democratización en paz y convivencia, para modernizar un país que había resultado herido en su identidad y laminado en su devenir histórico.

Los partidos políticos apoyaron el Estado de las Autonomías, mayoritariamente, con excepciones clamorosas, hoy defensoras, seguramente que con escasa convicción, pero que desde posiciones en exceso conservadoras, no fueron capaces de ver la importancia de una articulación inteligente del Estado, que no impusiera limitaciones poco razonables o impidiera un desarrollo saludable de la Autonomía.

El devenir de nuestro País ha ido incorporando elementos confortables y de progreso, sucesivamente. Pocos negarían hoy el importante avance conseguido. Hemos pasado de un país de zapatilla y boina a un país que hay que tener en cuenta, cuando se piensa en el mundo. No solamente hay que destacar las infraestructuras o el nivel de vida logrado, por cierto hoy ampliamente destrozado, esperemos que eventualmente, sino que la consideración que se le tiene evidencia el respeto logrado en estos años de paz y progreso.

Hoy, al cabo de 35 años en vigor de la Constitución que nos dimos los españoles, está bien que dediquemos atención a nuestra vestimenta democrática, para ver si hay algún roto o hay que reparar algún descosido, que los hay, como es razonable suponer. No obstante, hay que admitir que para la envergadura del cuerpo, el vestido se ha adaptado magníficamente bien, fulminando las agoreras amenazas de los más recalcitrantes inmovilistas.

Hoy, como ayer, los hay que no quieren modificar nada y que prefieren el inmovilismo, máxime ahora que ya se han conseguido adaptar y piensan que, si algo hay que recuperar, es el ordeno y mando diluido, si no perdido, en el seno del Estado de Derecho.  Pero, afortunadamente, también los hay quienes desde la cordura, sensatez e inequívoca vocación de servicio a un país que requiere un impulso de progreso, pretenden, como el PSOE renovar la anquilosada estructura del Estado, propiciando las mejoras que requiere el momento actual, una vez acumulada la experiencia que nos otorgan los años que hemos vivido de democracia y los logros alcanzados y los aspectos mejorables, detectados.

El PSOE, acaba de exhibir, este fin de semana, una excelente capacidad de acuerdo interno, en algo tan sensible y que afecta de forma generalizada y de distinta manera y grado a sus federaciones territoriales. El interés colectivo lo ha situado muy por encima de las legítimas aspiraciones de los territorios. El Estado de las Autonomías, que representa la versión española de evolución hacia un Estado Federal, requiere de un órgano como el Senado, que pide a gritos su conversión en Cámara Territorial, que alberge Instituciones hoy dispersas de debate y entendimento entre territorios; las competencias tanto del Estado como de las CCAA requiere una clarificación y definitivo perfil; la financiación autonómica requiere un procedimiento claro, justo, solidario, lógico en los resultados, garante de derechos fundamentales, comprometido con las personas, que fomente y considere el esfuerzo, que equilibre y sea sostenible, etc; la administración reclama formas de ejercicio eficaces y eficientes, transparencia; la Justicia, también, tiene aspectos que mejorar en la territorialidad, al igual que las relaciones horizonales entre las administraciones de las CCAA y entre éstas y la Administración central, desde la lealtad exigible e inexcusable para las Instituciones.

Afortunadamente, éstas y otras muchas han sido objeto de atención en el Consejo Territorial que ha celebrado el PSOE en Granada. En un escenario tan desolador como el diseñado por los Bárcenas de turno, que se empeñan en mantenerse de actualidad, es digno de aprecio, mucho aprecio, que haya una organización política que se ocupe de los problemas de nuestro país y de lo que hay que hacer para mejorarlo. La verdad es que un poco de agua fresca en la cara de las gentes de buena voluntad, es de agradecer. La fiebre de escándalos pasará, sea el resultado final cual fuere, esperemos que cuanto antes, y entonces, más que nunca, habrá que reiniciar la marcha, en la dirección apropiada. Es importante ponernos de acuerdo en cuál es esa dirección. El PP, haría bien en sumarse a las propuestas de progreso que se le proponen y buscar un receso en su atribulada trayectoria para ser capaz de aportar un impulso de futuro que precisamos todos. El inmovilismo ya sabemos de sobra donde conduce. Un poco de agua fresca, nos despabila y lo necesitábamos. Seguramente, los medios de comunicación, con un acuerdo como éste, suscrito por todas las federaciones, no encontrarán morbo para sus conjeturas de desunión y fisuras  en un partido político como el PSOE, y son capaces de no dar cancha al análisis del acuerdo. Harán un mal servicio al país, omitiendo una de las cosas de mayor interés formulada desde que está en el poder el PP.  ¡Esperemos acontecimientos!

Como agua fresca