viernes. 29.03.2024

Para combatir el desánimo: asambleas ciudadanas

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Foto: Ecologistas en Acción

Hace más de seis meses, el 21 de enero de 2020, el Gobierno de España declaró la Emergencia Climática, recogiendo lo que ya funcionaba con éxito en países como Francia o Reino Unido: las asambleas ciudadanas. Un sistema para analizar y debatir las políticas sobre el Cambio Climático o los Objetivos de Desarrollo Sostenible y su forma de aplicarlos partiendo del compromiso ciudadano. Algo que está cada vez más presente y que forma parte de nuestra vida cotidiana.

El Covid-19 ha puesto de relieve que ya no es suficiente la declaración de emergencia climática y ambiental, pues la emergencia se ha convertido en global. Ya no es un consenso de la comunidad científica; ahora se precisa un consenso de la comunidad ciudadana. Ya no es salvar el Mundo: ahora es salvar la Humanidad. La Salud y el Medio Ambiente se han fusionado y la ciudadanía tiene que dar un paso muy firme para evitar el desastre.

En los acuerdos adoptados por el Gobierno se concretaban cinco medidas. Una era enviar al Parlamento el proyecto de Ley de Cambio Climático; entre las otras estaba la senda para la descarbonización en todo el país y por último la creación de una asamblea ciudadana del cambio climático, con una mención específica a que en la misma estuvieran presentes los jóvenes. Las asambleas ciudadanas se constituyen como espacios abiertos para debatir y desarrollar el aprendizaje de la democracia abierta, que haga posible un poder efectivo de la sociedad civil. Son espacios en los que diferentes actores sociales desarrollan un dialogo sobre los temas relevantes que afectan a toda la sociedad, como foros abiertos. El debate en su seno generará las conclusiones sobre las políticas sociales, de salud, económicas, fiscales y medio ambientales que la ciudadanía desea impulsar, de forma que la Unión Europea está proponiendo que la nueva sociedad que se está reconstruyendo tenga más fuerza y voz de la que hasta ahora tenía asignada.

Las asambleas ciudadanas deben alcanzar sus conclusiones apoyándose en las recomendaciones fruto del debate, y con un fuerte consenso. Conseguir el acuerdo global de la sociedad expectante, que observa con tristeza y a veces con desesperación cómo el enfrentamiento aleja a sus representantes de los objetivos para los que fueron elegidos: gobernar para y con toda la gente.

El debate y los foros abiertos tienen que conducirnos a una gran alianza por la reconstrucción, en la que la suma tiene conseguir encajar el puzle político y dejar fuera todo aquello que ya es pasado

Estamos por tanto en el inicio de un proceso constituyente para dar más voz a la sociedad civil, potenciando la participación ciudadana. Hace mucha falta el  intercambio de ideas, debatir sin enfrentamientos los temas más relevantes que tenemos que abordar por encima del choque político que lo impide: La Sanidad que queremos, cómo estabilizar nuestro modelo de pensiones, como lograr una educación innovadora, como alcanzar un sistema fiscal redistributivo, cómo hacer la transición energética efectiva y acercarnos de forma ordenada e integral a los Objetivos de Desarrollo Sostenible… Y hacerlo con contenido, huyendo de la palabrería sin compromiso.

Las asambleas ciudadanas tienen además un factor decisivo: potencian el Derecho al Saber. La ciudadanía en este proceso refuerza y afianza la Transparencia, el compromiso con la ética de la política y su compromiso con el futuro. Y este debate añade un derecho de difícil ejercicio: el Derecho a Entender. El Derecho a Entender se impone porque los discursos sin sentido deben acabar.

Es hora de dar una presencia firme a las reivindicaciones permanentes de la sociedad civil. Su voto debe servir para que su trabajo se desarrolle con dignidad, su vivienda sea un derecho, su salud sea efectiva, la educación se desarrolle sin obstáculos y tengamos una sociedad menos desigual. Y el trabajo en las asambleas ciudadanas debe conducir a conclusiones que podamos comprobar que se reflejan en políticas para aplicarlas.

Son muchos los países democráticos de la Unión Europea, incluidos los que ahora se denominan “frugales”, que están convencidos de que para el buen ejercicio de la democracia -y como una garantía de su funcionamiento- es esencial que el sistema político, el funcionarial y el económico se comuniquen de una forma clara y muy comprensible. Es la manera de poder entendernos en los mismos términos en la vida diaria y en la política. Y ahora que la economía nos condiciona tanto, está más que demostrado que una comunicación clara y eficaz ahorra mucho tiempo y dinero.

No debemos esperar más tiempo, y ponernos manos a la obra. Las ayudas de la Unión Europea deben emplearse en esta dirección, como ya he argumentado en mi reciente intervención en la Comisión de Reconstrucción de la Asamblea de la Región de Murcia. Tenemos la oportunidad de hacer una Región con espíritu de innovación, en la que los colectivos muchas veces minusvalorados recuperen su valor y tengan el protagonismo que la convulsión vivida les ha otorgado y se valores sus sacrificios.

Si de verdad queremos reconstruir miremos mucho a las PYMES y al sector cooperativo y asociativo. Y no olvidar al sector público y sus trabajadores, que también deben de encontrar formas de garantizar el buen uso de sus competencias para ser parte de la solución y no parte del problema. Hay que desprenderse de la miopía existente y encontrar las piezas esenciales de esa reconstrucción regional.

Un debate abierto sobre la reconstrucción no puede tener buen resultado si se realiza en un ambiente en donde la influencia de los grupos sea un freno sobre los ejes de la sostenibilidad económica, laboral social y medioambiental. Y en el que algunos medios y grupos de interés pretendan debilitar y condicionar cualquier agenda de cambio. Frente a estos, la transparencia y el empoderamiento ciudadano son el mejor antídoto.

Una política de reconstrucción va a presidir el debate político de las próximas décadas. Por consiguiente, la sociedad civil debe fortalecerse y constituirse en una gran alianza para conseguirlo. La sociedad civil debe de impulsar foros abiertos que asuman este debate y sean capaces de aportar soluciones para que los programas políticos se puedan nutrir de las propuestas. Estas iniciativas de participación pueden consolidar una democracia muy debilitada.

Si somos capaces de escuchar a la ciudadanía, podremos hacer que sea capaz de transformar la manera de vivir el hecho político, y habremos situado en ese epicentro de responsabilidad compartida el proyecto de la reconstrucción. Se precisa más y mejor política, y ese plus precisa una atmósfera de acogida, de complicidad, de mucha más integración. Es salir con la lección aprendida de por qué fracasan los países o las sociedades, porque no han sabido integrarse. Es la colaboración y la corresponsabilidad la que evitarán el fracaso.

El debate y los foros abiertos tienen que conducirnos a una gran alianza por la reconstrucción, en la que la suma tiene conseguir encajar el puzle político y dejar fuera todo aquello que ya es pasado.

Para combatir el desánimo: asambleas ciudadanas