jueves. 25.04.2024

Colocando la cabeza en “modo inversión”

El joven que se matricula en un curso de fotografía profesional no pretende resolver con ello sus necesidades económicas actuales. Se está apuntando a un curso de, pongamos, dos años de duración. Sabe además que, cuando termine, necesitará aún más tiempo hasta que logre consolidar su carrera profesional. Con suerte, pasarán cinco o seis años antes de que pueda vivir de la decisión que está tomando hoy.

El joven que se matricula en un curso de fotografía profesional no pretende resolver con ello sus necesidades económicas actuales. Se está apuntando a un curso de, pongamos, dos años de duración. Sabe además que, cuando termine, necesitará aún más tiempo hasta que logre consolidar su carrera profesional. Con suerte, pasarán cinco o seis años antes de que pueda vivir de la decisión que está tomando hoy. Durante todo ese tiempo no podrá ganarse la vida con la fotografía, no podrá irse de vacaciones, ni independizarse, ni comprarse una moto.

Pero lo cierto es que no vivirá frustrado cada minuto porque no cuente con los ingresos que le permitan disfrutar de la vida a la que aspira. Tendrá la cabeza en sacarle partido a sus estudios, en encontrar su lenguaje expresivo propio, en convertirse en un verdadero profesional de la fotografía. Y ello por un motivo: porque tendrá su cabeza colocada en modo inversión. No sufrirá por el presente porque no aspira a que, en el presente, la vida le proporcione lo que sabe que sólo va a poder alcanzar en el futuro.

Para que la metáfora sea definitivamente expresiva, imaginemos que nuestro aprendiz de fotógrafo, es además uno de los “parados del ladrillo” que el pinchazo de la burbuja inmobiliaria ha arrojado a la cuneta. Que pasó varios años de peón trabajando a destajo en la obra y ganando sueldos que muchos meses superaban los 2.000 euros limpios y que se compró el coche e incluso señalizó un piso con la novia. De todo ello no queda nada ahora. Perdió el coche y el dinero que puso para la compra del piso. Incluso le dejó la novia. Han sido meses y meses de búsqueda de empleo, de frustración, de depresión, mientras se resistía a la evidencia, mientras luchaba por recuperar la vida de la que había disfrutado hasta ese momento. Meses y meses sufriendo mientras mantenía la cabeza en modo consumo. Hasta el momento en el que se resignó a que tenía que empezar de cero. Olvidarse de la vida anterior e iniciar un nuevo proyecto vital. Hasta que cambió del modo consumo al modo inversión.

La economía española lleva varios años de profunda crisis y, a pesar de todo el tiempo transcurrido, seguimos aún en estado de shock. Nos resistimos a dejar ir la vida de los años de bonanza, nos resistimos a bajar el precio de los pisos y confiamos aún a encontrar un empleo con unas condiciones similares a las que teníamos en 2005. Pero creo que, después de estos cuatro años de negación y duelo, ha llegado el momento de dejar marchar el tiempo que fue, resetear y comenzar a poner los cimientos de otra cosa. Es decir, tenemos que hacer virar nuestra mente del modo consumo al modo inversión.

Vale, pero, ¿qué hacer? ¿En qué proyecto a medio plazo merece la pena embarcar a la economía española? ¿Sobre qué modelo económico podemos fundamentar nuestro futuro? Para decidir algo así, quizá resulte útil recuperar de nuevo la metáfora de nuestro estudiante de fotografía.Y la pregunta es: ¿por qué se decantó por la fotografía? Todos estaremos de acuerdo en que, en su decisión, influyeron al menos tres argumentos. El primero es que nuestro joven amigo piensa que se le da bien. Estará acostumbrado a que sus amigos elogien sus fotografías, y, tal vez, a ese amigo de su padre, fotógrafo de profesión, se le haya escapado comentar que tiene talento. En segundo lugar, estará seguro que la fotografía es una profesión de futuro, porque, viviendo como vivimos en la sociedad de la imagen, aquel que logre transmitir eficazmente, evocar, seducir con sus imágenes, podrá ganarse bien la vida. Y en tercer y último lugar, considerará que se trata de un trabajo creativo que va a poder desarrollar con cierta autonomía personal, es decir, un trabajo enriquecedor, el tipo de trabajo en el que no sólo el sueldo cuenta.

Creo que es un buen punto de partida para pensar también nuestro propio futuro como país: pensar en lo que se nos da bien, en aquello que tenemos y no tienen los demás, donde tenemos una clara ventaja competitiva; pensar, en segundo lugar, en algo que tiene verdaderas posibilidades de futuro, con una probabilidad alta de tener éxito en un plazo razonable de tiempo; y, por último, un proyecto compartido que fomente la calidad de vida, más allá del bienestar material, que merezca la pena en sí mismo, por encima del éxito estrictamente económico.

Las siguientes píldoras van a recoger algunas ideas a este respecto, pero antes una más para reforzar la necesidad de este cambio de mentalidad. Porque, cambiar el modo consumo por el modo inversión no sólo nos da una oportunidad en el futuro sino también en el presente. A nuestro aprendiz de fotógrafo, según va estudiando, le van surgiendo pequeños trabajos: un primo suyo le encarga que fotografíe el catálogo de productos para su web; la amiga de una amiga le pide un book fotográfico. Va haciendo fotografías, algunas se las pagan, otras no. Se va dando a conocer, monta una página web. No espera ganarse la vida con ello, pero poco a poco consigue que se vaya convirtiendo en una fuente de ingresos cada vez menos marginal.

Debemos olvidarnos de recuperar la confianza desde una mentalidad de consumo. El tiempo pasado no volverá. Nuestra auténtica oportunidad reside en ponernos a la tarea de garantizarnos un futuro. Un futuro a nuestra medida, viable y enriquecedor. La mejor opción con que contamos hoy para recuperar la confianza en el presente.

Píldoras contra la crisis


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