29 de diciembre de 2010, 0:56
nuevatribuna.es | 24.12.2010
Es una mala noticia, en primer lugar, porque, de momento, deja a un montón de profesionales en la calle, y en segundo, porque, cuando el mundo se ha vuelto tan complejo y los acontecimientos se suceden a una velocidad de vértigo es muy necesaria una emisora, que, por medio de la información, el reportaje y el debate ponderado, explique lo que ocurre a los espectadores. Y tanto Gabilondo, como Calleja y Sanjosé cumplían en sus respectivos programas (los que he seguido de manera más asidua) con el principio de informar de modo no necesariamente neutral pero sí serenamente crítico, y de debatir con respeto.
El cierre de CNN deja un hueco difícil de llenar y permite, con su ausencia, que se oigan aún más las emisoras que están en sus antípodas. Por un lado, los programas de la llamada telebasura social, donde la ordinariez es la norma que los zafios personajillos que las alimentan emplean para exhibir, de manera remunerada, las intimidades de unas vidas carentes de interés, manoseadas hasta la náusea. Y por otro lado, la telebasura política, formada por el coro de voces que, por medio de mentiras e insultos, hacen el trabajo de agitación de masas que necesita la derecha para llegar al Gobierno.
El programa de Iñaki era ameno y tenía la ventaja de ofrecer, a una hora razonable, unas entrevistas muy interesantes y unas tertulias en las que los partícipes no eran ideológicamente afines pero compartían el tono mesurado y el respeto al adversario, y bordaban el difícil arte de discutir sin disputar. El último invitado en ser entrevistado fue Baltasar Garzón, un juez perseguido con saña por la derecha y la extrema derecha, con la complicidad de algunos compañeros de profesión. Un signo de la pervivencia del pasado -una ominosa dictadura- entre nuestros peores males, al que se une una paradoja propia de estos tiempos: en el lapso de pocos días, la misma empresa cierra CNN Plus y dedica a Belén Esteban la portada del suplemento dominical del diario más importante del país. ¿No es alarmante?
Francisco Javier Vivas | Escritor