jueves. 28.03.2024

Ciudades con respuestas

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Hay que impulsar unas ciudades gobernadas participativamente con una sociedad civil comprometida por el interés común de sus habitantes

Compartir experiencias en el Foro Mundial de Ciudades Intermedias y Regiones en Chefchaouen Marruecos 5-7 Julio 2018, ha servido para fortalecer valores con un compromiso que garantice derechos y elimine las desigualdades. Nuestras ciudades deben superar la opresión de los oligopolios económicos e ideológicos que impiden la migración de aquellos ciudadanos que han visto sus vidas truncadas por tener ideas, creencias o carecer de trabajo. Es cierto que vivimos tiempos épicos donde se precisa una nueva economía que impulse la reindustrialización como un proceso participativo de coordinación de recursos ociosos. El sistema neoliberal nos conduce, como dice A. González, de Economistas Frente a la Crisis, a ciertos mitos como el imaginativo ascensor social, que solo pueden lograrlo una minoría, para los demás, queda el reino de las necesidades, con menos libertad y unas remuneraciones de supervivencia. El municipio debe ser una plataforma de dinamización de la economía local y sus municipalidades los motores de ese cambio para defender el interés común.

Hay que impulsar unas ciudades gobernadas participativamente con una sociedad civil comprometida por el interés común de sus habitantes, sus derechos constituyentes, su hábitat, sus instituciones públicas transparentes, con el fortalecimiento de valores, donde la ética se desarrolle en los Gobiernos Abiertos, y la justicia impida la concentración de poder y el abuso continuado de unos pocos sobre los demás ciudadanos. Impedir la sociedad desigual que impone su ley sobre los más débiles. Sin olvidar que el desempleo es un despilfarro económico y un desgarro social, cuando existe una riqueza potencial.

Deseamos vivir la democracia en su sentido más pleno, pero olvidamos sus orígenes y consentimos los abusos, soportamos los populismos, no denunciamos la demagogia y convivimos con unos gobiernos locales o supranacionales que han cautivado a la ciudadanía convirtiéndola en masa carente de virtudes. Desde la “polis” hay que bucear en la democracia real para un sistema plural que permita críticas, reconozca el derecho a saber y participar, exija la accountability de la gestión de lo público y con una libertad que permita la transferencia del conocimiento, llegando incluso a las osadías y comentarios de los tiempos de Aristófanes.

Esas críticas, como nos enseñaron Platón y Aristóteles, o como actualmente Piketty nos ha demostrado, hay que dirigirlos contra los que concentran la riqueza como una práctica contraria a la naturaleza, que trasladada a nuestras ciudades, las convierten en un caos al pretender gestionarlas con los mismos criterios de las actividades lucrativas, contaminando los principios democráticos con la especulación, la abusiva presión del poder financiero y de los lobby económicos que constituyen un frente que impide la dignidad y el ejercicio diario de esos derechos constituyentes  de nuestra convivencia y que son destruidos por las desigualdades.

La democracia no puede ir separada de la dignidad humana, sino unida a los ideales de justicia, igualdad de género y solidaridad económica, que son las bases para un Gobierno Abierto donde la ética presida la acción de lo público, evitando los abusos de poder para que nunca se imponga la ley de hierro del más fuerte, porque el objetivo de nuestras ciudades es hacer a las mujeres y hombres que la habitan más libres, más felices, más dueños de sí mismos y éticamente practicantes.

Es construir una sociedad con respuestas. Un futuro que tenemos que impulsar infatigablemente con emoción en la sociedad local donde vivimos para que tenga sentido la democracia y sus instituciones sean una fuente de energía para el desarrollo local, y la vida personal y la actividad económica una obra colectiva. De esta forma, la ciudadanía, sus raíces familiares, el desarrollo económico, sus capacidades de financiación de proyectos, la transferencia de conocimiento y el fortalecimiento de la solidaridad y la igualdad, constituyen esa fuente común que impedirá que los que detectan el poder puedan destruir nuestra convivencia.

Concluyo con un mensaje: “rompamos el silencio”. Hoy precisamos levantar la voz para reclamar todos los derechos, y los queremos ahora. Conquistar las instituciones para participar en ellas. Denunciar los escándalos, los fraudes y cuantas anomalías de complejos intereses están arruinando nuestras ciudades. Asumamos la complejidad del presente para transformarla y construyamos ese futuro donde las mujeres y hombres se liberen de su condición de súbditos de los poderes invisibles y se oiga nuestra voz cada vez con más fuerza, hasta conseguir que ese grito nos despierte de esta pesadilla.

Ciudades con respuestas