martes. 23.04.2024

Cien días y 500 noches

Tal vez habría que convenir que ni PP ni PSOE son realistas en sus análisis. Que las cosas no van bien y que no andan los tiempos para celebraciones. Pero, ojo. Tan verdad es que puede cuestionarse ese optimismo enfermizo de los socialistas como recordar que tampoco están las cosas como para que Mariano Rajoy y su gente celebren una situación complicada y difícil. No se celebran, no deben celebrarse los malos tiempos.
Tal vez habría que convenir que ni PP ni PSOE son realistas en sus análisis. Que las cosas no van bien y que no andan los tiempos para celebraciones. Pero, ojo. Tan verdad es que puede cuestionarse ese optimismo enfermizo de los socialistas como recordar que tampoco están las cosas como para que Mariano Rajoy y su gente celebren una situación complicada y difícil. No se celebran, no deben celebrarse los malos tiempos.

Los cien días de un Gobierno se establecieron, tradicionalmente, como periodo de gracia para que el Ejecutivo (cualquier Ejecutivo) iniciara su mandato. Era y debe de ser una cortesía para que el partido gobernante tomara tierra, analizara la situación y tomara sus medidas.

No ha sido así para el PSOE que, justo es reconocerlo, venía ya de una legislatura anterior. No puede decirse que el PP haya tenido esa cortesía. Y tampoco puede decirse, desgraciadamente, que el PSOE haya aprovechado estos cien días para, humildemente, reconocer la gravedad de la situación. Ha costado tiempo que los socialistas reconocieran que las cosas pintaban en bastos y que la profundidad de la crisis era mayor que lo que se había previsto.

Y ambas posturas nos llevan a una situación compleja y un tanto absurda. Confieso que no sé qué es lo que celebra el PSOE. Y me temo que el PP lo que celebra es la vieja teoría española de cuanto peor, mejor. Probablemente el PSOE tendría que hacer un balance de estos cien días poco complaciente. Y, dentro de un tono esperanzado, enfrentarse a una situación que, cada día que pasa, se muestra más preocupante.

Es difícil pensar por mucho que se empeñen los defensores a ultranza del Gobierno socialista, que ésta es una nube que pasará sin descargar la tormenta. Vienen tiempos duros y los datos así lo demuestran. Aceptar la realidad es la primera medida a adoptar si se buscan soluciones.

No digo que no tenga razón José Luis Rodríguez Zapatero cuando afirma que el pesimismo no crea empleo. Pero tampoco lo crea un optimismo que se basa en negar sistemáticamente la realidad.

El PP, desde la oposición, puede creer que lo tiene más fácil. Y no es así. La oposición tiene también su responsabilidad cuando se trata de ofrecer alternativas. No vale solamente con la crítica. Hay que ofrecer soluciones.

Estos cien días �se celebren o no- deberían servir para que uno y otro comprendan que, por encima de su imagen y de sus intereses como partido, está el futuro de millones de ciudadanos que fueron a las urnas confiando en que el partido elegido sabría estar a la altura de las circunstancias. Por adversas que sean.

No son estos cien días de celebraciones, cuando quedan esas 500 noches del olvido, que decía Sabina.

Lo escribió Felipe Benítez Reyes en unos hermosos versos:

Nunca la posesión está cumplida.

Errático el deseo, el pensamiento.

Todo lo que se tiene es una niebla
y las vidas ajenas son la vida.


Nuestros tesoros son tesoros falsos.

Y somos los ladrones de tesoros.

Nuestras son las vidas. La nuestra y la de los otros. A ellos se las entregamos.

Cien días y 500 noches
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